FELIPE SOLARTE NATES
Si se confirma el apretado triunfo de Biden, en los Estados Unidos, mejor panorama se avizora en el mundo y Latinoamérica, ante el respaldo que en el gobierno de Trump tuvieron presidentes y movimientos con tendencias dictatoriales y caretas democráticas, como sucede en Colombia con el gobierno siamés Uribe-Duque, que abiertamente tomó partido por el “orangután anaranjado”, y para impresionar a los latinos de Miami le prestaron la consigna de asociar a Biden con el “socialismo castrochavista”.
Antes previas amenazas de Trump, por desconocer el resultado electoral, alegando supuesto fraude, un gran e inusitado reto enfrenta la primera potencia mundial, extremadamente polarizada por el estilo de hacer campaña con base en noticias falsas profusamente dispersadas por las redes sociales y dirigidas a impresionar a mayorías afectadas por el desempleo, bajos salarios, limitado acceso a servicios básicos como la salud y educación, lo que los convierte en fácilmente manipulables por populistas demagogos.
La solidez de la democracia norteamericana está en juego, dependiendo de la decisión que tomé la Corte Suprema, manipulada por Trump, -para asegurar mayoría ultraconservadora-, ante demandas por supuesto fraude electoral que instauren sus abogados ante las Cortes de los estados donde la votación ha sido más reñida.
Semanas antes, en Bolivia, después de un golpe de Estado disimulado facilitado por el mesianismo de Evo Morales cuando intentó perpetuarse en la presidencia, con mayorías contundentes ganó el representante del MAS, Luis Arce, artífice del modelo económico que durante ocho años les permitió crecer a ritmo sostenido superior al 4,5% del PIB, a partir de la nacionalización del gas e impulso a proyectos productivos cooperativos entre deprimidas comunidades indígenas, campesinas y urbanas, que notoriamente mejoraron sus condiciones de vida y salieron de la pobreza extrema.
En Chile, después de masivas movilizaciones populares iniciadas por los “pingüinos” estudiantes de secundaria, triunfó la convocatoria al plebiscito buscando derogar la Constitución diseñada por Pinochet, después de los crímenes de la dictadura cometidos cuando derrocó al presidente constitucional Salvador Allende, para entregar a la voracidad del gran capital nacional e internacional recursos naturales, empresas estatales y de servicios públicos del país, sirviendo de modelo para el neoliberalismo, que con el liderazgo de lobos de Wall Street, a partir de los años 80, implantaron en la mayoría de países del planeta, incluido Colombia.
En los Estados Unidos, después de un gobierno liderado por el racista, estafador, megalómano y evasor de impuestos Donald Trump, -que llevó a los Estados Unidos a rebajar sus instituciones casi a nivel de república bananera, mientras la aislaba del escenario internacional facilitando el ascenso de China y Rusia-, hay grandes posibilidades de que gane la presidencia Joe Biden y los demócratas recuperen mayorías en la Cámara de representantes y el Senado, lo que debilitaría a gobiernos oligárquicos de ultraderecha, como los de Brasil y Colombia, que abiertamente se sumaron a la campaña reeleccionista de su espejo Trump y contaron con la anuencia del gobierno norteamericano para apoderarse de todos los poderes públicos del Estado y diseñar la economía para que poderosos grupos industriales, agroindustriales, mineros y financieros sigan enriqueciéndose sin medida.
En Colombia, arrancó la campaña presidencial del 2022, con numerosos precandidatos de partidos de oposición, que aprendiendo de los errores cometidos en la anterior campaña, proponen acuerdos programáticos previos, alrededor de puntos mínimos, para elegir democráticamente al candidato que unificando a potenciales votantes derrote al que diga Uribe.
Vivimos un momento crítico y decisivo para derrotar en las urnas al proyecto dictatorial con careta democrática, que con base al control de importantes medios de comunicación y redes sociales manipula a mayorías de analfabetas funcionales que se dejan asustar por mentiras que asocian con el “castrochavismo o socialismo”, a programas de reformas económicas y sociales en beneficio de las mayorías; y asumiendo teatrales poses de rezanderos cristianos, se promocionan como “gentes de bien”, mientras bajo cuerda, gracias a la corrupción y prácticas mafiosas , se enriquecen sin medida, boicoteando procesos de paz para perpetuar la violencia y en medio de la profusión de grupos, apoyar grupos paramilitares para que acaben con líderes sociales, defensores del medio ambiente y derechos humanos, y así debilitar a organizaciones de comunidades campesinas, indígenas y negras, para apoderarse de sus territorios buscando desarrollar sus macroproyectos: mineros, portuarios, hidroeléctricos, agroindustriales, ganaderos, etc. Por lo pronto: esperar que se confirme el triunfo de Biden.