GRACE PATRICIA GALLEGO
Me duele iniciar esta crónica con la primera estrofa de uno de los más grandes poemas de la literatura universal, escrito por el poeta eterno, Guillermo Valencia, emblema de Popayán. A todos… presento disculpas por hacerlo.
“En el umbral de la polvosa, puerta,
sucia la piel y el cuerpo entumecido,
he visto, al rayo de una luz incierta,
un perro melancólico, dormido”.
En este recorrido alucinante por el centro de la ciudad amada, he visto con dolor profundo, el deterioro de sus calles, sucias sus paredes, nada queda blanco en ellas…
Alucinante los grafitis los espacios públicos invaden, los mercados de todo tipo los andenes asaltan, frutas, verduras, zapatos, gorras, camisetas, chontaduros, y otros muchos etc… Cuál mercado Persa se ofrecen en sus calles.
Qué decir del Centro Comercial Anarkos, centro neurálgico de la ciudad, con su teatro de proyecciones cinematográficas, también escenario de artistas, conciertos, conferencia y debates, convocaba a los ciudadanos, una aproximación de lo que serían los grandes Centros Comerciales, con identidad propia, olores y sabores propios, que se hubiera podido conservar como patrimonio.
Su deterioro físico, es tan monumental como el deterioro de la ciudad en su conjunto, sus fauces ennegrecidas, saqueadas por los habitantes de calle, son pedazos que se caen del alma misma de la ciudad, es como si en el poema Anarkos, su maestro y autor, hiciese una premonición de lo que sería el mísero fin de su existencia.
Es un reflejo fiel del desgobierno e inoperancia estatal, también… de la corrupción que se apodero de todo, ese negro gris del edificio es una vergüenza para la dirigencia de la ciudad, incapaz de detener a tiempo la debacles.
Más vergonzoso aún, no ejecutar su demolición, para hacer menos ostensible los enredos político-jurídicos, que no han dado paso al fin de la manzana 99.
Qué ha pasado? No se… y creo que a estas alturas poco importa, pero ese aspecto ruinoso y centro de todo tipo de vandalismos, debiera ser un prioridad en la agenda municipal.
No se puede permitir que siga en la anarquía, siendo el sitio final de seres humanos y de perros que mueren a su escabroso abrigo.