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    Bromas y plátanos. (Microcuentos- entrega No. 2)

    MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE

    [email protected]

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    LA INMORTALIDAD

    El plátano no quería morir, cómo se iba a morir sin ver el paso de la historia ondeando banderas frente a sus ojos, el lamento del mundo frente a sus desastres, el júbilo de la humanidad frente a la gloria de sus héroes, la risa íntima frente a la estupidez colectiva. Morirse no estaba en su lista de cosas por hacer antes de morir, ni después, ni nunca. Pero las bromas que siempre acechan con su ingenuo sarcasmo vinieron una tarde hasta su casa para ofrecerle un seguro funerario, que incluía un bello jardín para ser enterrado cuando muriera. El plátano lo compró y se encerró en su casa a escribir un poema, un extenso poema mientras miraba el jardín donde sería enterrado al momento menos pensado. Cuando el plátano murió y las bromas leyeron el poema en el periódico no dejaron de suspirar y ver entrelineas la historia de la humanidad con todos sus dolores y alegrías contada por un plátano casi vidente, casi profeta.  Lo raro, dijo una broma mayor, de esas que ya se saben todas las historias del mundo por la experiencia de la vida incrustada en las arrugas de sus años, es que el plátano hubiera comprado un servicio exequial en vez de una imprenta cuando su destino era la inmortalidad de su poema.

    Le interesa leer… ‘Bromas y plátanos (Microcuentos)’

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    PERFIDIA

    Un plátano se enamoró de la esposa de la broma presidente. Entonces comenzó a vigilarla y a gozar del sufrimiento gozoso por todos impensable. Ya saben todos que plátanos y bromas no se mezclan ni pueden verse en el mismo espejo ni muchos menos mezclar la sombra de sus noches. Pero un día la esposa de la broma presidente decidió romper la regla y se comió al plátano en un almuerzo campestre, mientras todas las demás bromas de la élite tomaban café, fumaban y hacían la digestión comentando las teorías novedosas de la imposibilidad de lo imposible con cara de bien informados y donaires científicos. Una broma mayor, con la sabiduría de los años exhibidas en las arrugas de su rostro alcanzó a decir que la teoría de la imposibilidad de lo imposible no debería descartar las excepciones por razones de perfidia en contextos del amor en tiempos del deseo. Todas las bromas se le burlaron en la cara mientras la mujer de la broma presidente cruzaba una mirada cómplice con la broma mayor, que además de sabio, también sabía sonreír como los que saben algo que los demás no saben.

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    EL PODER

    La broma vino y le dijo tres palabras, le confeso dos secretos…y finalmente le soltó una provocación al pobre plátano que desde su escritorio escuchaba medio confundido la hilaridad de la visita. El plátano le contestó usando la palabra imposible tres veces, negando la situación dos y siendo franco con una sola palabra: no. Pero la broma insistió tres veces más, expuso otro par de argumentos y rogó con la palabra “favor”. El plátano entrecerró los ojos, se quedó en silencio y movió la cara de un lado a otro para finalmente decir “es que no entiendo”. La broma entonces le soltó la teoría del aroma del poder, del afrodisiaco poder del poder. Y sin más, el plátano se dejó comer de la broma como Eva se comió un día su manzana. Y así como Eva fue desterrada del paraíso, el plátano fue desterrado de todo lo bueno que tenía. *