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    “Al leer en voz alta, la palabra sonorizada coge vida”: Julio César Espinosa

    “No vale la pena escribirla, demasiado gris, demasiado plana, sin sucesos extraordinarios. Igual a la de la mayoría”.

    Por Marco Antonio Valencia Calle

    @valenciacalle

    Julio César Espinosa respondió las preguntas del escritor y docente Marco Antonio Valencia Calle. / Suministrada – El Nuevo Liberal

    Julio César Espinosa nació en Cali en 1950. Bachiller del colegio Ezequiel Hurtado, de Silvia Cauca. Licenciado en español y literatura de la Universidad del Tolima. Ganador de varios concursos de cuento, entre ellos el Concurso Nacional de Cuento Radio Universidad del Cauca, con su libro de relato ‘Homenaje a las Fuentes’

    Julio, ¿de dónde nace tu gusto por la lectura?

    Del hogar. A una modista que trabajaba en casa se le ocurrió sacar palabras y versos del libro “Los ríos han crecido” de Matilde Espinosa Fernández y a mis seis años me los deletreaba con infinita paciencia. Después el gusto y el aprendizaje siguieron juntos hasta hoy.

    ¿En la escuela te ayudaron a fomentar el gusto por le lectura?

    El licenciado Fulvio Emir Calambás, de Silvia, me encontraba a diario leyendo en la biblioteca del colegio a mis once años. Un día me escribió al margen de mi cuaderno de apuntes: “Serás un gran escritor”. Y lo fui. El cuanto a lo de grande sí falló mi profesor. Mido solo un metro y cincuenta y ocho centímetros. Y una fama algo más pequeña.

    ¿Cómo y cuándo comenzaste a publicar libros?

    En Ibagué, el periódico ‘El Cronista’ en sus talleres me imprimió ‘En un país nebuloso’, afortunadamente antes de que su director, Alberto Santofimio Botero, pasara a purgar una larga pena por homicidio. El diario y su prestigio se extinguieron. Después el Fondo Mixto para la Cultura del Tolima me publicó ‘Las nietas del Tejedor’, texto infantil. Lo demás ha sido sudor propio.

    ¿Qué género literario te gusta escribir más?

    Mi campo de batalla es el cuento y la novela breve. Todo cuento es anecdótico y modesto en su contenido. De modo que para triunfar debe ser inusitado, sorpresivo, grandioso, en su forma.




    ¿Qué libros te han impactado como lector?

    En la pre-adolescencia, Dante y su ‘Divina comedia’, ojalá ilustrada por Gustavo Doré. Antecito de sacar cédula, Chamizo, con ‘El hombre que vendió su sombra’. Y ya con la situación militar y sexual resuelta, clásicos tipo Dickens y Balzac. Hoy, con la melancolía y decepción propias de la vejez, solo leo poesía y libros esotéricos tipo V.M Samael Aun Weor y Krishnamurti. Le di las gracias a la literatura y la envié al cuarto de San Alejo.

    Hay muchas formas de leer. ¿Cuál es tu hábito?

    En voz alta, cuando estoy solo. La palabra sonorizada coge más vida.

    ¿Lector o escritor?

    He resuelto no ser hoy casi ninguno de los dos. He trasmutado esas dos vocaciones por las de oidor y veedor del mundo y de la realidad. A ver si algún día acaban de asombrarme.

     ¿Qué autor recomiendas leer?

    Kafka, por provocativo y misterioso. Cada línea suya dice diez veces más de lo que dice.

    ¿La modernidad está acabando con los lectores?

    Cien por ciento de acuerdo. Y pronto llegará el día en que ya nadie leerá si nos referimos a la literatura grande, a la real tal y como hoy la conocemos. El hambre de placer y frivolidad acabarán por anularla.

    Y tampoco habrá libros, entonces…

    Sí, serán sensorialmente obsoletos… y la sed de novedades hará que solo se lea basura.

    Fuiste docente, ¿qué le recomiendas a los colegas para incentivar la lectura?

    Que los docentes lean y escriban delante de sus alumnos. El ejemplo es contagioso.

    Finalmente, ¿algún consejo para ser mejor lector?

    En particular, ninguno. En general, seguir la táctica de William Ospina, que sugiere humanizar la vida cotidiana con buenos autores.

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