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HORACIO DORADO GÓMEZ
En el viejo edificio de Moscopán, bajo el cielo azul de la “Ciudad Blanca”, empieza una historia que muchos desconocen. Un abanico de secretos esconde las casas viejas y las calles empedradas de Popayán. Si los faroles que le dan un brillo especial a las casonas coloniales hablaran, cuando no dijeran.
Francisco José de Caldas fue el sabio que promovió el cultivo del trigo. Montó su propio molino en Paispamba, dando así origen a la panadería artesanal, con recetas españolas. Aquí en este suelo, sobre la pequeña colina, ‘El Azafate’, que custodia la ciudad, construyeron una exitosa empresa harinera. Lastimosamente, hoy sobre la emblemática elevación, entre matorrales y el abandono, resiste el paso del tiempo como testigo de un macabro pasado.
Entre los blancos muros del Molino, no reinaba precisamente un aire de paz y serenidad para quien quisiera quedarse más de lo planeado. Allí convivían, una mujer de edad madura, Raquel casada con Jorge y su hijo. También trabajaban en el Molino varios obreros, entre ellos: Marco, de 25 años de edad. Raquel y Marco simpatizaron. El “flechazo” obró recíprocamente, dando rienda suelta a una pasión secreta. Pero, como entre el cielo y la tierra no hay nada oculto, los trabajadores del Molino dieron cuenta de ese romance. Dimes y diretes llegaron a oídos de Jorge, quien, en lugar de vender el sofá, zanjó el adulterio a machetazos, acabando con la vida de Marco. A su esposa Raquel y a su hijo, les sirvió ‘racumín’ -veneno para ratas-. Sobre este crimen pasional, de manera entretenida, cuentan a los visitantes que, en las noches de luna, el espíritu del esposo engañado ronda entre las vigas del edificio, donde se ahorcó.
Pero, esta historia y, sus muros níveos no son el único atractivo que tiene Popayán, aunque sí uno de los más significativos. Es el abre bocas para la variedad de panes y platillos para degustar que la ayudan a cumplir sus propósitos turísticos.
Recordemos familias de irreductibles panaderos. Del baúl del recuerdo extraigo los hornos de leña para hacer el pan como el de antaño, hecho a fuego que abraza la madera, con la técnica de elaboración totalmente artesanal con receta española. Las más famosas de aquellas calendas, eran: la panadería de “las Fernández”, parentela del ex gobernador Gerardo Bonilla Fernández, que quedaba en la calle 6ª entre kras. 8ª y 9ª -frente al Sotareño-. La panadería de “Las Castillo” ubicada en la Kra. 8ª entre calles 9ª y 10ª. La panadería de “doña Pacha Pardo” en la Kra. 7ª entre calles 6ª y 7ª donde funcionó la Ferretería Argentina, frente a la casa del Padre López, párroco de Belén. La panadería de ‘los López’ frente al Orfeón Obrero en la calle 6ª y, la panadería ‘Nueva York’, de don Marcelino Carrillo en la calle 6ª frente al restaurante ‘El Danubio’
Eran épocas de admirables familias que se negaban a hacer innovaciones al noble oficio de elaborar el pan casero, que en los tiempos que corren, lo convirtieron en atractivo comercial, bajo el lema: “Aquí somos ecologistas por herencia”, seguramente, porque el olor a leña los hace lamentar al saber la madera que queman.
Civilidad: Las opiniones de los demás deben respetarse.
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