Jazmín Muñoz Yela
Popayán se sume en la lucha por mantenerse como una ciudad tranquila, transitable, sin afanes y de descanso, contra el crecimiento desmedido del comercio. Hoy en día es difícil encontrar una zona netamente residencial, desde las tiendas pequeñas en cada barrio, pasando por los almacenes o restaurantes y terminando por los grandes centros comerciales, son los espacios comerciales que se distribuyen a lo largo de la ciudad.
Una de las zonas donde por su ubicación, más se nota el cambio, es el barrio Catay y a sus alrededores, donde un gran porcentaje de sus habitantes son personas que superan los 60 años de edad y buscan pasar sus años de pensión en medio de tranquilidad, recibiendo esporádicamente a sus hijos y nietos, paseando a sus perros o simplemente caminando sin prisa. Pero la realidad es otra.
“En este barrio hay mucho comercio y eso no es malo, todo mundo tiene derecho a progresar y tener su trabajo, el problema es cuando ese derecho al trabajo vulnera el de los demás. Por pensar en acomodar el comercio han desacomodado a las personas que acá vivimos hace muchos años y algunos comerciantes deberían tener presente que su derecho termina donde comienza el de los demás”, dijo un habitante del barrio Catay.
Las inquietudes de los residentes de este sector se parecen mucho a las de otros, donde falta intervención de la institucionalidad; pero la particularidad radica en la exigencia al municipio, de la regulación en el espacio público y los establecimientos comerciales, para que estos no intervengan con el libre desarrollo de las familias que aquí conviven.
“En varias calles los andenes el andén, me fui a planeación a poner la queja y me dijeron -si ya vamos- y no vinieron. Ahora ya no hay andén, eso es una rampa para cuadrar carros”, dijo Salvador Chávez, habitante del sector.
En la misma calle hay varios habitantes inconformes no solo con los andenes, sino por la falta de sumideros. “Allá abajo se forma un río, yo vivo en toda la esquina (calle 18 con carrera 12 norte), acá no hay sumidero y el alcantarillado es pésimo y viejo; necesitamos que hagan algo al respecto porque cuando llueve, esto se inunda”, agregó Inés Cerón, residente de la zona.
La falta de sumideros y la basura u hojas que tapan los pocos que hay también significan un problema. “En el Gimnasio que hay por la 18, hay unos árboles muy grandes y si nadie les presta atención, un día de estos pueden caerse y aplastar a alguien. Yo he mandado cartas a la CRC y no pasa nada. Entonces sin andenes, con los pocos sumideros tapados cuando llueve se llenan de agua y toda la gente que viene del batallón no tiene anden para transitar y es un peligro, son varias cosas, me queje a la alcaldía, que ya habían venido a revisar y nada”, indicó Inés Cerón.
Algunas quejas no solo están dirigidas al municipio sino también a los mismos habitantes que aparentemente burlan las normas. “Yo no entiendo cómo las bahías, siendo un espacio público, son usadas por un particular. El señor Luis Ayerbe decidió poner unos bolardos y cadenas a una de estas bahías que se supone son de uso público, pero él no quiere que nadie más las use más que los arrendatarios de sus predios”, indicó un habitante del sector.
A dicha molestia, el señor Ayerbe respondió que la bahía está dentro del espacio correspondiente al antejardín de su predio, dejándole una zona para que los peatones circulen sin peligro fuera de la vía.
Las quejas en relación al comercio tienen que ver con la aglomeración de gente o el uso de espacios de forma indebida. “El puesto de ventas de hamburguesas en la esquina, (Calle 18 con 12) tiene un problema con el manejo de los olores, cuando vimos que se estaba construyendo, protestamos pero por sus influencias les concedieron las licencias. El olor de la carne y el carbón es fuerte, la chimenea no absorbe, no sirve, y el olor a carbón de piedra puede causar cáncer de pulmón. Estamos de acuerdo que tengan negocio, pero que no perjudiquen a los demás”, indicó un habitante del sector.
Además que dichos establecimientos según la comunidad, atraen más inconvenientes. “La bulla de los muchachos en sus carros, a las dos o tres de la mañana, es impresionante y uno llama al CAI y no responden toca llamar al 123, porque los del cuadrante no responden, tienen que venir de allá por que los del cuadrante no atienden las llamadas”, agregó otro habitante del barrio.
