Por: Olga Portilla Dorado
En la libreta y en la memoria de Farid Julicué están registradas las más de 300 tomas guerrilleras de las que fue víctima el municipio de Caldono (veredas y corregimientos). Tan solo la cabecera municipal, según sus datos históricos registra 67.
La primera vez que entró la guerrilla a la cabecera municipal de Caldono fue el 9 de febrero de 1997. A las 10:00 de la noche ingresó un grupo de hombres fuertemente armados, Farid tenía 37 años y su casa quedaba en la parte alta del municipio, desde ahí fue testigo de las ráfagas de fusil y las explosiones que a pocos metros hacían retumbar las paredes y ventanas de su humilde hogar.
La orden que tenían los guerrilleros era acabar con el puesto de Policía, y así lo hicieron, no quedó nada alrededor, solo los escombros que daban cuenta de la magnitud del ataque. En la memoria y apuntes de ese día, Farid no tiene registrado ningún muerto, sólo recuerda que en la tarde la comunidad salió de sus casas y veía a los guerrilleros llevar a los policías hacia la parte alta donde los iban a fusilar.
Los ciudadanos se interpusieron, le quitaron los policías a los guerrilleros y evitaron su fusilamiento. Era la primera vez que los caldoneños se enfrentaban a un grupo alzado en armas.
Pasaron 15 días y los guerrilleros regresaron. A las 10:00 de la noche del 23 de febrero, la cabecera municipal de Caldono era atacada por segunda vez, pero además de las ráfagas y las explosiones de granadas, está vez los estallidos eran más fuertes, los insurgentes usaban cilindros bomba para atacar al pueblo.
“Como no había Estación de Policía, el alcalde de la época decidió trasladarlos a la escuela de varones que estaba detrás del hospital, y hasta ahí llegó la guerrilla y acabó con el colegio. Ese día sí hubo muertos de lado y lado, pero la muerte que más nos dolió fue la de una anciana de 89 años junto a su nieta, ninguna de ellas se quiso ir cuando la guerrilla dijo que salieran del barrio que iban a acabar con él, y así fue, ahí murieron”, recuerda Farid.
En medio de la conversación, a este caldoneño se le salen las lágrimas al recordar los amigos que perdió en el corregimiento de Siberia, donde también la guerrilla se ensañó con el pueblo y la comunidad, incluso allá llegaron antes de tomarse Caldono por primera vez.
Sus amigos, con quienes jugaba fútbol cayeron como víctimas de las balas de la guerrilla. En su recuerdo están intactos los nombres y el talento que tenían en el campo de juego. Para Farid, así fue como la guerrilla empezó a trastocar la realidad de los caldoneños, primero con el deporte, luego con la educación y la vivienda, después con la economía y el turismo.
“Luego vinieron una serie de tomas, donde entraban a Siberia y a Caldono simultáneamente, ahora ya no les importaba si era de día o de noche y como acá no había Ejército, a los 12 policías que había en el puesto les tocaba multiplicarse”, comenta Farid.
Estando en la casa de este líder, donde actualmente viven sus tres hijos, recuerda que antes de construirla tenían un ‘ranchito’ en la zona donde ahora es el patio de la nueva casa, allí, bajo las paredes de madera y techo de zinc, él junto a la que era su esposa y sus pequeños se refugiaban de las balas y explosivos, que cuando detonaban caían como lluvia sobre su casa. “Hubo un día en el que mi hija desde las 10:00 de la noche que empezó el ataque hasta la 1:00 de la mañana contó 65 cilindros que habían tirado”.
En medio de esos ataques guerrilleros y cuando los integrantes de las Farc se paseaban en Caldono como “amos y dueños”, la casa de Farid que está ubicada en la parte alta del municipio era uno de los lugares donde ellos se ubicaban, era estratégico para lanzar desde ahí o desde la loma los cilindros.
