Una movilización indígena convirtió a este municipio en una verdadera zona de guerra. Estado y nativos, los bandos enfrentados.
La movilización indígena en Corinto convirtió a este municipio en una verdadera zona de guerra. Los bandos enfrentados son las fuerzas del Estado y los nativos, agrupados en la Asociación de Cabildos del Norte del Cauca, Acin. Estos últimos protestan porque consideran que el Gobierno Nacional no cumple con los pactos de concederles la propiedad sobre la tierra y otras promesas, que a opinión de ellos, quedaron en el papel.
Mientras tanto, integrantes del Escuadrón Móvil Antidisturbios, Esmad, de la Policía deben contender la furia de los nativos inconformes, quienes recurren a toda clase de objetos contundentes para atacar a los agentes del orden.
Así, una protesta que empezó como una ocupación de predios, hoy es todo un escenario bélico: en Corinto están parqueados cuatro tanques EE9 Cascabel y EE11 Urutu, ambos del Ejército, porque ayer fue, hasta el cierre de esta edición, una de las jornadas más violentas de esta nueva movilización. Todo porque los uniformados fueron atacados a bala, sin conocer la autoría, con explosivos artesanales (tatucos) y granadas de fragmentación cuando intentaban recuperar el control sobre el puente que comunica esta localidad con Miranda, y de paso, con el Valle del Cauca.
De un momento a otro, los nativos empezaron a destruir esta importante estructura, aprovechando que algunos lanzaban cohetes pirotécnicos para contener al Esmad. Otros, demostrando furia y odio sin establecerse si son indígenas, empezaron a quemar los cañaduzales de las haciendas copadas, como La Quebrada Seca y Miraflores. Los trabajadores cañeros no se salvaron: muchos fueron interceptados cuando intentaban llegar a sus sitios de trabajo para después despojarlos de estos vehículos y así prenderles candela. La destrucción no paro ahí: tubería usada para la edificación de un acueducto que beneficiará a cinco municipios fue incinerada.
Las reacciones frente a esta situación, que a leguas es de alteración de orden público, no se hicieron esperar. El primero en rechazar la postura violenta de los nativos indignados fue el propio alcalde de Corinto, Óscar Quintero, quien fue enfático al indicar que estos métodos no son los apropiados para protestar y exigir la protección de sus derechos.
“Hemos encontrado una posición muy beligerante de los indígenas. Hay afectación de un puente que beneficia a toda la comunidad, las casas de algunos pobladores asentados en las riberas del río La Paila han sido saqueadas. El curso de este afluente fue desviado sobre la carretera. Como alcaldía ya hemos enviado notas al Gobierno Nacional y otros organismos nacionales para encontrarle una salida a esta situación”, explicó el mandatario local.
Tras las declaraciones del mandatario, se conoció la posición de Feliciano Valencia, líder de los nativos. De entrada indicó que la versión oficial está completamente errada y que, al cierre de esta edición, ya eran 44 comuneros heridos, cuatro de ellos de gravedad tras ser atacados con armas de fuego.
“No estamos armados ni tenemos gente con armas de fuego. Esto es una represión por parte de la Policía, el Ejército y el Estado frente a nuestro legítimo derecho de recuperar los territorios de nuestros abuelos y abuelas hoy ocupados por las industrias cañeras. Nos quieren estigmatizar y culpar de situaciones falsas”, explicó Valencia.
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