Por Olga Portilla Dorado
Hace ocho años Érika del Río perdió al gran amor de su vida, un hombre con el que convivió desde los 17 años, una relación de la que toda Popayán fue testigo, una pareja ‘bandera’ que le demostró a la ciudad y al país que se podía romper la censura contra el homosexualismo.
“Fueron 35 años de un amor inmenso, un amor puro, que le dejó muchas enseñanzas a la ciudad. A mí me lo arrebató la vida y no otro hombre, y yo sé que le cumplí como mujer, como esposa, como amiga y como amante, y demostramos que el amor no tiene orientación sexual, que es puro y sincero, y que mientras haya respeto hay amor y sinceridad”, recuerda Érika.
Para ella, su futuro y sus sueños ya se han cumplido, en esta lucha que ha llevado durante 29 años con su Fundación Eres, dignificando a la población Lgbti, trabajando por las personas contagiadas con VIH Sida, viviendo su vida como mujer, como estilista y como activista social; cree que ha logrado sus objetivos, labor por la cual hoy es reconocida a nivel nacional y se ha convertido en un referente de la lucha homosexual.
“Mis sueños y mi futuro ya se han realizado. Ahora lo que sí espero, es que el estado, que los payaneses vean la homosexualidad como algo normal, que se debe respetar, y a las personas de la población que las dignifiquen, que no las hundan ni las persigan, que les brindemos oportunidades, sobre todo en educación, porque cuando hay educación hay cultura y cuando hay cultura hay personalidad”, señala la activista trans.
Su historia, como la de muchos Lgbti no ha sido fácil, incluso a pesar de que Érika tuvo siempre el apoyo de su familia, ya que desde muy niña supo que “era una mujer en un cuerpo que no le correspondía”, su madre fue un apoyo constante en este camino por mostrarse como sus sentimientos se lo pedían.
Para ella –aunque tiene prótesis en sus senos- la apariencia física es lo de menos, sí, es coqueta, elegante y cuidadosa al vestir, al maquillarse y al peinarse, pero eso lo hace más que por sentirse bien, por respaldar su identidad, pues cree que lo que más vale es su sentir y su pensar como mujer.
“En mi caso, yo soy una mujer que estoy en cuerpo que no me correspondió. Siento como una mujer y desde muy niña lo demostré en mi casa, porque una mujer no es una zapatilla, ni una peluca, ni es pintarse la cara, ni ponerse prótesis; ser mujer es la identidad propia que uno tiene, la sensibilidad, porque la mujer es sensibilidad, es amor, es espiritualidad. Por eso siempre he actuado como una mujer, mis sentimientos y mi vida siempre han sido los de una mujer, entonces yo digo que nosotros nacemos no nos hacemos homosexuales”, afirma Érika.
Érika destaca que el apoyo de su madre y la aceptación de su orientación sexual por parte de su familia, hicieron que –a pesar de que en los años 80’s en Popayán se les prohibía a los homosexuales aparecer en público- ella emprendiera desde esa época una lucha por reivindicar el homosexualismo, que se fuera eliminando esa etiqueta, de que los gays o eran prostitutas o eran drogadictos,
“Hice mis estudios por mi propia cuenta, con libros, con otras cosas, y me dediqué a la belleza, que es algo importante en nuestra vida, porque a nosotros nos encerraron en las dos ‘p’, o prostituta o peluquera…no teníamos otro espacio. Yo escogí la peluquería”, dice Érika del Río.
Ahora, como referente de la Mesa departamental de diversidad del Cauca, Érika continúa con su labor, y es un apoyo para la institucionalidad debido a su experiencia, no solo como la primera mujer trans que decidió mostrar su orientación y su identidad sexual aquí en Popayán, sino por el apoyo en temas de salud con las personas que tienen VIH Sida.
“Hay que trabajar por la dignidad de estas personas, es injusto que nos ataquemos entre seres humanos y que neguemos oportunidades solo por nuestra orientación sexual. Por eso hay que seguir generando espacios para que se dé el libre desarrollo de la personalidad, y las personas que decidan salir del closet, puedan hacerlo sin discriminación, ni persecuciones”, puntualiza del Río
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