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Así como a nivel nacional este Departamento ocupa los primeros lugares en tener más hectáreas sembradas de esta planta, también se destaca por ser una de las zonas donde más iniciativas de transformación legal hay. Con el visto bueno del Estado, comunidades y academia se unen para generar desarrollo alternativo para los ‘cocaleros’.
Por: Olga Portilla Dorado
@olguitapd
Desde el año 2017 el Sena Regional Cauca se convirtió en el primer Centro –y hasta ahora el único del país- en desarrollar una línea investigativa para trabajar en diferentes programas formativos con la hoja de coca. Incluso, el Fondo Nacional de Estupefacientes (FNE) les otorgó el primer permiso para comprar, transportar y almacenar hoja de coca para su transformación en bienes lícitos como fertilizantes e ingredientes nutricionales empleados en investigación científica.
Abono para cultivos, lombricultura, insecticidas, galletas, chocolates y pasteles elaborados con hoja de coca, y turismo alrededor de este cultivo, son algunos de los productos y bienes lícitos que desde el Cauca se están produciendo gracias a una alianza entre academia y comunidades, y con el visto bueno del Estado. Actualmente son cincuenta aprendices y 25 instructores vinculados a este proyecto que lidera la ecóloga Dora Troyano, quien es instructora del Centro Agropecuario de esta institución.
“Los tres Centros de la Regional Cauca tenemos iniciativas con la hoja de coca: en el Centro Agropecuario estamos desarrollando abono y productos de panificación, en el Centro de Comercio y Servicios hacemos investigación sobre turismo alrededor de la hoja de coca con la comunidad de Lerma en el municipio Bolívar, con ellos se hizo una ruta turística y tenemos gente capacitada como informadores turísticos; y los chicos de Animación 3D del Centro de Teleinformática están haciendo un corto animado para incentivar a la gente a conocer la ruta de Lerma, para que se amiguen un poco con la hoja de coca y los territorios caucanos”, comenta Dora Troyano.
El pensamiento de Dora desde hace más o menos 18 años cuando tuvo la oportunidad de viajar a conocer la coca en Bolivia y Perú ha sido que el desarrollo en los Andes tiene que ser a partir de este cultivo, con visiones distintas, alternativas, creativas que permitan convertir el ‘supuesto’ problema en una oportunidad; porque considera que “por un lado van las políticas del Estado y por el otro las necesidades de las comunidades, hay que darles respuesta a ellos, y lo que necesitamos en este momento es comida, comida confiable, limpia, buena, y el hacer los abonos con coca nos da la posibilidad de nutrirnos mejor, por ahora ese es el problema que queremos abordar”.
“Convertir el problema en una oportunidad”, se traduce en generar políticas desde y para las comunidades quienes por años se han dedicado a cultivar la coca por ser un producto tradicional, que articula actividades comunitarias, ritos, labores cotidianas, toda una identidad e importancia cultural y ancestral; pero principalmente porque la “hoja de coca, no es cocaína”.
El papel de la academia
En ese contexto, la Universidad de los Andes y su Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas (Cesed) ha tenido ‘bajo la lupa’ el tema de los cultivos de uso ilícito en el país, ha hecho seguimiento a la efectividad o no de políticas como la erradicación forzada y la aspersión aérea de glifosato, también ha analizado la aplicación de otras políticas para sobrellevar este tema en otras regiones del área Andina (Bolivia, Perú), y entre lo que se ha concluido es que contrario a lo que se esperaba, el número de hectáreas cultivadas ha incrementado.
“La Universidad de los Andes ha venido defendiendo desde hace muchísimos años que la erradicación forzada ya sea a través de glifosato o manual no funciona, y lo único que ha hecho es incrementar el número de hectáreas que están cultivadas, ya sea aquí o en la región, y como no funciona queremos mostrar cosas que pareciera sí estar funcionando y que tienen que ver más con políticas de desarrollo, de desarrollo rural alternativo, de empoderamiento de las comunidades”, señala Catalina Maecha, coordinadora del Cesed de la UniAndes.
