Abandonados

JUAN CARLOS LOPEZ CASTRILLÓN

Me ha dejado pensando el resultado de una investigación de mercado que una importante firma nacional realizó en Popayán, sobre los principales sentimientos que la gente tiene en relación con su entorno. Los predominantes por amplia mayoría fueron: “abandono, incertidumbre e inconformidad”.

Al conversar con quienes efectuaron ese trabajo y preguntarles en qué otras regiones de Colombia habían obtenido respuestas parecidas, me contestaron que estos ambientes se encuentran básicamente en las regiones más  afectadas por los fenómenos de la violencia.

Esa es una explicación válida para sitios donde los indicadores de pobreza y homicidios tienen unas cifras mucho más altas que las de una ciudad como Popayán. Entonces, el primer interrogante es, ¿Qué pasa en este municipio?

A la par, esta semana salió una publicación en el diario El Tiempo sobre el reciclaje de los dineros del narcotráfico y Popayán aparece como la segunda ciudad con la más alta incidencia en esa actividad.

Al cruzar estas dos informaciones surge una segunda pregunta: ¿Qué tanto tiene que ver una situación con la otra, me explico: los sentimientos de abandono, incertidumbre e inconformidad son un reflejo de la bonanza del microtráfico de drogas? (fenómeno que tiene asoladas a las ciudades y poblaciones del país, con un énfasis especial entre la gente joven), ó ¿Es una combinación adicional a la percepción generalizada de la falta de oportunidades, ausencia de liderazgos y acciones efectivas de gobierno?

Lo complicado es que estas sensaciones no sólo son de los payaneses, sino de todas las regiones del Cauca. En los últimos meses he tenido oportunidad de hablar con habitantes de muchos municipios del departamento y sienten lo mismo: abandono, palabra que resume todo, que da lugar al inconformismo y refleja la incertidumbre.

Por todo lo anterior, es que se explican los resultados electorales de mayo y junio pasado. No se necesita ser un laureado analista político para entender que la gente se cansó de vivir con esa sensación de eterno abandono y empezaron a buscar soluciones. Entendieron – ¡por fin! – que nadie va traer las respuestas, que el Maná no va a caer del cielo, que “el universo premia la acción no el pensamiento” y que las respuestas a sus problemas, tienen un principio y ese primer paso, y el segundo y el tercero, están en manos de la gente.

Nadie va a venir espontáneamente a decirle a los pobres de esta sociedad, aquí están las soluciones de vivienda, de empleo, de salud, de educación, en resumen, de equidad. Eso no pasa ni en las películas. Todos terminamos cosechando lo que sembramos.

Como muchos colombianos mal informados, soy un optimista empedernido y creo en el futuro y en las potencialidades de esta región, como diría Pedro Infante sólo falta “tiempo y un ganchito“.

En conclusión, el abandono es real, pero también es una cuestión de actitud, existe como la pobreza,  pero para empezar a superarla hay que desbloquear la mente y saber que sí se puede. Ahí comienza el cambio y mi esperanza es que ya está en marcha, creciendo desde hace años, tomando velocidad, sino que lo digan los estudiantes que caminaron el pasado jueves.


Posdata:
el pasado viernes se cumplieron 526 años de la llegada de Colón a las Américas. Comparto con quienes dicen que no hay nada que celebrar, pero también reivindico que finalmente en este continente, pero en particular en nuestro país, terminamos siendo una alegre y colorida mezcla de tradiciones y diversidades.