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Chuspas… ¡que enredo!

EDUARDO NATES LÓPEZ

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Como era de esperarse en el país de las paradojas; en donde el Fiscal Anticorrupción es un maestro de la corrupción, delito que supuestamente le tocaba perseguir en el ejercicio del cargo; Donde el Secretario de Seguridad Ciudadana de la segunda ciudad más importante de la nación, Medellín, está detenido para investigar su vinculación con bandas delincuenciales; Donde el Presidente de la República está dedicado a desfilar en las pasarelas del mundo político, recibiendo homenajes y exhibiendo su diploma de Nobel de Paz, mientras las encuestas al interior le dan algo así como el 12% de popularidad, lo mínimo que podría ocurrir es que una medida para defender el medio ambiente quedara mal diseñada y con improvisaciones triviales, porque la cotidianidad y la realidad mecánica de las cosas obliga a pensar con más objetividad en ellas.

Nadie puede negar que el daño que están haciendo las chuspas en la naturaleza, por su difícil degradación y la contaminación que causan, obliga a forzar la imaginación profundamente para montar un plan coherente, factible, estructurado en todos los detalles etc. etc. y sobre todo que comience por educar persistentemente a la ciudadanía hasta convertir la prevención del daño en un hábito consciente. Pero lo que se determina, como medida gubernamental, es una fecha aleatoria, para comenzar a cobrar “un impuesto a la contaminación” de $20.00 por chuspa, que los almacenes deben recaudar, y que podrán manejar a su antojo.

Aceptemos que con cierta anterioridad comenzó a difundirse la razón de la implantación de la medida, pero no se pensó, por ejemplo, en el enredo que se presentaría en las cajas de los supermercados con el pago de los $20 pesos, una suma que parece irrisoria y que encontrar una monedita de esa denominación es un milagro, que ya es casi despreciable (en principio y vista de manera individual) pero que no tiene porqué, la gente regalarla. Por lo general tendrá una moneda de $100 pesos y tienen que darle 4 monedas de $20 como “vuelta” o “regreso”… y vaya a que la cajera tenga la disponibilidad a mano… viene la demora en la caja… el cliente que viene atrás en la fila comienza a desesperarse… y a reclamar y se vuelve un zafarrancho y luego una tomadura de pelo, hasta que la medida, con un fondo ecológico incalculable, se vuelve ridícula y comienza a generar antipatía. Y no solo lo anterior. Ya comenzó a rodar en las redes un mensaje que cuestiona fundamentalmente el procedimiento: es una foto de un consumidor cualquiera, pensando:…” en el supermercado no me dan bolsa porque contamino… pero ¿si la pago, no contamino? “

Es un embrollo parecido al que ocurrió hace un tiempo, cuando a los supermercados les dio por implantar, en sus cajas de pago, la famosa pregunta: “¿…desea usted donar los $95 pesos de vuelta a una institución de beneficencia?” y se desató semejante polémica, al descubrir que por existir la posibilidad de deducir el valor de las donaciones, del total de los impuestos que debían pagar las grandes superficies y almacenes de cadena, supuestamente con esas donaciones de centavos y pesitos de cada cliente, pero de miles de clientes diarios, estaban supliendo o compensando los impuestos a cargo del almacén que fuere…

Por supuesto, en un país donde la corrupción hace parte del escudo nacional, la gente está pensando en qué bolsillo irán a parar los $20 pesitos por chuspa que toca pagar, y no por su pequeño valor individual sino por la millonada en que se convierten, dado el incalculable factor multiplicador que se le puede aplicar.

Me anticipo a los comentarios sobre la liviandad y el manejo superficial del tema en esta columna, pero tampoco dejo de pensar en que todo hace parte de ese ajuar de la vida cotidiana de los colombianos…Pero también pienso que antes de revolverle dinero al tema, es mucho más importante profundizar en la educación ecológica y la responsabilidad vital de cada ciudadano con el medio ambiente.