Claudia Viviana Tandioy, ocho años bordando su futuro

Ella es Claudia Viviana Tandioy reclutada por un grupo armado a los 11 años. Actualmente es una empresaria de la confección. /Fotografía: Margarita Vega

Por: Margarita Vega

Especial para El Nuevo Liberal

Corría el año 2.000 en el municipio de San Sebastián (Cauca) y a sus 11 años, Claudia Viviana Tandioy estaba cansada de tener que sortear la pobreza que ella y su comunidad vivía.

Su etapa con las muñecas y juegos infantiles pasó rápidamente, ella solo quería vivir mejor, y al ver que dos de sus amigas de 14 y 15 años hablaban de la supuesta maravilla de pertenecer a la guerrilla, no dudó un segundo en mentirle a su familia y unirse al grupo armado. Se convirtió en una de las tantas menores reclutadas forzosamente.

“A mí me decían que eso era lo mejor, que perteneciendo a ellos la pobreza se iba acabar y que la vida me iba a cambiar ¡y me cambió!, pero para pasar los peores seis meses de mi vida”.

Los días pasaban y la zozobra de la familia de Claudia crecía, después de cambiar sus humildes muñecas por fusiles, sus tiernos juegos de la casita por trabajo duro y pesado la hacían anhelar su sencillo y caluroso hogar, “a veces uno quiere más de lo que lo rodea y no valora lo que se tiene, ¿y sabes? yo no necesitaba más que a mi familia”.

En medio de la angustia, su madre decidió acudir a las autoridades competentes y habló con el alcalde del municipio, quien pudo sortear la situación de forma positiva para Claudia, pero sus dos amigas no corrieron con la misma suerte.

La primera autoridad de San Sebastián, en ese momento, habló con representantes del grupo insurgente, quienes decidieron dar la salida a Claudia advirtiendo que en cualquier momento vendrían por ella para volverla a enfilar. La madre no dudó un segundo en aceptar las condiciones, tan solo quería tener a su hija al lado, en sus brazos.

¿Pero después de haber pasado por este infierno, para qué correr el riesgo de que tuviera que volver? La mamá de Claudia recibió un doloroso, pero valioso consejo: “era mejor irse, dejar todo y empezar de cero”. Y así fue, no dudaron un segundo en salir de su pueblo, dejar todo lo construido y entrar a ser parte de la población desplazada del país.

“La mejor opción era la capital y por recomendaciones del alcalde mi mamá me dejó en un hogar de paso del Icbf en Popayán, durante un año”. La mamá de Claudia continuó trabajando arduamente en casas de familia logrando encontrar una estabilidad que le permitiera poder tener a su hija en su regazo, y lo logaron. Claudia volvió junto a su mamá y no importaban las condiciones en las que les tocaba vivir, “esta vez no dejaría mi hogar”, fue el pensamiento de Claudia en ese momento.

Atrás quedaron los días de dolor, Claudia entró a estudiar mientras su mamá trabajaba de sol a sol, lo que le permitió ser bachiller y aspirar a ser técnica en el Sena. “Me llamaba mucho la atención la confección y con ayuda de mi mamá tuve la primera máquina familiar, más adelante una amiga de mi madre me regaló una fileteadora y con eso inicié mi primer negocio. Desde mi casa hacía trabajos pequeños”, asegura la joven.

Al pasar el tiempo, la mamá de Claudia se dio cuenta de que el negocio de su hija podría ser más fructífero si la recomendaba en las empresas donde trabajaba con servicios generales, pues Claudia no solo podría tener ingresos para ella, sino para su hija que venía en camino: sí, Claudia estaba embarazada.

Para 2011 el camino de la elaboración de confecciones para dotación empresarial se convirtió en su enfoque y gracias a las ayudas que el Gobierno Nacional brinda a las víctimas del conflicto armado, Claudia pudo aspirar a un rubro que le permitió adquirir su primera máquina industrial de bordado.

El negocio crecía, pero los ingresos no eran suficientes para lo que se necesitaba, así que empezó a analizar el mercado y descubrió que en la ciudad había sectores donde se comercializaban telas y que al estar ubicada ahí le permitiría la captación y llegada de más clientes.

Sin dudarlo, le propuso a un vecino que se arriesgaran en la búsqueda de un local cerca a los negocios textiles, donde sería más visible su trabajo y le permitiría aumentar sus ingresos. Entonces, con la creación de un segundo punto de venta el pequeño negocio empezó a crecer y así mismo sus ingresos.

Claudia, ahora hace parte de los miles de emprendedores de este país, que después de pasar por fuertes hechos victimizantes, logran la superación e integración a la sociedad civil de una forma positiva, aportando un granito de arena en la construcción de una mejor nación.

“Mi mensaje a todas las personas que son afectadas por el conflicto armado, es que no desfallezcan y busquen en las entidades del gobierno el apoyo necesario para salir adelante. Nunca es tarde para empezar y no hay nada más bonito que lograr las cosas con esfuerzo”, puntualizó Claudia.