Por: Héctor Riveros.
Aún sin un acuerdo final, la sociedad colombiana entró de lleno en el debate sobre si votar SÍ o votar NO en el plebiscito que se convocaría para refrendarlo. La oposición al proceso la había mantenido el Centro Democrático, pero en los últimos días ciudadanos que no están metidos en la política y que seguramente no serán activistas han dicho que votarán por el NO, les parece inaceptable que los jefes de la guerrilla no vayan a la cárcel y creen genuinamente que, negado lo que va, es posible cambiar las condiciones hasta ahora pactadas y conseguir que Timochenko y los demás estén dispuestos a cambiar el fusil por unos años tras las rejas.
La idea de que es posible conseguir un mejor acuerdo ha sido alimentada por las mismas Farc, que dijeron que si ganaba el NO ellos seguirían intentando una solución negociada y la Corte Constitucional que en el comunicado en el que anunció la decisión sobre el plebiscito dijo que no se cerraba la puerta para buscar un acuerdo.
Supongamos entonces que rechazado el acuerdo no se vuelve a la confrontación que se paró hace más de un año con lo que se ha salvado la vida de centenares de policías y soldados que si seguimos las estadísticas habrían muerto en el combate contra las Farc. Supongamos, en gracia de discusión, que al día siguiente del plebiscito y ante la mayoría del NO, las Farc reiteran que mantienen el cese unilateral que decretaron y que esperarán en Cuba a que lleguen unos nuevos negociadores a ver cómo podría ser otro acuerdo.
Supongamos, como cree una buena parte de la gente, que los guerrilleros no quieren seguir siendo guerrilleros y que todos quisieran vivir como vivimos los demás mortales y que les parece insoportable estar en el monte y etc y que por tanto sienten que es un gran beneficio para ellos llegar a un acuerdo como al que se está llegando. Supongamos que Catatatumbo está cañando cuando le dice al periódico El País de Cali que le hace falta la tranquilidad de los campamentos y que las crónicas que han hecho varios medios sobre la vida de los miembros rasos de las Farc en esta época de tregua en la que relatan su incertidumbre sobre el futuro no son reales y que están muertos de ganas de quitarse el uniforme y entregar el fusil y que por ese deseo pensarán que si la gente mayoritariamente dijo NO es mejor aceptar otras condiciones con tal de dejar la guerrilla.
Supongamos, entonces, para no amenazar, que la alternativa no es la confrontación sino una nueva negociación. Imaginemos entonces los actores, el escenario, y el contenido de esa nueva negociación.
Los actores ya no serían Santos y su equipo negociador porque su trabajo habría sido rechazado por la mayoría de la población. El gobierno quedaría duramente golpeado y muchas voces pedirían la renuncia del Presidente. Si Santos no renuncia, tendría que convocar un acuerdo político en el que se incluya al uribismo y a las Farc para negociar de nuevo. Si renuncia, Vargas tendría que asumir, pero probablemente no lo haría para no inhabilitarse y también renunciaría, con lo que el Congreso elegiría un sucesor que tendría que convocar un acuerdo político en el que se incluya al uribismo y a las Farc para negociar de nuevo. En conclusión, lo único que nos sacaría de la encrucijada sería un acuerdo político que incluya al Centro Democrático, que sería el gran ganador si el NO resulta mayoritario y a las Farc que quedarían con la llave de la negociación: de su voluntad de aceptar otras condiciones dependerá que sigamos en la mesa con tregua o volvamos a la confrontación.
El triunfo del NO deja a las Farc con el enorme poder de decidir cómo enfrentar el futuro si en medio de un conflicto armado con duración y consecuencias inciertas, aunque siempre dolorosas, o si en una negociación con un cese del fuego.
No se me ocurre un escenario distinto a una Asamblea Constituyente, con participación de las Farc, para concretar ese acuerdo político.
No es razonable creer que el acuerdo se haga sin las Farc para volver a las viejas instalaciones del Palacio de las Convenciones de La Habana, donde ellas estarán esperando, que se yo, a que llegue otro equipo negociador, ahora encabezado por Oscar Iván Zuluaga, por poner cualquier ejemplo, a explicarles que es que la mayoría de la sociedad colombiana no acepta un acuerdo si ellos no se van a la cárcel. “Sería un mensaje contundente de la sociedad colombiana”, le he oído decir al más lúcido de los senadores uribistas y allá habría que ir a explicárselos.
La única salida sería la Constituyente, con participación de las Farc, es decir que ese grupo habría logrado lo que no logró en la mesa después de cuatro años de intentarlo. Estaríamos en la enorme paradoja de que para buscar un “mejor acuerdo” tendríamos que hacer lo que motiva a mucha a gente a rechazar el acuerdo que es la eventualidad de que a los jefes de la guerrilla se les reconozca participación política e incluso eventualmente unas curules en el Congreso. Las curules ya no serían en el Senado sino en una Constituyente.
La Constituyente sería para “refundar” la patria, es decir que el temario no estaría acotado, sino que incluiría, por ejemplo, el tema de la justicia, sobre el que no se ha hablado en La Habana. Es decir que tendríamos la paradoja de que nos parecía inaceptable “negociar con los terroristas de las Farc la política del campo colombiano” y terminaríamos negociando con ellos los derechos, las reglas del sistema político y la estructura del estado colombiano.
Si gana el NO las Farc serán las que decidirán si sigue la negociación o si no, si se hace en medio del conflicto o con cese del fuego. Si gana el NO nos veremos avocados a una constituyente, con participación de las Farc, que en términos de representación política es mucho más de lo que han logrado en La Habana. Si gana el NO la nueva negociación no será sobre los pocos temas que se han discutido en Cuba sino sobre todo, lo que ha sido una vieja pretensión de las Farc que no habían logrado en este proceso.
Si gana el SÍ, se acabarán las Farc y serán un grupo político más dentro del ya amplio espectro de partidos existente. Gane el SÍ o gane el NO, los jefes de la guerrilla no aceptarán salir de una negociación para la cárcel, para ello tendremos que vencerlos en la confrontación, pero no amenacemos con eso.
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