Aquí y ahora

© MARITZA ZABALA RODRIGUEZ

@mazarito1

Vivimos en un mundo, un aquí y un ahora en el que por más claridad que tengamos en los relatos que nos entrelazan, nadie sabe lo que va a suceder y lo inesperado, lo anómalo y extraño, están a la orden del día.

Esto, sumado a la realidad y a la condición humana nos marcan las horas.

El pasado miércoles partió un amigo, de menos de 50, deportista profesional, que hasta el último día se aferró a la vida, y así, de repente, entregó sus guayos sin más. Traigo a colación lo sucedido con Diego Fernando Tello, porque tal vez, a veces al buscar la eficiencia, olvidamos que esta funciona sólo en escenarios donde se tiene control sobre todo aquello que se necesita.

Por eso cuando suceden los abruptos e incertidumbres, léanse, como propios de la vida, se pone a prueba la capacidad de sortear con los imprevistos, que son hoy por hoy un tema crucial en diversas escalas.

Nadie se atreve ya a hacer pronósticos.

El mundo cambia e incluso los pequeños cambios, pueden llegar con impactos no dimensionados que sobrepasan la experiencia y con sus dinámicas, desafían todos los pronósticos. Vean lo que pasa ahora con China, Estados Unidos, las bolsas y el dólar.

Y en este entorno, las teorías de planeación y los principios de eficiencia ya no son la solución. La época que vivimos es a todas luces impredecible y la única garantía de permanencia es la adaptabilidad. Por eso es necesario diseñar e idear medidas de fortaleza, de enroque y movimiento de varias piezas, como el en ajedrez, que nos protejan y nos hagan resistentes a los cambios.




El futuro es como la especie humana: complejo, desordenado, inquietante, impredecible a la par de poderoso, emocionante y creativo. La preparación, las uniones y coaliciones, el imaginar, experimentar nos darán bases para readaptarnos innovar e inventar.

Más aplicaciones para todo, nos alejan de otras personas y nos hacen más vulnerables y estandarizados a los modelos de inteligencia artificial que ya abundan. Hay que perder el miedo al mito del exterminador. Pues siempre hay dos opciones: la automatización puede perjudicar a los trabajadores, a la vez que puede complementar y dar valor a lo que hacemos.




Los grandes autores lo dicen: hay que volver a lo básico: tallar las habilidades que tenemos, despejarnos de tantas herramientas tecnológicas que nos limitan como seres humanos y pensar de maneras diferentes, disruptivas. Urge volver a pensar por nosotros mismos y usar nuestros talentos e imaginación. Desarrollar nuestras habilidades nos permitirá confeccionar el futuro que deseemos y afrontar los retos que la transformación digital y el progreso tecnológico conllevan.