Venezuela. La otra cara de la moneda

RODRIGO SOLARTE

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Nuestra madura generación septuagenaria ya, vivió procesos universales desarrollados en el continente americano (sur, centro, norte) suramericanos y norteamericanos, cuyo contenido y visión es necesario compartir con las nuevas generaciones de colombianos.

Es una de las tantas responsabilidades históricas de las Instituciones educativas como las universidades, plurales y universales desde su concepción.

Economía, propiedades, control de conciencias, voluntades y armamento, potenciados con la revolución científico técnica y del conocimiento, se convirtieron en objeto de apropiación para la dominación de unos sobre los demás.

La guerra se convirtió en el medio para lograrlo. Las clases y su lucha por el poder social y político, es una constante cultural que hemos aprendido a evidenciar, así como la utilización de todas las formas, incluyendo hasta la muerte del concebido como enemigo al cuestionar la apropiación de tales intereses colectivos.

El control de la naturaleza por los recursos, y de las conciencias por todos los medios, lícitos e ilícitos según los valores éticos y morales civilizadamente concertados, han sido la razón permanente de división entre propietarios, hasta de la vida de los demás, y trabajadores o no, materiales e intelectuales, convertidos, más en objetos que sujetos de la historia de la civilización.

Ir en contravía o hacer oposición a los intereses hegemónicos, siempre fue concebido como subversivo por el poder dominante. Nuestras guerras de independencia de España lo testimonian. Otros imperios se fueron sucediendo hasta contar con el norteamericano.

Este, tan cercano, no solo geográficamente, ¨ democráticamente ¨ nos ha considerado siempre, como de su propio patio trasero, con el deber de asumir y defender sus intereses y maneras de concebir la vida, desde los enfoques mercantil, individualista, consumista y guerrerista en esencia.

El ¨ América para los americanos¨, tiene ya a la Amazonía en sus mapas, aspirando también a las mayores reservas de petróleo, minerales, agua y biodiversidad del planeta, existentes en los países, testigo de la campaña libertadora y de los actuales procesos, abanderados de la paz con justicia social y real participación de los pueblos, buscan el Suramérica, para los suramericanos, con el apoyo sí, de todos quienes respeten la historia de luchas, culturas, recursos y dignidad.

El mismo propósito, cabe progresivamente en Centroamérica y muchos países, víctimas de la crónica agresión, paradójicamente a nombre de la democracia y la libertad, e incluso en sectores de la misma sociedad norteamericana y europea.

Estamos en el comienzo de un cambio de época y de paradigmas. Colombia con su apertura a la paz concertada e inicialmente concentrada en las víctimas de más de medio siglo de violencia armada, no es la excepción.

Este gobierno, Neoliberal y con todos los defectos de esta democracia representativa, al igual que las Farc EP y el Eln, incluso, la oposición feroz y armada a los acuerdos, tendrán su respectiva valoración y lugar en la historia que ya las nuevas generaciones de gobernantes y movimientos alternativos a los existentes, han comenzado a escribir.

Son las dos caras de la moneda que en todo proceso debemos visualizar, para no polarizarnos irracionalmente, colocando al SER HUMANO, actor de la historia, como epicentro para las convergencias y convivencia indispensables.