Por lo que en ese camino y en el marco del curso ‘Políticas de drogas, producción y tráfico en la región Andina’ llegaron al Cauca para visitar el corregimiento de Lerma en Bolívar, e ingresar al laboratorio del Sena donde trabajan la hoja de coca para hacer abonos y fertilizantes, y mostrar estos proyectos pioneros en el país a los participantes de ese espacio académico.
El objetivo de esta iniciativa apoyada por la Open Society Foundations fue llevar el conocimiento que hay sobre la hoja de coca, producción, el tráfico de drogas y las políticas que hay en los países de la región Andina así como en México, para dar cuenta de esas lecciones aprendidas y de los retos que persisten.
“El Cauca tiene iniciativas muy importantes e interesantes que hay que mostrar porque tienen que ver con todo el proceso de usos legales de la hoja de coca y que además le apunta a qué podemos hacer además de fumigar, de asperjar, hacer desarrollo alternativo, ver cómo podemos utilizar eso y hacer algo que tenga que ver con la agroindustria, y mostrarlo desde la voz de las personas que lo están haciendo, que están tejiendo proyectos productivos con la hoja de coca es muy significativo”, añadió Maecha.
Además de los proyectos pioneros de Lerma y del Sena, desde hace 20 años existe en este departamento una empresa llamada Coca Nasa donde la mayoría de sus integrantes son indígenas del resguardo de Calderas (Inzá). En esta empresa, ellos se encargan de transformar la hoja de coca en tres líneas de producto: cosmetología y salud, alimentos y licores.
“Es una iniciativa del pueblo Nasa que propone la defensa integral de la hoja de coca ante la estigmatización que hay por el tema de las drogas, es una forma de contarle a la gente que la coca tiene usos industriales, productivos y comestibles muy amplios, y propone una salida al narcotráfico en tanto que ya no es el proceso industrial de elaborar clorhidrato de cocaína, sulfatos, etc., sino que ahora esa hoja hace lo que debió haber hecho siempre: alimentar a la gente”, dice David Curtidor, encargado de transportar los productos de Coca Nasa.
Como autoridad indígena ellos mismos produjeron los actos administrativos para el uso de la hoja de coca, la autorización para su transporte y el registro sanitario de los productos, los cuales, según lo ratificó el Consejo de estado en 2015 tienen vigencia y son vinculantes en todo el país, por lo que no es prohibida la venta de los productos bajo la marca: Coca Nasa.
“Tenemos cremas hidratantes, cremas para los dolores, geles, antiinflamatorios, que van acompañados de otras plantas tradicionales también de las comunidades; producimos aromáticas, galletas, harina de coca, ron, vino y ginebra de coca, y ahora estamos trabajando para hacer concentrados para animales”, explica el representante de esta iniciativa productiva.
Y aunque es legal el comercio de sus productos, David Curtidor afirma que siguen siendo perseguidos porque en algunas regiones les decomisan sus insumos o los productos que movilizan para su venta, por eso señala que no los han dejado crecer, y en consecuencia, el beneficio más importante que tiene para la comunidad de este resguardo, no es el económico, sino el prestigio social y político de tener una empresa autónoma, que pueden hacer industria propia y plantear propuestas autónomas para que las comunidades salgan adelante a través de sus propios desarrollos.
Estas experiencias en el Cauca ponen en el escenario del país un ejemplo de que sí se puede construir industria en torno a los usos no narcóticos de la hoja de coca, da una serie de lecciones para que en las zonas donde la coca es el cultivo que predomina en las tierras de los campesinos se pueda generar una verdadera política de desarrollo rural, de innovación, de construir paso a paso una industria legal de la coca en búsqueda del bienestar de sus cultivadores y de la construcción de paz.
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