Por: Daniel Egas
Jimy Morales Hurtado es un joven de 16 años nacido en el municipio de Silvia, vive en la vereda Las Delicias en el resguardo indígena de Guambia a 55 km de Popayán, es de raíces indígenas y desde el pasado 20 de mayo hace parte del Club Ciclista Sant Boi de Barcelona (España). El joven Misak llegó a suelos europeos con la firme intención de conquistar el viejo continente en su bicicleta.
Desde sus inicios ha contado con el apoyo indiscutible de su familia, especialmente de Ascensión Hurtado Tombé, su mamá, y de Manuel Jesús Morales Chavaco, su padre. Don Manuel se encargó de inculcar en el joven ciclista la disciplina y el amor por el deporte de ruta. “Él me enseñó que si quería ser un campeón debía ser disciplinado”, afirma Jimy.
Su padre fue su primer entrenador, apasionado por este deporte, iniciaba con su hijo el entrenamiento a las 4:00 de la mañana cuando se levantaban, desayunaban y salían en moto hacia el municipio de Piendamó, desde ahí el reto para Jimy era superar, pedaleando en su bicicleta, la travesía de 26 kilómetros de vuelta hasta llegar nuevamente a Silvia.
“Inicié oficialmente en el año 2012 en la semana cultural del pueblo Misak, desde entonces me di cuenta que tenía talento para este hermoso deporte: el ciclismo”, explica el silviano quien además expresa que desde el inicio de su carrera deportiva su gran sueño ha sido ganar el Tour de Francia.
No obstante, Jimy no se quedó allí, empezó a abrirse campo en el mundo de esta disciplina y logró acercarse a entrenadores como George Mosquera, más conocido como ‘Pinocho’ en el mundo del ciclismo y Luis Fernando Saldarriaga quien fue entrenador de Nairo Quintana. Ambos reconocidos preparadores le darían al caucano las bases para convertirse en un deportista del alto rendimiento.
Después de participar en diferentes válidas ciclísticas a nivel regional partió a Tunja, tierra que vio nacer y crecer a los mejores escaladores de la historia del país, donde nació el mito de los ‘escarabajos colombianos’. Hasta allí llegaba Jimy para formarse en las mismas montañas en las que se formó Nairo Quintana, su ídolo. Estando en Tunja logró vincularse al Club Deportivo Provimar de Ramiriquí bajo la dirección técnica de Omar Soler, hermano de otro de sus ejemplos deportivos: Mauricio Soler.
Un año después llegaría al Team Tibaná, bajo la dirección técnica de Erney Casallas, club con el que después de una larga trayectoria a nivel nacional correría la Clásica de Ciudad Aguazul en Casanare, donde después de ganar la última etapa de la competencia, finalizaría cuarto en la clasificación general, lo que despertó el interés de algunos sectores ibéricos del ciclismo por el pedalista silviano.
Toño Saavedra, también oriundo del municipio de Silvia, fue el principal artífice para darle inicio al sueño de Jimy, después de concretar su paso al club español y adoptarlo como a un hijo para que el deportista pudiera abrirse paso en las grandes ligas del deporte, esta vez en las filas del Club Ciclista Saint Boi bajo la dirección técnica de Jesús Ruiz, quien desde 1998 se ha encargado de que este club sea un referente mundial en formación de ciclistas.
Después de llegar a Cataluña, el escarabajo caucano inició su camino a la gloria afrontando la primera competencia con su nuevo equipo. En la Copa Catalana de Ripoll, Jimy hizo honor a la fama de los escaladores colombianos llevándose el premio de montaña y terminando segundo en la etapa, todo en su primera aparición oficial en España. Un debut de ensueño.
“Lo más importante para sobresalir en este deporte tan hermoso y duro ha sido el amor por la bicicleta, pero sobretodo la disciplina”, asegura el deportista, quien además espera dejar en alto el nombre del ciclismo caucano y en especial el del pueblo Misak, pues como él explica: “somos una potencia en el ciclismo pero lastimosamente la falta de apoyo e interés han hecho que los deportistas no puedan sobresalir teniendo que irse a representar a otros departamentos como me tocó a mí”.
El ciclista caucano lucha y se entrena aprendiendo de los mejores, nunca deja de seguir los movimientos de sus ídolos y no se cansa de ver cómo los dos titanes del ciclismo se enfrentan a las carreras más importantes del mundo. No obstante, si de admirar y seguir el ejemplo de alguien se trata, las primeras personas son sus papás, a quienes más que deberles la vida les debe todos los aprendizajes y el honor de pertenecer a la cultura misak.
“Para mí ser Misak es maravilloso porque gracias a ello soy lo que soy, llevamos más de 500 años de lucha contra la conquista española y ahora he venido a Europa a conquistarlos a ellos pero en bicicleta”, afirma Jimy, que espera algún día subir al primer peldaño del Tour de Francia y recibir la camiseta amarilla con el traje tradicional de los indígenas Misak.
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