GUILLERMO ALBERTO GONZALEZ MOSQUERA
Lo ideal en esta tipo de análisis es poder contar con estadísticas confiables que nos permitan respaldar algunos análisis sobre por ejemplo, cuál es el número de personas que llegan a la ciudad en la Semana Mayor, o cuál es el impacto de las festividades en el producto interno bruto de Popayán en este período semanal, o cuántos empleos nuevos se generan, o cuál es la ocupación hotelera, en fin conocer con algún grado de precisión el cambio que se genera en los indicadores sociales o económicos por este evento singular. No hay duda sobre los beneficios intangibles que se pueden apreciar con la sola observación del movimiento que se ve en las calles, el fervor en las iglesias y ese deseo interior para que las cosas salgan bien para que la tradición continúe año tras año sin interrupción. Pero se hace necesario que encontremos alguna medición que apoye nuestras argumentaciones para conseguir recursos y voluntad entre quienes manejan chequeras en el estado o en las empresas.
Debo decir que si se escudriñan las opciones de los visitantes hay sitios que se privilegian bien porque son únicos o bien porque llevan un trabajo de siglos que los vuelve apreciables y singulares. No creo equivocarme si el foco principal desde donde nace la admiración de propios y extraños se encuentra en la bellísima colección de las custodias que se guardan en el Museo de Arte Religioso de la Arquidiócesis de Popayán. En este año lo visité dos veces y debo afirmar que nunca me canso de admirar esas joyas deslumbrantes que impresionan por su calidad y volumen. Son únicas en Colombia y constituyen el más preciado tesoro de la ciudad. Solamente se exhiben una vez al año por los días de Semana Santa y se resguardan en una bóveda que no deja lugar a dudas sobre su seguridad. Los guías que las muestran son jóvenes bien preparados que lo hacen con sencillez y legítimo orgullo por su oficio. Desde aquí invito a todos los ciudadanos de esta urbe bendita a que no dejen de asistir a este acto sagrado que nos aumenta el respeto por nuestra historia y por nosotros mismos.
A riesgo de que me caigan rayos y centellas por ser selectivo, sigo considerando que el “paso” más bello de las procesiones es la Virgen de la Soledad del Viernes Santo. Es un rostro de amargura, bellamente rodeado de ángeles y con vestidos y ornamentación sin par. Cuando concluye el desfile sacro y a lo lejos se escuchan los tambores y los coros fúnebres, en la mente y el espíritu de cada uno que cada esa imagen de infortunio, de infinita soledad y profundo dolor que resume el drama que Popayán reproduce para el mundo.
Coletilla gastronómica. Almorzamos en Mesa Larga el Viernes Santo. Buenos sabores pero aún no se alcanza un aceptable nivel de servicio. La gente alabó los platos pero se quejó de los precios. ¡Hay que revisar el tema!
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