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HÉCTOR RIVEROS
@hectorriveross
Las últimas encuestas muestran que al Presidente le va mejor que a su gobierno en la calificación de los ciudadanos. Recuperó una parte importante de la favorabilidad perdida a final del año anterior, pero en casi todos los temas la gente siente que estamos peor.
La encuesta del Centro Nacional de Consultoría que publica el noticiero CM& tiene una curiosa pregunta: le piden a los encuestados que digan si quieren que al Presidente Duque le vaya bien a lo que el 93% contesta afirmativamente.
En las preguntas sobre la imagen del Presidente la calificación es mejor que cuando, como en la de Invamer indagan si aprueba o desaprueba su gestión. En las primeras supera el 50%, en la segunda apenas llega al 42%.
El Presidente es una persona de buenas maneras, ha estado atento a reaccionar cuando surgen cuestionamientos o críticas a funcionarios públicos o respecto de quienes están postulados a cargos. Con su discurso ha bajado la temperatura de la controversia política que otros incendian. Ha mostrado preocupación por temas como el asesinato de líderes sociales y parece tolerante a la crítica, aunque su entorno cercano hace esfuerzos por evitarle cuestionamientos directos.
Duque es buena persona y sobre su buena intención también parece haber una opinión ciudadana mayoritaria. Sin embargo, como lo indican las encuestas no parece atinarle a casi nada porque en prácticamente ningún tema la mayoría de los encuestados percibe mejorías.
Ahora con la pregunta del Centro nacional de Consultoría sobre si queremos que le vaya bien, uno podría aventurar a concluir, en lenguaje coloquial, que la opinión de la mayoría de los colombianos sobre el Presidente es que: es un tipo querido, que no le pega a una y al que todos le hacemos fuerza.
La actitud de la mayoría con Duque parece la del auditorio en un colegio cuando a un niño que recita una poesía pareciera que se le van a olvidar los versos: todos haciendo fuerza para que no se le olviden.
Más allá de esa diferencia entre la persona del Presidente y la gestión de su gobierno, que creo será una tendencia que se mantendrá, las encuestas revelan varias cosas interesantes.
La primera es que en relación con el Eln la opinión está más dividida de lo que se esperaría. Aunque la mayoría de los encuestados apoyan la decisión de levantar la mesa de La Habana, más del 50%, , en cambio, no comparte la idea de incumplir los protocolos pactados con esa guerrilla para posibilitar el diálogo y raja al Gobierno por la manera como está manejando la situación.
Es sorpresivo porque había una idea más o menos generalizada de que la manera como Duque reaccionó frente al atentado terrorista del Eln en la Escuela de Policía le servía para mejorar su apoyo y que ante la indignación la gente iba a pedir mano dura y resulta que el 63% de los encuestados dice que hay que persistir en el diálogo.
La segunda revelación interesante de las encuestas es que, ahora sí, la gente empieza a cansarse de la polarización y entonces castiga a los políticos que identifica con un lenguaje radical y lleno de adjetivos.
Uribe y Petro son los campeones y los símbolos de la provocación y su imagen se deteriora, mientras que otros que se esfuerzan por parecer por fuera del berenjenal mejoran su calificación como ocurre con el ex Presidente Juan Manuel Santos que del 32 con que terminó su gobierno ya va en 44% de imagen favorable, gracias a que no ha dicho una sola palabra de la coyuntura y se deja ver más bien montando en bicicleta o consintiendo a la nieta.
Fajardo tuvo un descenso que no es fácil de explicar en ésa misma línea, aunque quizás uno podría decir que le iba mejor mirando ballenas que teniendo que defenderse de las acusaciones que le hacen por su participación en el proyecto Hidroituango o tomando partido temprano por un candidato a la alcaldía de Cali.
Otra vez en lenguaje coloquial, pareciera que la gente les está diciendo: calladitos se ven mejor.
Tengo la impresión que en las elecciones de octubre el lenguaje pendenciero va a ser castigado por los electores y que se equivocan los candidatos que quieran echar mano de la polarización nacional para conseguir votos.
El tercer dato interesante, que no es nuevo, pero ahora es más relevante, es la diferencia de opiniones entre jóvenes y viejos y entre Bogotá y el resto del país.
A Duque y al gobierno les va muy mal en esos grupos. El 67% de los jóvenes y el 63% de los bogotanos desaprueba la manera como Duque desempeña su labor como Presidente.
No es fácil cambiar esos números de aquí a octubre por lo que la alcaldía de Bogotá seguramente quedará en manos de un candidato que no se deje apoyar de Uribe. Eso no es nuevo, ya Peñalosa perdió en el pasado unas elecciones con Samuel Moreno por aceptar el apoyo del ex Presidente y eso que entonces Uribe tenía una imagen favorable alta.
Aunque los “análisis” se concentraron en el repunte del Presidente en las encuestas, lo cierto es que éstas tienen otros datos más interesantes. Que Maduro le ayuda a Duque ya se sabía.
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