Ana María Ruiz Perea
@anaruizpe
Esta semana empieza con el balón puesto en la cancha de los negociadores del gobierno y de las Farc, nuevamente. Como si no hubieran pasado 6 años de acercamientos, diálogos, arduas discusiones y acuerdos pactados.
Se abrió la puerta del Acuerdo firmado, para que los líderes políticos de la votación del No hicieran sus reparos y propusieran sus reformas por escrito. La primera, juiciosa, fue Marta Lucía Ramírez. Entregó 17 páginas en las que punto a punto de lo acordado en La Habana señaló sus objeciones y contrapropuestas, e instó a sus copartidarios del No a ser disciplinados y entregar lo suyo.
Le siguió Alejandro Ordoñez, que entregó un texto lleno de doctrina, de donde los negociadores inferirán que pide “erradicar la ideología de género del Acuerdo”, cualquiera sea la cosa que él pretende que eso sea. Sobre el asunto, y sin entrar en honduras, todas las organizaciones sociales, voceros del gobierno y de las Farc, y cualquiera con sentido común, han sido claros en decir que ese aspecto no se negocia. Lo que para el lefevrismo y otros fanáticos es una supuesta ideología, en los textos acordados es el enfoque de género que permite restablecer los derechos de las mujeres afectadas por la guerra y enmarcar la paz en el reconocimiento de la diversidad y la diferencia.
El texto de Andrés Pastrana hace énfasis en que no se puede contar con jueces internacionales en la Jurisdicción Especial de Paz, entre otras cosas. El pastranismo, tan apegado a la norma y la soberanía, considera que esto hay que solucionarlo rápido pero sin pasar ni un milímetro por encima de la institucionalidad. Y al final, llegó el documento del Centro Democrático, con sus muchos peros al Acuerdo y una bandera enorme que lo diferencia de los otros: se niega a aceptar que la Justicia Transicional juzgue también a militares y policías que hayan cometido delitos en medio de la guerra. Es decir, para Álvaro Uribe y sus seguidores la justicia es solamente para las Farc, como si fueran los únicos criminales de esta guerra.
Todos dicen que tierras para los campesinos sí, pero que por qué así, tanta; que entonces qué va a pasar con los derechos de inversionistas y terratenientes. Conservadores todos, unos más retrógrados que otros, no ven razones que justifiquen los avances en una reforma agraria en Colombia, tamaño rezago que está en la raíz misma del conflicto. En este, el punto 1 del Acuerdo, coinciden todos en frenar sus alcances.
Y con alternativas diferentes, coinciden también en que hay que buscar salidas diferentes a la inclusión del Acuerdo en la Constitución. Este punto, que busca contar con un mecanismo efectivo que revise la implementación de lo acordado, es en palabras simples la herramienta para hacer real lo pactado, para que no se le “ponga conejo” a los Acuerdos. Renegociarlo en la mesa de La Habana pondrá a hacer maromas al gobierno, pues las Farc propondrán, entonces, que la salida sea una Constituyente. Es decir, en la negociación pasaremos del escenario en el que las Farc se acogían a nuestra Constitución, para abrirles las puertas a que nos redacten una.
Supongo que ahora lo que sigue para el Gobierno es hacer una síntesis y una mínima sistematización de las solicitudes precisas de reforma, para llevarlas a discusión con las Farc. En algún momento, en las turbulentas semanas que han seguido al plebiscito, los contradictores parecen olvidarse que la negociación no es con Santos y su equipo, sino con un grupo guerrillero que por 52 años se armó hasta los dientes para combatir al Estado al que ahora se acogen.
La representación de los colombianos queda de nuevo en cabeza de Humberto De la Calle y Sergio Jaramillo, y esta fase que sigue va a tomarse un tiempo. Haremos acopio de fuerza y de coraje, para seguir reclamando en las calles, las tertulias, las asambleas y las redes, la firma del Acuerdo de Paz. El resultado del 2 de octubre no nos arrebató nada, solo aplazó la celebración del inicio de la reconciliación y del posconflicto.
Por estos días en Bogotá se han cometido 3 actos de heroica belleza, 2 marchas multitudinarias, plagadas de mensajes y desbordantes de corazón, y un símbolo gigante, y efímero, de la memoria y del duelo colectivo, la obra de Doris Salcedo en la que miles tejimos Sumando Ausencias. Nunca habíamos juntado así tantas voluntades, porque tal vez nunca el reto había sido tan claro. Nunca enfrentó el valor tanta tormenta ni el corazón ganó tantas batallas, dice una canción nicaragüense. Y así es: ¡Aquí no se rinde nadie! #AcuerdoYA