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La Congragación de los Hermanos Maristas de la Enseñanza, fundada por San Marcelino Champagnat el 2 de enero de 1817, en la pequeña población de La Valá en Francia, ha tenido la loable misión, de educar a las juventudes por el mundo, inculcándoles el respeto a Dios y a sus semejantes, los principios del amor a Cristo y a María Santísima, los más grandes valores de la moralidad y honestidad, para formar seres de altas calidades humanas, excelentes ciudadanos de bien e intachables servidores de la sociedad.
Esta insigne congregación religiosa, durante más de 197 años, ha estructurado generaciones enteras que han brillado en el panorama de la intelectualidad a todos los niveles, siendo el fruto maduro de esas semillas que durante casi dos siglos los Maristas han sembrado en la tierra fértil del corazón de sus alumnos.
La Educación, esta excelsa palabra que condensa la sabiduría, el aprendizaje, la sapiencia, la cultura, la ciencia, la investigación, la instrucción, la disciplina, el apostolado, la civilidad, los buenos modales, el respeto, la caballerosidad, en fin la grandeza humana e intelectual de todo ser, ha sido el lema de los Maristas en los cinco continentes del mundo.
Hoy con infinita gratitud celebramos los ciento veinticinco años de la presencia Marista en América Latina, concretamente en Colombia y orgullosamente en esta hermosa y amada villa pubenence, porque aquí a Popayán el 26 de noviembre de 1889, arribaron los primeros siete Hermanos, que fueron la simiente Marista en este continente, cinco franceses, un suizo y un español, bajo la dirección del Hermano Angelo Superior del grupo, quién infortunada y tristemente falleció el mismo día de su llegada a esta ciudad.
Muy afligidos por la muerte de su Director, los seis restantes llenos de fe y optimismo en la tarea a ellos encomendada, iniciaron su misión educadora en enero de de 1890, en el antiguo Claustro del Carmen de las Hermanas Carmelitas, hoy perteneciente a la Universidad del Cauca.
En 1892, crearon el Noviciado Marista en esta ciudad y centros educativos en Palmira y Timaná (Tolima), luego en Armenia, Buga, Ibagué, Manizales, Pasto, Pupiales, Santa Rosa de Cabal, Túquerres, Sibundoy y Santiago en el Putumayo y Bogotá.
En 1912 la Curia Metropilitana de Popayán, vendió a la Comunidad Marista en Colombia, el antiguo convento de los Camilenses, o Padres Camilos de la Buena Muerte, en la calle octava con carrera novena, y allí se estableció la Casa Madre de esta Congragación en Colombia.
Allí empieza a funcionar el juniorado, el postulantado, el noviciado, el escolasticado y la comunidad, convirtiéndose en el centro de formación religiosa y educativa de los Hermanos Maristas colombianos.
En agosto de 1930 fue bendecida e inaugurada la nueva capilla, construida tomando como modelo la de estilo gótico de la Casa Generalicia de Saint Genis- Laval, en Francia, adornada con 36 hermosos vitrales alusivos a la vida de Jesús, de María y San Marcelino. En 1948 el Reverendo Hermano Francisco Regis, emprendió la construcción del confortable edificio de Villamarista.
Gracias a las gestiones del Señor Arzobispo de Popayán el Excelentísimo Monseñor Iván Antonio Marín López, lo que aún hoy queda de la antigua Villamarista, ha sido adquirida por la Curia Arzobispal, para devolvernos la esperanza de ver muy pronto esta preciosa joya del patrimonio arquitectónico y religioso del pueblo payanés, puesto al servicio de la fe cristiana con su hermosa capilla estilo gótico.
En 1932 se funda el Colegio Champagnat de Popayán, en la antigua casona de la familia Nannetti Valencia, hoy Banco de la República. A finales de la década de 1950 y principios de la del sesenta, se construyó el actual bello y hermoso, amplio y funcional colegio que ha albergado y educado a nuestros hijos con inmenso amor Marista, ícono de la educación en Popayán.
Hoy con cariño y afecto inmensos, queremos en estas deshilvanadas líneas regadas de un poco de historia, rendir homenaje de sincero e infinito agradecimiento a unos inigualables servidores de la sociedad, que sublimizados por la religiosidad, la albura y la franqueza de sus almas, han ayudado a construir una patria y una Colombia mejor educando a la juventud.
¡Son veinticinco lustros de amor a Popayán!
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