FERNANDO SANTACRUZ CAICEDO
En su voluminosa obra científica, MAURO TORRES, médico colombiano (Balboa, Cauca, 1928), investigador de la Naturaleza Humana -especialista en las facultades del cerebro-, clasifica los diversos comportamientos de los hombres: Mentalidad Normal, manifestación de un cerebro creador inconsciente y un cerebro racional y verbal consciente; Mentalidad Patológica, inconsciente, producto del hemisferio cerebral derecho enfermo; Mentalidad Criminal; Mentalidad Compulsiva, resultante del poder mutagénico débil del alcohol, causa directa de la degeneración y corrupción humanas. Y, Mentalidad Mestiza, fruto de hibridaciones entre pueblos civilizados y bárbaros que explica, simultáneamente, el guerrerismo y la capacidad del hombre para construir la paz y el progreso.
En nuestra columna Estupideces y Ocaso de un Ególatra (27-11-2020) expresábamos que a Donald Trump le imputan, entre otros cargos, los de “evasor de impuestos, violador sexual, megalómano, segregacionista, xenófobo, chauvinista, embustero y traidor”, conductas a las que adiciona atributos sui géneris: “graves psicopatías, ignorancia superlativa, fanfarronería y arrogancia extrema”. Pero el culmen de su personalidad lo exhibió el pasado 06-01-2021, al incitar a sus fanáticos partidarios a ingresar violentamente al Capitolio y sabotear al Congreso Nacional cuando reconocía a Joe Biden como Presidente de EE.UU., añadiendo a su prontuario la “instigación a delinquir”, mostrando ostensiblemente la perturbación de sus facultades mentales y su aislamiento de la realidad, características propias de las esquizofrenias. Su ego dolorido por la paliza propinada por Biden y la pérdida de las mayorías senatoriales, lo sacaron de quicio y desnudaron totalmente su baja ralea y su mentalidad belicosa, patológica y compulsiva. ¡Auténtico orate, digno de amarrar!
La asonada al Capitolio conllevó a Trump serias consecuencias personales, internas y externas: ahondó la polarización demócratas VS. republicanos; profundizó la división entre republicanos; saldo: cinco muertos, decenas de heridos y detenidos; deterioró su aborrecible imagen y posición política: “presidencia desastrosa y divisiva”, “es desquiciado y peligroso”, dijo la Presidenta de la Cámara Nancy Pelosi ; deserción de su cúpula: Mitch McConnell (Presidente del Senado), William Barr (Fiscal General), Mike Pence (Vicepresidente) y renuncia de importantes funcionarios del gabinete; pérdida de aliados: Rupert Murdoch (propietario de una gran cadena de mass media: Fox News, The Wall Street Journal, New York Post); interrupción de redes sociales: Twitter, su principal fuente de poder, Facebook, Instagram, Snap Chat; rechazo y distanciamiento internacional: “vergonzoso”, expresó Boris Johnson, Primer Ministro inglés; “espantoso y lamentable”, manifestó Úrsula Von der Leyen, Presidenta de la CUE; “repudiable”, declaró Ángela Merkel, Canciller alemana; “hay que castigar a todos los azuzadores”, opinó el Papa Francisco, etc.
En breve, se trató de una ASONADA o protesta violenta protagonizada por lumpen reclutado e incitado irresponsablemente por Trump, quien no previó sus consecuencias. Jamás existió conspiración alguna, ni “insurrección”, ni “sedición”, dirigidas a derrocar al gobierno. Pero la indignación causada por los hechos llevó a un grupo de congresistas demócratas a proponer la destitución de Trump, vía “impeachment” -imputación de cargos contra el presidente por participar en la comisión de un “delito grave o delito menor”, esto es, “alentar la invasión por la fuerza a la sede de la Cámara de EE.UU.” Es obvio que un ególatra como Trump nunca renunciará, motu proprio, a su cargo. Ni la mayoría de su gabinete, encabezado por el Vicepresidente Pence, lo declarará “incapaz de cumplir con los deberes del presidente y destituirlo”. En consecuencia, es pertinente aplicar la Enmienda 25, cuya Sección 4 aborda situaciones en las que “un presidente no puede hacer el trabajo y no renuncia voluntariamente”. La destitución exige el voto favorable de las 2/3 partes de Senado y Cámara. En mi sentir, es forzoso que el Congreso decida la destitución e inhabilitación antes o después de la terminación del mandato de Trump. Sí, eventualmente, no lo destituye, obstaculizará determinantemente el gobierno de Biden, gobernante al que le corresponderá, entre otras, restablecer la unidad nacional y la concordia ciudadana; superar la polarización; y, afrontar pandemia, crisis económica, cambio climático, asuntos nucleares, narcotráfico y fortalecimiento democrático.