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ALVARO ORLANDO GRIJALBA GÓMEZ
Desde hace varios años cuando presentábamos por la televisión local nuestro programa diario “Café y Ciudad”, todos los jueves los dedicábamos a plantear exclusivamente temas del cambio climático, para ir creando conciencia social sobre la necesidad de hacer entender a las comunidades que nos rodean, la importancia suma de ahorrar el agua, proteger los nacimientos y fuentes hídricas, los humedales, defender bosques, sembrar árboles, evitar la contaminación de los ríos, evitar la deforestación y a toda costa luchar por la defensa de nuestra naturaleza.
Era un tema desconocido en los colectivos sociales urbanos y rurales, que poco a poco con la acción de los ambientalistas, naturalistas y profesionales, fue abriéndose lentamente espacio para la discusión en nuestro medio, y así hacer entender la importancia de mirar con seriedad todos los riesgos que en un futuro no muy lejano todos los seres vivientes de la tierra sufriremos, si no asumimos una cultura sobre este fenómeno, desde el hogar, la escuela y las universidades, en las ciudades y en el campo, y se fijan políticas de Estado comprometidas para salvaguardar el futuro del planeta tierra, de nuestra ecografía nacional, como deber y obligación moral de todos.
Según la Convención Marco de la Naciones Unidas para el Cambio Climático, firmada en mayo 9 de 1992 en Nueva York, el cambio climático “es un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables.”
Esta Convención que fue firmada por casi todos los países del mundo, todos los americanos la suscribieron, tiene como objetivo último, lograr la estabilización de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático, asegurar que la producción de alimentos no sea amenazada y permitir que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible.
Las partes deben proteger el sistema climático en beneficio de las generaciones presentes y futuras, tomando medidas de precaución para prever, prevenir o reducir al mínimo las causas del cambio climático y mitigar sus efectos adversos.
Lo cierto es que todos los países del mundo deben comprometerse a evitar que la temperatura del planeta aumente en más de 1,5°C, pues sobrepasando este límite, las desgracias que se nos avecinan, según los últimos alarmantes informes científicos, en menos de doce años, es decir para el año 2030, serían de dimensiones incalculables y los daños y cambios al ecosistema irreversibles, las afectaciones agrícolas, económicas y de todo orden, incalculables.
Sin duda es un tema que todos los gobiernos del mundo deben poner sobre el tapete y el nuestro no puede ser una excepción, máxime cuando estamos siendo testigos de los deshieles de nuestros glaciares y volcanes de nieves perpetuas, otrora coronados de blanco como el imponente Puracé que embellece nuestro bucólico paisaje.
El deshiele de los árticos, el aumento del nivel del mar, los tsunamis, el desbordamiento de ríos y las inundaciones, los tornados, las erupciones volcánicas, los huracanes, las sequías, las olas de calor, entre otras anomalías naturales, son señales inequívocas del desequilibrio provocado que está sufriendo la tierra por la irresponsabilidad humana, generadora de las emisiones incontroladas de gases de efecto invernadero que conllevan el cambio climático que hoy nos afecta.
Estamos en mora, todos absolutamente todos los ciudadanos del mundo, y especialmente nosotros los colombianos, los caucanos, los payaneses, nuestros gobiernos nacionales, departamentales y municipales, de impulsar campañas medio ambientalistas con mayor énfasis para ayudar a parar y controlar el cambio climático.
La temperatura del globo terráqueo no puede superar ese 1.5°C grados centígrados, meta fijada en el Acuerdo de París de diciembre de 2015, firmado por 195 países que acordaron reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y que el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático IPCC de científicos, advierte de sus gravísimas consecuencias de exceder dicho límite.
Dios quiera que dentro de doce años no haya lamentaciones tardías por no haber hecho lo que debemos hacer ahora.
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