NICOLAS ESCOBAR BEJARANO
Escribo mi última columna de opinión del nefasto 2020, no sin antes anunciar que me tomaré un ligero descanso para compartir con mi familia las fiestas decembrinas, agradezco al periódico El Nuevo Liberal por brindarme la oportunidad de manifestar mi opinión en este espacio sin ningún tipo de censura.
La responsable de que yo respire en este planeta es mi madre, una mujer que no supera los 50 años; siempre cariñosa, tolerante y atenta (tal vez no me alcancen las palabras para expresar la cantidad de virtudes que tiene), sin embargo, por esos azares del destino ha decidido inmigrar a la legión extranjera.
Confieso que me bastó entender la importancia de la situación para desarrollar el sentido más importante que cualquier ser humano podría tener: se trata de la “empatía” hacia aquellos que por diversas situaciones domicilian en otro país. Desde ese momento decidí vivir la vida, entendiendo que no existen fronteras y que somos ciudadanos del mundo.
Espero que todo marche muy bien, que los éxitos estén al voltear la esquina. Creo que esta columna no es mas que una petición desesperada de perdón, por tanto y por nada, por tanta inmadurez, por no entender la importancia de las palabras, por tantas lágrimas y aún peor, por no valorar tu tiempo a mi lado.
De ninguna manera esto se convertirá en una despedida, pues he aprendido que la distancia es sólo una palabra ubicada en los viejoS diccionarios, y por más que la busco y la encuentro, tal vez ese mísero término no logra definir todo lo que siento.
La casa y mi corazón estarán muy vacíos con tu ausencia, pero cuando mires al cielo, a esa enorme bóveda celeste, sabrás que siempre estaré pensando en ti pues cada espacio de mi ser está repleto de tu existencia.
Con afecto, tu hijo.
*** Adenda: en tiempos de regalo, les sugiero que regalen su tiempo.