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JESÚS ARCOS SOLANO
En el transcurso de la vida se presentan momentos para manifestar euforia, alegría, júbilo; y otros, por el contrario, ocasionan dolor, nostalgia, pesar. Dios, en su infinita sabiduría supo distribuir, gozo y pena, para la celebración y para la resignación. Veamos este episodio:
Cuando juega Colombia un encuentro de fútbol, desde tempranas horas, la gente luce orgullosamente la camiseta de la Selección Nacional, y se apresta para sentarse frente al televisor a esperar la hora del inicio del partido.
El optimismo es total, la consigna es ganar. En las calles, las gentes se saludan, sin conocerse, como viejos amigos. Todo es camaradería, abrazos por doquier, hay plena confianza en el triunfo; aunque el contendor sea de reconocidos pergaminos. El Himno Nacional nos une más; todos lo entonamos a voz en cuello. Se inicia el partido y en pocos minutos nos hacen un inesperado gol; silencio sepulcral; pero todo mundo confía en el empate y en el triunfo. Pasa el tiempo, empata Colombia y gana. La felicidad es desbordante, todos somos amigos, compartimos el triunfo, abrazos, gritos, momento incontrolable. Pero lo imprevisible, llega lo indeseable. El consumo desmedido de licor, enloquece a los que celebran; todo es inenarrable.
Hay enfrentamientos sin razón, intolerancia, lesionados, peleas, heridos, muertos; esto no se puede concebir. De la alegría, sin límites, se pasó en un minuto a la tragedia. Poco a poco se apacigua el fervor de la celebración; se llega a la realidad: velar a un familiar o a un amigo. Jamás se esperaba este desenlace trágico. Faltó moderación, prudencia, comprensión, responsabilidad. Sin querer, se cambió del gozo al llanto. Ojalá, los malos momentos sirvan para reflexionar y pensar como humanos y no obrar como irracionales. El ingerir alcohol en exceso trae consecuencias fatales. En conclusión, tenemos dos momentos supuestos, que pueden ser reales.
Como ocurrió, hace años con el partido Colombia- Argentina (5-0). Desenlace; heridos y muertos, para no recordar. Pero lo que sí es digno de resaltar, es la solidaridad humana. En el caso de alegría; todos compartimos, nos abrazamos, festejamos. Demostramos, que la unión colectiva es posible, nos entendemos, nos familiarizamos. Hay convivencia. Igualmente ocurre en el velorio; vemos encuentro de familias. Damos el pésame a los familiares del difunto, sentimos con sinceridad su dolor. Estas escenas se vivieron en la tan lamentada tragedia de Rosas (Cauca). Qué bueno, que el compartir con todos fuera permanente. Estos gestos de buen vivir, traen armonía entre la comunidad.
Si lo hacemos, practicando asiduamente las normas de civismo y urbanidad, sentimos satisfacción por nuestro proceder. Los buenos modales, nacen en la casa, son de origen hogareño. Seamos todos amigos.
Obremos según las palabras del Concilio Vaticano II:
“Son más fuertes las cosas que nos unen, que las que nos dividen”.
Celebremos los triunfos de Colombia con moderación sin extralimitarnos en la euforia. Tolerancia y discreción. Nada de disgustos ni enfrentamientos y así todos felices.
Ya Colombia eliminada de la Copa América, nos queda pensar en el futuro y reflexionar positivamente. Creíamos que por haberle ganado a Argentina, ya éramos Campeones. Muchos comentaristas deportivos nos saturan de triunfalismo.
Los partidos, hay que jugarlos. Todos los equipos que asisten a un certamen internacional pueden ser Campeones. Se preparan para ello. Además los mejores jugadores en Mundiales han errado penales. Pongamos los pies sobre la tierra y a prepararnos para el Mundial. Aceptemos los triunfos con humildad y las derrotas con resignación.
Otro día será.
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