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ÁLVARO JESÚS URBANO ROJAS
La ciudad busca un líder propositivo que represente el interés colectivo, un ciudadano con vocación de SERVIDOR PÚBLICO dotado de principios morales y éticos como presupuesto para ejercer la dignidad sin abusar del poder ni servirse de su autoridad para privilegiar intereses protervos y mezquinos.
El alcalde a elegir debe ser prudente, conciliador, alejado de trifulcas mediáticas destacado por su dinamismo y gobernanza; debe ante todo prescindir de asesores subyacentes y gabinetes a la sombra genuflexos e incapaces de brillar con luz propia. Necesitamos un mandatario que sepa delegar y convocar, sin obnubilar su ego bajo un perverso estilo imperial y centralista que lo relegue a la soledad del poder.
El Alcalde que necesitamos debe tener carisma y magnetismo para construir un proyecto de ciudad de todos y para todos, liderar las fuerzas vivas y buscar acuerdos sin ser arbitrario e imponente, atropellando y haciendo las cosas a las malas con tal de demostrar quién es el que manda.
Se busca un gobernante con suficiente grandeza para honrar a sus aliados, y hacer de ellos los protagonistas de un moderno y conveniente plan de desempeño político y comunitario, sin abandonarlos a la buena de Dios cuando se niegan a ser cómplices de sus aberrantes fechorías.
Debe ser ante todo un ESTRATEGA con transparencia y visibilidad, que garantice el control social, la inclusión y la participación ciudadana con suficiente gobernabilidad y gobernanza, construyendo un tejido social que asegure el mejoramiento sostenible y sustentable. Un verdadero GERENTE SOCIAL que sepa escuchar, decidir y hacer, sin especulaciones formales pues la ciudadanía confía más en un líder formado con valores éticos y morales desde el seno familiar y no de un gran erudito con notables pergaminos académicos y pretensiones imperiales que se apoltrone en su trono para satisfacer sus egos personales.
El Alcalde que necesitamos no puede ser populista, debe conformarse con su sueldo y no apropiarse del erario con coimas y componendas para direccionar la contratación pública y enriquecer a sus sociedades mafiosas generando retrasos en la inversión social. Debe entender que el ejercicio del mandato no es el apalancamiento financiero de aspiraciones al congreso de la República.
El alcalde que merecemos debe ser generoso, cálido y creativo, ante todo un facilitador de soluciones, despojado de prepotencias y arrogancias, bajo el entendido que el poder es efímero y lo que hace grande a los líderes es su reconocimiento social y su pulcritud pública. Se necesita un buen comunicador con capacidad crítica y responsabilidad social en la toma de decisiones, que se apoye en las nuevas dinámicas de la informática y las telecomunicaciones para garantizar la conectividad local.
Las encuestas indican que los electores quieren como alcaldes a líderes dinámicos, concertadores, humildes y sobre todo transparentes, sin dejarse seducir por habilidades discursivas sino por acciones reales que demuestre la disposición a trabajar por los legítimos anhelos de la comunidad. En el pasado se cometieron tantas equivocaciones, que de no rectificar, terminaremos votando por más de lo mismo.
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