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ÁLVARO JESÚS URBANO ROJAS
Popayán no es sólo edificaciones encaladas con fachada de grandeza colonial, por donde discurren procesiones nocturnales patrimonio inmaterial de la humanidad. Somos una ciudad viva, turística y universitaria que acoge con calidez a colonias citadinas que representan el 75% de nuestra población económicamente activa. Una ciudad creciente y en construcción donde nadie es tratado como forastero.
Quienes poblamos esta hermosa villa de Pubén, somos seres vivientes, activos, capaces de superar la inestabilidad política que nos abruma, la pobreza extrema, las necesidades básicas insatisfechas, las deficiencias en movilidad, la corrupción, el desempleo, la informalidad y la delincuencia. Popayán es una de las tres ciudades con mayores incidencias de pobreza monetaria extrema, con una incidencia del 8,1%, sólo le gana a Quibdó con 17,7% y Riohacha con 15,1%.
Necesitamos aliviar la ola de inseguridad que nos agobia: atracos, robos, fleteos y aumento desmedido de personas en indigencia, somos una ciudad de mendigos, limpia parabrisas, malabaristas y juglares que instalan peajes en los semáforos, con avenidas ampliadas convertidas en parqueaderos particulares por ausencia de guardas de tránsito.
Una ciudad con alto consumo de marihuana, bazuco, cocaína y drogas sintéticas, con una nutrida red de jibaros y pandilleros menores de edad para explotar un negocio que según la Fiscalía General de la Nación mueve más de 700 millones de pesos mensuales.
Popayán está atrapada en un laberinto interminable de improvisaciones, que se repiten y giran en círculos viciosos. Nos comportamos como una ciudad fingida que no afronta responsabilidades y que siempre elige a los mismos. Ha llegado el momento de hacer un alto en el camino para comprender que haciendo lo mismo no lograremos resultados diferentes.
Debemos dejar que muera la Popayán caótica para demostrar que aquí seguimos escribiendo la historia de la patria, tenemos la entereza para erradicar los viejos vicios y reinventarnos, para evitar el retraimiento en el ejercicio de los derechos y obligaciones ciudadanas, producto del desinterés por los asuntos públicos.
Debemos idear nuevas categorías culturales, inclusión, convivencia pacífica y sostenibilidad ambiental. En la vida de una ciudad hay que aprender a cerrar ciclos, pues la ciudades terminan pareciéndose a quienes vivimos en ellas, acorde con nuestras vivencias, limitaciones y frustraciones; en ocasiones por falta de sentido de pertenencias las convertimos en antros de perdición, villorrios de hacinamiento donde sucumben las esperanzas de vida digna, generando fatigas, falta de armonía, pobreza, carácter y decisión en nuestro compromiso como seres humanos.
Necesitamos hacer de Popayán una ciudad con prospectiva estratégica, sin renunciar a nuestra inspiración de ciudad colonial, pero desde el urbanismo moderno para armonizar el crecimiento, el desarrollo sostenible y sustentable con los encantos de nuestras casonas añosas, donde afloren las oportunidades para todos sin distingos de raza, credo o clase social.
Popayán como atractivo turístico debe encaminarse a propiciar la generación de nuevas tecnologías que restablezcan el equilibrio regional, con la formulación de un macro proyecto que promueva la iniciativa privada para la generación de empleo, con un plan maestro de Movilidad y de espacio público, dotado de centralidades y equipamientos que agrupen los elementos ya existentes y los necesarios para afrontar los retos de la globalización con conectividad digital para la economía naranja, con cohesión ciudadana para erradicar de manera definitiva el cierre de la panamericana como mecanismo de presión de reivindicaciones sociales.
Cómo bien lo plantea David Harvey: “El tipo de ciudad no puede separarse del tipo de personas que queremos ser, las relaciones sociales que pretendemos, las relaciones con la naturaleza que apreciamos, el estilo de vida que deseamos y los valores estéticos que respetamos”. La reingeniería de la ciudad sólo puede planearse desde una visión colectiva con cultura ciudadana y sentido de pertenencia para reinventarnos como ciudad de principios democráticos con orden, equidad y justicia para todos.
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