Por Alexander Paloma
Reportero Gráfico
El Nuevo Liberal
Estando en el centro detecté una vendedora ambulante que vestía casi toda de blanco y con una nevera de icopor (poliestireno expandido). Al detectar que le tomé la foto me dijo “le tomó a mi boca tan linda”. Se refería a su tapabocas que tenía impreso, una boca roja y sonriente que resaltaba al verla, empezamos a entablar conversación de que era lo que vendía y así hablamos de su vida.
Tiene 47 años y empezó a trabajar desde los 11.Salía con un platón lleno de empanas a vender en el pueblo; es oriunda del corregimiento de Altamira en el municipio de La Vega, Cauca. Nació en una familia numerosa de 11 hijos, de los cuales los tres hermanos varones murieron. “Éramos ocho mujeres, nueve con mi mamá y el hombre de la casa fui yo”, dijo Ana Jiménez; asumiendo el rol como de papá en su casa.
Cuando llegaba algún joven a pretender a sus hermanas, era ella la primera en dar el consentimiento o no, dependiendo cómo se iban dando las cosas les daba la entrada a la casa.
Si se fundía un bombillo en la casa, era ella quien iba a cambiarlo; que si había un corto, era ella la que bajaba la cuchilla y cambiaba el cable que se quemó.
De pequeña estudio un grado de primaria y luego siendo adulta continúo en la nocturna hasta quinto; no tuvo el tiempo para poder seguir educándose, la responsabilidad para con sus hermanas y su mamá eran la prioridad.
De su pueblo, salió vivir a Timbío donde trabajó en una panadería, luego a Popayán y seguidamente a Cali donde encontró pareja y tuvo su hijo, con el que ya más grande decidió regresar a Popayán porque el costo de vida es más barato.
Ya sabiendo que vendía gelatina, ella me habló de estrategia comercial. Cuando le pregunte si trabaja en los colegios, con propiedad me dijo que los colegios ayudaban un poco, pero que si se quería trabajar en ese mercado tocaba vender productos muy económicos, que fueran asequibles a los estudiantes. Con el ejemplo me explicó que un transeúnte o un empleado le puede quedar más fácil comprar un producto de mil o mil quinientos, mientras que un chico, máximo, puede comprar algo con un valor de quinientos. “Cuando se trata de colegios de estrato medio y bajo, hay que montarse un negocio dependiendo el sitio y los consumidores”.
Ana Jiménez dice que el día para ella empieza como el de una típica mamá; se levanta temprano, a las 4:00 AM, se organiza, hace desayuno y hace almuerzo dejando las porciones a su hijo porque ella no tiene el tiempo de regresar; almuerza o come algo en la calle o si es el caso lleva fiambre. Sale a las 9:00 AM, recorre La Esmeralda por donde vive y luego se dirige al centro donde esta hasta las 4:00 de la tarde.
Con lo que vende pasa por la galería compra lo de la comida del día siguiente, y también se surte para preparar las gelatinas, las cuales prepara desde las 8:00 pm; una hora y media después se organiza para acostarse.
Viendo la dificultad de su hijo para conseguir trabajo manifiesta que desea que a los jóvenes les den más oportunidades después de haber terminado de estudiar para que no pasen dificultades y se desilusionen por no conseguir donde laborar.
Ella le enseñó a su hijo a ser ‘todoterreno’ a defenderse con lo que fuera desde pequeño, haciendo un mandado, ayudando en algo, en fin, eso hizo que ahora se rebusque la manera de trabajar hasta tanto encuentre un trabajo relacionado con lo que estudio, tecnología en gestión empresarial.
Ya casi culminando la conversación con más confianza me comentó cómo afrontó los dos meses de restricción para salir y dijo que no salió, que se la permaneció en la casa porque además, justo en esos días, se enfermó y ella vio eso como unas vacaciones que le sirvieron para descansar en vista de que todo el tiempo ha estado trabajando de tiempo completo. “No todas las mamás van a las playas, a mi le toca enfermarse para estar en vacaciones”, acotó Ana.
Buscando que ella dejara un mensaje a la gente de cómo afrontar la vida aprovechando el medio expreso “¡no eso hay que hacerle!, para mí, mientras Dios me de la vida y la salud para poder levantarme de mi cama ya es ganancia, hay que hacerle no queda de otra, sin perder el entusiasmo, gane mucho o gane poquito estoy contenta, si gano poquito estoy contenta porque gracias a dios estoy con vida, no hay que amargarse la vida, aprovechemos que estamos vivos, que todo lo que se pueda hacer es ganancia”.