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CATALINA LÓPEZ VEJARANO
Una de las escenas que más me ha gustado del cine es cuando en la película Mamma Mia! Donna le confiesa a sus dos grandes amigas, Tanya y Rosie, que no está segura de quién es el padre de su hija. El exponer esta información demuestra la existencia de un alto grado de confianza y la presencia de una amistad inquebrantable, y me siento afortunada de poder decir que yo también he tenido amigas como Tanya y/o Rosie a quienes les he confesado que el verdadero padre de mi perro Bandido es Bruno y no Rex.
Pienso que para construir lazos de amistad como los que se muestran en la cinta mencionada se requiere de gran dedicación, afecto y tiempo, pues las amistades necesitan ser cultivadas y abonadas como un árbol que da buenos frutos.
En esa línea y con la intención de seguir brindándole la atención necesaria a mis amigas, decidí dedicarle a una de ellas un día del fin de semana pasado, ejercicio que deberíamos realizar más frecuentemente con las personas que apreciamos. Primero, nos fuimos a almorzar a un buen restaurante italiano, luego vimos una emotiva película, seguida de un recorrido por las calles de la ciudad y para finalizar una copa de vino acompañada de una extraordinaria conversación, donde tuvimos la oportunidad de compartir nuestras más recientes anécdotas y recordar algunas del pasado.
Después de haber estado juntas muchas horas, confirmé la idea que los seres humanos necesitamos de una persona que juegue el papel de confidente en nuestras vidas. Con quien podamos reír a carcajadas o llorar a cantaros; alguien que nos acompañe tanto en los triunfos como en las derrotas; y que nos brinde una perspectiva objetiva, cuando nuestro punto de vista se nubla por y se olvida de la lógica y la razón.
Una buena amiga ayuda a desarrollar ese ejercicio de catarsis que es tan importante para recuperar el balance en nuestras vidas, y nos ahorra las cuentas del psicólogo, a las que nos acostumbraron desde el colegio.
Siempre he escuchado que las mejores amistades son las que se construyen con base en la inocencia, el desinterés y la sinceridad. Luego, la vida se encarga de contaminar la mayoría de las relaciones con ingredientes de apariencia, creando aliados mas no amigos. Por eso dentro de unos años espero reunirme con ellas en una isla, a la cual llegaríamos en un barco frágil de papel, que como bien lo canta Alberto Cortez:
“parece a veces la amistad/ pero jamás puede con el/ la más violenta tempestad/ porque ese barco de papel tiene aferrado a su timón/ por capitán y timonel: un corazón”.
Esa es la amistad, un barco que necesita dedicación para navegar lejos.
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