Cien palabras por la Semana Santa de Popayán

Seguimos con los elogios ciudadanos a la tradición religiosa más hermosa de América.

En esos días miramos a muchas familias unidas, que caminan por las calles. / Fotos Alonso Tovar – El Nuevo Liberal.

Por: Miguel Antonio Velasco Cuevas

Me trajeron en chiva. Mi mamá me limpió la mugre del cuello, y papá me ajustó en él una corbata, que después colgué en un barrote.

Sería jueves. Entramos a san Francisco, esperamos la procesión por El centavo menos. Poco vi.

Decían que los santos como que navegaban sobre hombros importantes. Alguien debió peerse.

Los golpes del policía en el bombo entraron por mis orejas, y retumbaron adentro una semana.

El padre Ante preguntó si creía que bañarme ese día me volvería pescado, cuando intenté decir que mi mamá me había bañado con trapo húmedo; ella me pellizcó.

Regresé cansado.

Fiesta pagana

Por: Gustavo Wilchex Chaux (ecólogo)

El paganismo es quizás el más profundo sentimiento religioso que se puede alcanzar: el que proviene de la convicción de que conformamos una unidad sagrada con los demás seres que conforman la naturaleza, incluidos el agua, los montes, las estrellas, la luna y el sol.

Nada de eso me dijo mi abuelo, cuando un Viernes Santo me llevó alumbrar por vez primera. Pero estoy seguro de que para él era muy importante la identidad. El sentido de pertenencia a un territorio, que no es solamente un espacio físico, sino un estado del alma y una comunión cultural.

Velas, cánticos y maní

Por: Camila Andrea

(Estudiante de la Universidad del Cauca)

Cuentan que hace años lo hacían por devoción, que salían los pasos, exquisitamente ornamentados, a recorrer Popayán. Y detrás salían todas las devotas personas, con su vela y su cántico, en actitud de oración, alegría y agradecimiento.

Hoy, habiendo pasado ya 482 años, el cántico que más se escucha es el de: «maní, maní, maní tostado». Las procesiones abundan en ventas de artesanías y turistas despistados. Pero la alegría sigue. En esos días de algarabía, alcanzo a vislumbrar un poco de la magnificencia y reverencia de antaño. Esa que me habría encantado ver y sentir.

Liceístas alumbrantes

Por: Luis Carlos Fernández Castrillón

Muchos son los recuerdos de aquellos Viernes Santos, cuando Popayán presenciaba ese día la elegancia estilo de los estudiantes del Liceo, o los liceístas, vestidos con trajes de paño, unos de la marca Everfit, que hacían brillar la procesión, pues alumbraban aquel día con unos hermosos cirios, adornados con coronas de color morado, que colgaban en los cirios y le daban un toque de elegancia, al igual que el de sus trajes y su embolado calzado.

Fue ese hecho una tradición, Todas las niñas y jovencitas de Popayán se «peleaban» la corona de uno y otro liceísta que se pinchaban esos Viernes Santos alumbrando y siendo esperados y admirados al final por sus admiradoras, ávidas de una corona morada de colección.