Saliendo de este sector nos trasladamos a la glorieta, donde muchos habitantes se quejan por la falta de semáforos para regular el uso de la misma. “La glorieta de Catay debería tener semáforos, porque ahí hay muchos accidentes y salir y pasar al otro lado es un problema. A una amiga una moto la tiró al piso, porque acá nadie respeta la cebra y no es un asunto de velocidad, es de organización y de cultura ciudadana”, indicó una habitante del sector.
Los habitantes de esta zona aseguran estar abandonados por el municipio porque nadie tiene en cuenta el daño que a su salud y bienestar les están generando la construcción.
“Acá ni a recoger la basura llegan y es un impuesto que se nos está cobrando; nos sentimos marginados, acá nos dejan el mugre, porque la basura la tenemos que sacar hasta la esquina”, agregó Gladis Marina.
Construcciones molestas
Nos trasladamos a otra parte del barrio donde la inconformidad es mayor por la ampliación del centro comercial Campanario. Donde sus habitantes exigen una respuesta.
“El grupo Arinsa nunca ha sido concreto respecto a la ampliación del centro comercial Campanario, ya los tenemos en las narices, con el ruido y el polvo, ellos tiene a cargo de la ampliación del centro comercial, pero a la comunidad no se la ha tenido en consideración. Acá descargan materiales y no queremos que sea zona de descargue de material, porque las pocas vías que hay, están dañándose y en época de lluvia hay mucho barro y en verano mucho polvo”, dijo Gladis Marina.
Muchos vecinos aseguran que el auge de la construcción les ha traído muchos problemas. “No tenemos andenes, esta zona es muy insegura en cuanto a movilidad, no sabemos por dónde transitar, por acá transitan tractomulas, son vehículos de carga pesada y estas calles no están habilitadas para ese tipo de transporte, no queremos que transiten vehículos de carga pesada”, agregó Edilma Alvear.
Son varios los motivos respecto a la constructora que tiene molestos a los vecinos, el más notorio es la falta de respeto por parte de la empresa, al no socializar el trabajo que se va a desarrollar, dijo Palma Ximena Navia, habitante de la zona. “Una vez vinieron a decirnos qué harían y quedaron de darnos unas actas, pero nunca vinieron y desde ese tiempo las cosas han cambiado. Ahora corrieron los cercos más de dos metros, unos vecinos fueron a planeación y les dijeron que era legal y en la curaduría nos dijeron que costaban 700 mil los planos, o sea que no podemos saber cuáles son los límites de ellos, si es que los tienen y en tiempos de lluvia, las correntias de la calle 22, la carrera once y la diez se entran a nuestras casas. No pusieron sumideros, y nos prometieron, que iban a cambiar el alcantarillado y tampoco. Nos dicen una cosa y no hacen nada, la obra avanza, llevan más de un año y nosotros estamos marginados”.
Los vecinos que están atrás de la construcción le piden a la constructora y a la alcaldía darle soluciones reales. “Nos prometieron que iban a colocar el afirmado de la calle (la base de la calle) la capa antes del pavimento, pero luego dijeron que no, que al final de la obra, pero como están las cosas nos van a salir con nada”, agregó Jesús Rengifo, habitante del sector.
“Nos cobran como estrato cinco, pero los servicios a los que tenemos derecho no llegan. Además se ha incrementado la inseguridad y han robado en varias casas a pleno luz del día; hay tres colegios y no hay andenes para transitar, uno anda con miedo de que lo atropellen, queremos que alguien nos escuche y nos dé una solución, porque hacemos parte de esta ciudad y nos merecemos respeto”.
Hay esperanzas…
A pesar de los inconvenientes algunos habitantes aseguran que su barrio es un buen vividero, “… llevamos muchos años viviendo acá y aunque las cosas han cambiado, es bonito este sector. Acá vivimos personas desde que se fundó y porque queremos mucho nuestro barrio pedimos atención para él”, dijo un residente que lleva más de 30 años en la zona.
El barrio Catay tiene una particularidad que gusta mucho entre las personas que por ahí transitan. “Es agradable venir. Acá he visto los antejardines más bonitos, hay unas casas con estilos muy lindos y las personas que las habitan se han dedicado a cultivar hermosos jardines, da gusto pasar y apreciar todos los estilos de flores y plantas que tienen”, agregó un transeúnte.
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