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    Algo sobre el Yoga

    VÍCTOR PAZ OTERO

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    Orgasmo de música desmaterializante, que alguna vez deberían practicar y entender todos los seres humanos para vislumbrar la plenitud de su existencia.

    Alquimia y geometría de los cuerpos en busca de un instante maravilloso e inefable que los libere del peso agobiante y arduo de la materia.

    Presumible y aparencialmente se lo considera como un sistema filosófico ideado y practicado en la cultura sabia y milenaria de la India. Pero sus orígenes, como tantas otras cosas, se pierden en la noche impenetrable de los tiempos. Sin embargo, la palabra yoga corresponde a la voz sanscrita de YOKING, que a su vez viene a significar apartamiento del mundo exterior por parte de los sentidos y concentración del pensamiento. Resumen perfecto y riguroso que sintetiza el viejo anhelo de los buscadores de sabiduría, que no es más, que llegar al éxtasis en la concentración eliminando la presencia perturbadora de los sentidos, posibilitando un estado de pura contemplación donde el cuerpo presumiblemente en transmutado en sustancia sin peso y sin densidad y donde el cuerpo así transformado se introduce en los puntos luminosos del alma y se hace tal vez solo efluvio, solo existencia sin materia, solo música carente de conceptos, permitiendo esa copula sagrada y excitante entre la materia y el espíritu. Fusión mística y trastocadora donde probablemente Dios se hace palpable o táctil metáfora que siempre ha sido anhelada por el hombre para saciar su sed de infinitos y poemas.

    Equivocadamente se ha creído o pensado que esas prácticas antiquísimas como el viento, o como el hombre que oye cantar el viento entre los árboles, están orientadas a suprimir la antítesis entre el cuerpo y su alma, proponiéndose llegar a la completa liberación del peso de la materia mediante el instrumento de la contemplación, cosa que nunca ha sido cierta. Por el contrario se trata de un ritual erótico y metafísico que no pasa por la aniquilación del cuerpo. Más bien se trata de una fusión. Copula y comunión del uno con el otro para engendrar en la dimensión del éxtasis una nueva realidad, donde el ser humano pueda percibir que su alma y su cuerpo configuran una sola realidad en las que ambos son sueño y son ficción.

    A manera de rituales de alquimia mágica y sagrada, los instrumentos de exquisita maravilla que recomienda el Yoga para alcanzar la plenitud y el esplendor de esa forma de levitación que es la contemplación pura, son: el silencio, donde lo inaudible alcanza una nitidez escalofriante como la propia música de las estrellas. La inmovilidad, placer a veces desquiciante donde el reposo es como un oleaje congelado donde todas las formas del mundo conquistan una eternidad efímera que se nos revela en una forma minuciosa. La regulación de los procesos respiratorios, donde se apaciguan y entran en una dulce calma los volcánicos jadeos de nuestras vísceras, haciendo que ese reposo sea como un bálsamo o como una caricia indescifrada calmando las heridas de estar vivo. La insensibilidad sensorial, que constituye una tregua y un remanso donde se eclipsan los lenguajes alborozados que gritan los sentidos, propiciando un instante de comunicación con las sustancias sutiles que también habitan nuestros cuerpos. Y por último la concentración del alma. Acto supremo y litúrgico donde el ser deja de ser denso y se torna transparente para abrir los ojos maravillados al espectáculo deslumbrante de todo lo viviente sostenido y multiplicado en su hermosura.

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