¿Cambiamos derechos por monedas?

OSCAR MANUEL CASTRILLÓN COBO

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Se ha vuelto un mal común ver niños y niñas expuestos a los peligros que supone propiamente la calle, trabajando en ella.

Para diciembre del año pasado, el viceministro de relaciones laborales e inspección de Ministerio de Trabajo, Carlos Alberto Baena, confirmó que 796.293 niños, niñas y adolescentes están en situación de trabajo infantil. El 56% está en las áreas rurales y en el área urbana un 44%.

Cuando éramos niños nuestros padres se percataban de que permaneciéramos el menor tiempo posible en la calle, de que había cierto tiempo límite para jugar afuera y siempre bajo el cuidado de sus ojos; sin embargo, hoy en día nos es común encontrar a los niños vendiendo dulces en las calles, ofreciendo bolsas plásticas, armando ramos de flores, vendiendo recetarios, entre algunas otras cosas, que se intercambian en los semáforos y zonas concurridas por unas pocas monedas.

Una práctica que no solamente es inapropiada por el propio contexto, sino que además atenta contra el desarrollo de los niños, que están enfrentándose a días laborales, jornadas y trabajos extenuantes; práctica que de condenar derechos tan básicos como a la protección, al juego, a no ser separados de su familia e incluso a la educación, se convierte en nociva, ilegal y peligrosa para el bienestar de los niños y las niñas.

No sería justo lanzar juicios acusatorios contra los padres, que muchas veces se obligados a llevar o vincular a sus niños a sus labores, incluso por el solo de hecho de tenerlos cerca mientras ellos trabajan, porque no tienen alguien de confianza que los cuide, o porque para los entornos en los que habitan, acompañarlos a su trabajo es la opción más segura. El problema está cuando los niños son obligados a permanecen la mayor parte de su tiempo trabajando, pidiendo limosna en las calles, ausentándose de sus clases, de la relación con otros niños, de crecer y explorar el mundo desde su inocencia y curiosidad; y se exponen a situaciones peligrosas tanto para su integridad física, como emocional y psicológica.

El trabajo infantil expone a los niños a situaciones para las que no están preparados, a violencia en contra de ellos, a enfrentarse a miedos y temores de los que nadie les habló ni les enseñó como superarlos, a fatigas físicas, estrés y enfermedades que llegan a ser mortales. Por esto es tan importante que en nuestro departamento se continúen con los esfuerzos por reducir y evitar el trabajo infantil; de la mano de los mecanismos creados para ello, como el Sistema de Información Integrado para la Identificación, Registro y Caracterización del Trabajo Infantil y sus Peores Formas – SIRITI y el Comité de prevención y erradicación de trabajo infantil – CIETI; mecanismos que es necesario fortalecer, apoyar, articular y legitimar como protectores de los derechos de los niños en materia de trabajo infantil, y como canales efectivos para proteger a nuestros niños en el Cauca.

El plan de desarrollo del Gobierno se propone bajar la tasa de trabajo infantil de 7.3 a 5.5 durante los próximos 4 años, y bajar la tasa de trabajo infantil es bajar las probabilidades que nuestros niños y niñas sufran violencia, explotación, segregación y daños irreparables a su persona; es entonces muy necesario garantizar que estos derechos sean protegidos, que en los planes de desarrollo futuros sea un tema pilar, de modo que haya una trascendencia en la lucha para erradicar el trabajo infantil y continuidad para que las estrategias de prevención logren su objetivo, promoviendo así, la construcción de entornos sanos, de respeto y diálogo alrededor del desarrollo integral de los niños y las niñas.