Por esos días también era “normal” que llegaran a Siberia los miembros de las Farc y robaran el Banco Agrario, incluso la última vez que llegaron a ese lugar solo encontraron 500 pesos. Los ataques y la presencia de estos insurgentes se había convertido en el pan de cada día de los caldoneños, tanto, que algunos se atrevían a “pronosticar” el día en el que se tomarían el pueblo.
Otro de los ataques que no sale de la mente de Farid y que por supuesto quedará registrado en el libro que está escribiendo, fue el que ocurrió el 23 de julio de 1998, donde la vida del líder indígena Yatenco y su hija de 6 meses de nacida, fueron arrebatadas. A eso de las 5:00 de la tarde en la vereda Plan de Zúñiga, cuando este hombre se disponía a hacer un domicilio (mototaxi) y llevaba en sus brazos su pequeña, tres milicianos que estaban frente a su casa le dispararon en varias ocasiones.
En noviembre de 1999 de nuevo el blanco de los guerrilleros de las Farc era Siberia y Caldono, en ambos pueblos la idea era acabar con el Puesto de Policía, objetivo que lograron sólo en Siberia, donde además la iglesia y todas las casas de alrededor quedaron por el piso. Ese mismo día, en Caldono quedó destruida la escuela de señoritas, incluso hoy en día lo que queda de ese colegio es usado como Cuartel de Policía, allí en medio de la maleza y las paredes caídas se ven las trincheras y uno que otro militar.
Entre la larga lista de las incursiones de las Farc a Caldono, Farid nunca había sentido estar tan cerca de la muerte como aquel 27 de noviembre de 1999, donde lo cogieron en la puerta de la casa y lo llevaron hasta la cancha para que les dijera donde estaba la alcaldía y la iglesia, él con las piernas temblorosas decidió parar antes de llegar al parque porque sabía que ahí si no lo mataba la guerrilla lo mataba la Policía.
“Les dije a los guerrilleros que me mataran si querían, pero que yo no iba a caminar más que ya les había dicho lo que querían saber…y en eso, por primera vez vi una guerrillera mujer, que se paró en frente mío y solo dijo: dejen ir a esa gallina. Apenas escuché eso salí corriendo”, cuenta Farid.
Durante todos esos años y hasta el 2001 las tomas no mermaron, cada que querían la guerrilla hostigaba el municipio. Pero llegaría el 12 de noviembre de ese año, cuando Farid y otros líderes recibieron una llamada donde les avisaban que iban a tomarse Caldono, y como el pueblo ya no tenía colegios y varias casas estaban en el piso, el pensamiento de la comunidad era que ahora iban por la estación y por la iglesia, lo cual no lo iban a permitir.
Tanto él como sus compañeros hoy no saben de dónde les salió la idea de ponerse en resistencia civil y salir al parque con megáfono en mano llamando a la población a que saliera de sus casas y fueran a buscar a los guerrilleros.
Guiados por cinco líderes, docenas de caldoneños subieron hasta la loma donde estaban los miembros de las Farc y entre todos dieron el primer paso: ponerse en frente y rodear a los milicianos, “si nos mataban, era a todos”, dice Farid. Pero no fue así, ese día no se disparó ningún arma y junto al defensor del pueblo Víctor Mélendez, el personero y los gobernadores del Cabildo y un sacerdote suizo, defendieron no solo la iglesia si no la vida de todos los del municipio.
Fueron tres resistencias civiles las que hicieron los caldoneños, quienes han sido resilientes a la violencia y hoy son protagonistas del proceso de paz, algunos creen en ella pero desconfían en las promesas que están plasmadas en los Acuerdos. Pocos creen en las obras e inversiones y en el perdón, pues no dudan de que el perdón de palabra no sirve, sólo valen los hechos que los guerrilleros hagan para devolverle algo de lo que le quitaron a Caldono.
