Afectaciones simbólicas en Popayán

NELSON PAZ ANAYA

Magister- Consultor

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La escultura conmemorativa es un tipo de monumento (del latín monumentum, dese derava de monere: avisar, recordar) definido por Françoise Choay como “todo artefacto edificado por una comunidad de individuos para acordarse o para recordar a otras generaciones determinados eventos, sacrificios, ritos, o creencias” (Choay 2007). Está incluido en la clasificación propuesta por el historiador Austriaco del arte Alois Riegl como un tipo de “monumento intencionado”, es decir, “aquellas obras que por voluntad de sus creadores han de rememorar un momento del pasado”. Su función señala es no “permitir que ese momento se convierta nunca en pasado, que se mantenga siempre presente y vivo en la conciencia de la posteridad” (Riegl 1987).

Las esculturas o figuras religiosas, tiene el significado de representar las principales iconografías de sus creencias, aparecieron mucho tiempo antes de las estatuas de héroes, próceres y figuras políticas, para fortalecer los procesos de evangelización de manera especial en la religión católica, vinculadas a los altares, procesiones y celebraciones, así como en la ornamentación de casas de familia, y sitios de aglomeración.

A partir de este marco teórico, propuesto por Carolina Vanegas Carrasco, al referirse a las disputas simbólicas en la celebración del Centenario de la Independencia de Colombia en Bogotá (1991) se pretende convocar a una amplia reflexión colectiva con el fin de interpretar una serie de acontecimientos que se dan en los últimos días, sobre todo porque aun cuando se puede tener la sensación de ser aislados, corresponden a comportamientos sociológicos que afectan de manera grave la holísticidad de la Ciudad y que obligan acciones dirigidas a prevenir su repetición para evitar se conviertan en conductas permanentes dañando en grado sumo la visión cultural de la Ciudad y además porque rompen el debido respeto a las creencias religiosas.

Se hará referencia al reciente daño a la imagen de la Virgen del portal del Seminario de Popayán, pero antes se hace memoria del intento de interferir las Procesiones de la Semana Santa; mas allá de las creencias, su irrespeto es un atentado contra la Ciudad, por lo que representan en su simbología histórica social.

La afectación a casas con valor arquitectónico por pertenecer al Centro Histórico de la Ciudad, no solo son muestras de la carencia de instrumentos de inspección y vigilancia sobre el conjunto arquitectónico, sino, el desconocimiento de los valores intrínsecos de estas expresiones materializadas en el arte, a través de ladrillos, líneas, mamposterías y ebanisterías, que se conjugan para dar los tonos definidos del gusto y la belleza, en muros, portalones, balcones y techados, que de manera tan de profunda pedagogía mostrara el sociólogo historiador don Diego Castrillón Arboleda.

Cualesquiera sean los resultados de los estudios y análisis respecto de la estructura del Centro Comercial Anarkos, no se debe pasar por alto, su afectación incluye un mensaje de responsabilidad sobre las entidades y organizaciones que tienen o han asumido la función de atender su mantenimiento y conservación, su construcción representa la arquitectura y la ingeniería de un determinado momento de la Ciudad, por lo tanto su intervención, se hace en buen tiempo, determinación acertada en términos de gestión del riesgo.

Otros sitios de especial relevancia, como el Morro de Tulcán, muestran los daños ocasionados por la erosión, las estatuas de Mosquera, Caldas y Nariño, han sufrido daños significativos, y en general todas las estatuas de la Ciudad ameritan un mantenimiento y conservación especial, sin olvidar el río Molino vecino y ornamento del edificio de la Corporación Regional del Cauca.

Estas memorias, bien pueden tenerse como interpretación de una cotidianidad reiterada, su mención pretende ubicar algunos puntos de conocimiento colectivo, para dar fuerza al análisis, a fin de atender aspectos de perdida de referentes culturales, como son la disipada manera de indicar sitios sin los significativos nombres tradicionales, la glorieta de Don Antonio Nariño, ahora se señala como la del Hotel San Martin o de la Texaco 23, la de Simón Bolívar, como la de los Barriles, la de Córdoba como la de Buena Vista, el Puente del Humilladero, como el de la lotería, así se puede hacer una larga lista de designaciones que diluyen la memoria histórica de la ciudad.

No son asuntos irrelevantes, son sitios y nombres, que se constituyen en referentes simbólicos, culturales, es la memoria del pasado sobre el cual, se debe construir el futuro, aun haciendo falta las esculturas en reconocimiento y memoria de los campesinos y los afrodescendientes del Cauca, porque a los indios Negret, en buen momento colocó la escultura del Maestro, de nombre Juan Tama, que se levanta frente al río Molino.

Pero lo acontecido en el fin de semana, supera toda conjetura, como así que dañaron la cabeza de la Virgen del Portal del Seminario, imagen colocada en ese sitio hace muchas décadas, no corresponde su profanación a acciones de otras religiones, porque no ha sido su actuar; son actos vandálicos de antisociales a quienes las autoridades deben descubrir y dar la sanción correspondiente, además, porque no es un buen recibimiento a al Señor Arzobispo.