Por: Andrés Mauricio Muñoz.
En estos días en que todo nos huele a cambio, para bien, para mal, o para lo que sea, es importante tratar de ser pedagógicos en la exposición de nuestros argumentos, en vez de lanzar arengas cargadas de veneno. De tal manera que aquí, amigos míos, va mi granito de arena a este proceso. Ofrezco excusas de antemano si alguien siente que este ejercicio pretende hablar desde una superioridad moral, o explica con plastilina lo que todo el mundo sabe, pero de cualquier manera es importante hacer énfasis en lo básico, hablar lo más claro posible.
a) La firma del acuerdo de paz no significa que vamos a vivir paz: De acuerdo. Creo que esta es una certeza que todos compartimos. Para alcanzar la paz tenemos que aprender a convivir, a respetar al prójimo, a no evadir las normas, a ser tolerantes, a reconocer y aceptar nuestras diferencias de credo, orientación sexual, etnia, filiación política, región de donde provenimos y equipo de fútbol al que le entregamos nuestra devoción. Una buena parte de la violencia que padecemos se desprende de la cotidianidad, de ese habitar un mismo espacio. Pero es importante entender que la desmovilización de este grupo armado, es un estupendo punto de partida para aprender a querernos más y vivir como se debe. No podemos esperar a resolver todos nuestros lados chuecos para abrirle las puertas a la paz.
b) Sobre entender qué es lo que estamos votando: Es importante que todos leamos el acuerdo, que sepamos en qué consiste aquello tan crucial a lo que le vamos a entregar el voto. Si nuestras ocupaciones no nos lo permiten, si no nos gusta leer, si creemos que vamos a perder el tiempo, por lo menos tratemos de acercarnos a fuentes confiables que han hecho buenos resúmenes para nosotros. En este momento hay varias herramientas pedagógicas en línea que han extraído lo más relevante, los pros y los contras, lo bueno y lo malo, lo feo y lo perverso del acuerdo. Dejemos de lado nuestra postura sobre el asunto y estudiemos los acuerdos como mejor nos parezca, pero sin prevenciones de ningún tipo.
C) Sobre descalificar a quien piensa diferente: Me parece de vital importancia comprender que quien no comparte nuestro punto de vista, nuestro apoyo decidido por el SÍ, es alguien a quien le duele tanto el país como a nosotros, que anhela también que dejemos esa manía de matarnos. En términos generales nadie quiere la guerra, pero sí una alternativa de paz diferente. Es válido asumir que quienes se apegan a esa otra opción de paz nos exponen a todos a más años de combate entre hermanos, a mucha más sangre derramada. Pero no es guerra lo que quieren.
D) Sobre moderar el lenguaje: Ahora que estamos muy cerca de un cambio, es fundamental mesurar un poco la forma como nos tratamos. Qué bueno sería que erradicáramos de nuestro vocabulario expresiones tales como Uribestias, Farsantos o Izmierdosos. Comencemos a querernos un poquito más.
e) Sobre los absurdos del acuerdo firmado: A unos más que otros, pero al fin y al cabo a todos en alguna medida, nos asiste la convicción de que algunas cláusulas son injustas. Tal vez esa noción de justicia de quienes negociaron podría haber tenido mayores alcances. Es cierto, pero ninguna negociación de las que han tenido lugar hasta el momento, consiguió un castigo justo o diezmó la impunidad. Qué terrible sería tener que esperar otros veinte años.
f) Este es un triunfo de todos: Esta victoria que estamos a punto de cantar, y que de tanto esperar se nos está atorando en el pecho, es una construcción colectiva. Todos hemos sido fundamentales. A esta orilla a la que hemos llegado contribuyeron los gobiernos de Belisario Betancourt, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe Vélez, así como el que ahora lidera el presidente Santos.
G) Sobre la financiación de la paz: Cualquier modelo de paz nos iba a costar unos cuantos pesos. Si queremos que estos combatientes se articulen a la sociedad y comiencen a ser productivos, tenemos que brindarles herramientas para su incorporación paulatina a la vida y a la democracia. De lo contrario tratarán de subsistir con lo que mejor saben hacer y que todos sabemos qué es. Hagamos cuentas también de cuánto nos costaría tenerlos a todos en la cárcel.
Ahora sí, vámonos todos de narices a votar.
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