En medio de esa guerra muchos caldoneños decidieron irse de su pueblo, con dolor dejaron su tierra natal para embarcarse en nuevos rumbos. Sin embargo, uno de los desplazamientos más grandes se vivió en el 2005, cuando desde el 3 hasta el 5 de julio los guerrilleros hostigaron el municipio con todo tipo de explosivos, incluso, se dice que ahí estrenaron los tatucos.
“Nadie había oído hablar de tatucos, yo creo que aquí en Caldono los estrenaron, el último día del hostigamiento fue con esos explosivos que pasaban por encima de las casas y uno solo escuchaba cuando explotaban. Ese día fue cuando yo vi la mayor cantidad de gente que salía del pueblo, todos corrían como locos tras el aviso de la alcaldesa, sin zapatos, sin maleta, sin nada salían hombres, mujeres y niños”, cuenta Farid.
En 2011 y 2012 “también fueron tomas bravas” dice este líder del municipio, en una de ellas toda la comunidad creía que habían matado a un grupo de 45 soldados que ya habían en la zona y que acampaban en el Cerro de Belén, sin embargo, los soldados se habían escabullido loma abajo cuando se dieron cuenta que no podían arremeter los ataques de los guerrilleros porque no contaban con el armamento suficiente.
“Ese día cuando el comandante del Ejército me llamó, me dijo: baje a la estación, baje que los soldados están vivos, y así fue, el que más grave estaba tenía una herida en la rodilla cortado por un alambre”, relata Farid Julicué.
Después de esa fecha, según las bitácoras de este campesino de 56 años, siguieron dos tomas más y la última que fue en 2014. Desde su casa los guerrilleros disparaban la ametralladora y lanzaban los tatucos, ese día en un momento en el que se les trabó el arma, él y su actual compañera salieron por el solar, caminaron seis casas más allá de la suya y ahí encontraron refugio entre sus vecinos. De nuevo la vida de Farid y la de su familia estaba segura, habían sobrevivido a otra toma.
A pesar de estos 20 años que han pasado desde que este hombre da cuenta de la guerra que azotó a su municipio, y de que el conflicto le arrebató sueños y amigos, Farid nunca pensó en irse de su tierra, solo estuvo dos meses por fuera porque lo habían amenazado y sentía que no era vida quedarse en su casa sin poder salir por miedo. En esa ocasión supo que era desplazarse, dejar todo y llegar a un lugar desconocido, sin trabajo y sin cómo rehacer su vida.
Pero eso lo hizo más fuerte y regresó a Caldono, siguió con su escuela de fútbol donde tiene 96 niños. La política nunca le ha gustado, aunque sí viaja y lo invitan a foros en Popayán y Bogotá, incluso se codea con Ministros y el Gobernador, porque desde su rol como líder presenta proyectos y pide recursos para hacer obras en su municipio.
Por ahora, mientras se dedica a sembrar plátano, yuca, aguacate y piña en su finca, la cual tuvo que abandonar durante siete años, también saca tiempo para visitar la Zona Veredal Transitoria de Normalización ubicada en Caldono, la única que está en un territorio indígena del país.
Farid, además de destacar el compromiso que tienen los guerrilleros de las Farc, también se sorprende al ver que entre visita y visita encuentra más caras conocidas, gente de su propio pueblo.
“Fue una sorpresa muy grande cuando un día que fui me ofrecieron café y el comandante explicaba cómo era que a mí me gustaba, ellos sabían quién era yo, qué hacía. Poco a poco me fui dando cuenta que habían varios del pueblo, el señor donde yo compraba algunas cosas para la casa, el otro que hacía otros trabajos y así…era algo que no podía creer”, relata Farid.
Finalmente, este hombre sueña con publicar su libro y con poderle contar a sus nietos que un día Caldono se levantó de las cenizas, reconstruyó su memoria y fue un semillero de paz, que así como fue protagonista en la guerra, también lo fue en el posconflicto y que el acuerdo entre Gobierno y Farc, y los compromisos entre ambos sí dejaron obras de impacto para ellos.
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