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LUIS ARÉVALO CERÓN
La capital del Departamento del Cauca fundada hace 481 años, el 13 de enero de 1537 por Sebastián Moyano de Belalcázar, durante toda su existencia ha tratado de distinguirse por su espíritu colonial, como ciudad blanca; tanto es así, que a lo largo de todo este tiempo no ha sido terreno abonado para el desarrollo industrial; su vocación es turística, siempre se ha dicho y se ha repetido en múltiples ocasiones, anotando que hacia allá es necesario orientar su futuro; para ello es necesario defender esencialmente el sector histórico que desafortunadamente está en decadencia; las atrevidas remodelaciones en sus casonas cercanas al parque central Francisco José de Caldas, así lo pregonan; la ciudad está a 19 años de cumplir cinco siglos y no es posible que llegue allá con su patrimonio arquitectónico a “media asta”; hace tiempo hubo una junta encargada de su defensa, pero me dicen que ya no existe, para colmo de males.
El color blanco ha distinguido a Popayán a lo largo de su historia en el ámbito nacional; hubo décadas en que las coloniales casonas y los edificios públicos le hicieron honor; poco a poco pierde territorio, dando paso a mezclas entre grises y verdes que son los que se observan actualmente; de continuar este deterioro, seguramente la ilustre Villa de la Asunción llegará multicolor a sus 500 años; la defensa del blanco debe ser especialmente en el sector histórico para que los turistas nacionales y extranjeros lo aprecien en una mañana soleada; existe la costumbre cada año, con motivo de la Semana Santa de blanquear las casas localizadas en el recorrido de las procesiones, lo cual contribuye a cimentar la campaña del tradicional color; se trata del único espacio que aún conserva el blanco de las fachadas, porque de resto, a pocas cuadras del centro, son de diversos colores, según el gusto de los propietarios de los inmuebles.
Está bien que se conserven los frentes de las viviendas limpios, lo cual sucede cuando son pintados con frecuencia, lo cual contribuye a la buena presentación de la ciudad en general; lamentablemente existe la fea costumbre protagonizada por desadaptados sociales que se dedican a pintar jeroglíficos de mal gusto sobre las paredes; el 26 de septiembre del año pasado (2017) se radicó con destino a la Oficina Asesora de Planeación Municipal de Popayán, un oficio firmado por varios ciudadanos disgustados por el mencionado problema; palabras más, palabras menos los responsables de la carta, entre quienes figuran comerciantes y propietarios residentes en el sector histórico, denunciaban en aquel entonces, la actuación de los llamados “tagueros”; son los que pintan las fachadas de las casas, negocios y cuanto muro encuentran, sin importarles que estén recientemente enlucidos, con extraños signos que solo ellos entienden; con el permiso de las autoridades y de la policía hoy la situación es la misma; la ciudad, por donde uno camine, está invadida por esos jeroglíficos, lo cual, lógicamente riñe con el emblema que distingue a Popayán a nivel nacional como “ciudad de paredes blancas”.
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