EDUARDO NATES LÓPEZ
No se puede negar que a su llegada al cargo de Fiscal General de la Nación, en marzo de 2012, el doctor Eduardo Montealegre Lynett generó una serie de expectativas, positivas unas, por su reconocida trayectoria como jurista, y otras no tanto. Una de estas, por el rumor de que llegaba “patrocinado” por un grupo de EPSs que lo consideraban su “cuota”, dada su cercanía con SaludCop, en calidad de asesor jurídico digno de jugosos contratos.
De SaludCop, en mayo de 2011, la Revista Semana había dicho: “Tras ser considerado el zar de la salud, el redentor del cooperativismo en Colombia y en Latinoamérica, y de haber creado un holding de empresas que movía 2,5 billones de pesos al año, Carlos Gustavo Palacino Antía, fue retirado el jueves pasado de la presidencia de SaludCoop, cuando veinte funcionarios de la Superintendencia de Salud llegaron para intervenirla. Unos ocho mil cheques girados y no pagados a proveedores, inconsistencias en el monto de inversiones en activos fijos, discrepancias en las cuentas por cobrar al Fosyga y giros no legalizados y destinados a actividades diferentes a su objeto social, que tenían a esa EPS al borde de la quiebra, fueron razones suficientes para que el gobierno tomara esa decisión”.
Por otra parte, en la Contraloría General de la República, a cargo de Sandra Morelli Rico, se venía adelantando un proceso de responsabilidad fiscal supremamente delicado, por un valor alrededor de dos billones de pesos, contra Carlos Palacino y otros directivos de esa EPS, precisamente por lo comentado en el párrafo anterior.
Por supuesto, se presentó el esperado “choque de trenes” entre el Fiscal General de la Nación y la Contralora General de la República, con tal intensidad que hasta el propio Presidente de la República se vio precisado a decirles un día “que no llevaran sus diferencias personales al campo institucional”, llamado de atención que no sirvió para nada, pues el enfrentamiento llegó al extremo de que la exContralora estuvo a punto de ser detenida y buscó refugio en Italia, país del cual ostenta nacionalidad.
Otro suceso en el que “brilló” el saliente Montealegre fue al tomar partido descaradamente en el proceso de reelección del Presidente Santos y fungir como áulico desvergonzado de este, en todos los asuntos judiciales que se han analizado en las desequilibradas negociaciones de paz con las FARC; especialmente en la forzada e inentendible “conexión” que resolvió encontrarle al narcotráfico con los delitos políticos, arrasando principios elementales y poder favorecer el acelere descarado de la negociación en La Habana.
Entre muchos otros sucesos insólitos ocurridos en la era Montealegre Lynett, jugó papel preponderante la desmedida y generosa contratación con su admirada Natalia Marlene Lizarazo Tocarruncho, (en alemán: Natalia Springer von Schwarzenberg), escándalo que no poca prensa motivó.
Pero el más folclórico de los asuntos que tuvieron origen en ese insólito despacho, creo yo, es el escándalo que armó el Fiscal Montealegre cuando se topó con una filtración de una charla privada, desde luego “chuzada ilegalmente”, entre la actriz Carolina Sabino y su hermana, de la que, con olfato de sabueso del FBI, presumió que podría estar cerca de un delito de aborto y se dispuso a dictar medidas propias de esa situación, al final inocuas; para finalizar su curioso ejercicio, presentando un proyecto de ley en el que se favorece abiertamente la comisión de este delito, y el cual, según oí en noticias radiales, ya cuenta con el rechazo rotundo de casi todos los partidos del Congreso.
Termino diciendo que un Fiscal General de la Nación, con este recorrido anecdótico (por cierto resumido), desde luego será objeto de todos los homenajes que le prodigará este gobierno; ya debe tener el nombramiento en una de las mejores embajadas en Europa y tendrá que ser despedido por la ciudadanía, con la sonora frase: “Uff… con tal de que se vaya, aunque le vaya bien…
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