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Un recorrido crítico

EDUARDO NATES LOPEZ

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Tuve oportunidad de hacer la travesía Cauca-Huila, para visitar el Parque Arqueológico de San Agustín, declarado “Patrimonio Histórico de la Humanidad, en 1995. Con orgullo elemental de colombiano declaro lo mismo que todos quienes lo conocen: “Esa es una maravilla universal que enaltece a Colombia”. Por eso llama la atención saber que es mucho más apreciada en el exterior que dentro del país. Los turistas que recorren el parque, se extasían contemplando esas expresiones artísticas de nuestros antepasados. Pero no voy a dar explicaciones técnicas y científicas de tipo antropológico, que corresponden a los profesionales en la materia. Mis comentarios hacen referencia a otros temas, de tipo político, que chocan con ello.

El recorrido de la vía es: Popayán-Coconuco-Paletará-Parque Nacional Natural de Puracé-Isnos-San Agustín. Absolutamente vergonzoso el estado que presenta la vía, especialmente en el tramo que corresponde al Parque Natural de Puracé, cuya mayor parte se desarrolla en territorio caucano. En recorrer un trayecto de aproximadamente 30 kilómetros, se gastan más de dos horas. Difícil explicar a los extranjeros, con quienes lógicamente surge una conversación, que el asunto está enredado porque la “licencia ambiental” no ha salido; o porque a la firma de ingeniería que tenía el contrato de construcción de la vía (nada menos que los Nule) se lo quitaron, por estar comprometida con varios escándalos de corrupción de los que se dan a diario en el país. La vía presenta baches destapados en varios tramos después de Coconuco. Luego aparece esa inigualable belleza de territorio del Valle de Paletará, pero absolutamente improductivo. Enseguida comienza el Parque Natural hasta que después de un largo trecho se encuentra el Río Mazamorras, que marca límites entre Cauca y Huila. El Parque Natural termina, pocos kilómetros antes de la población huilense de San José de Isnos. Hay que reconocer que allí se da una frontera no solo geográfica sino humana pues, de verdad, se siente la enorme diferencia de manejo e interés en lo que corresponde al Huila. Allí comienza la amabilidad, el trabajo, la tierra cultivada, la explotación ganadera, el progreso, etc.

No podemos decir que los caucanos tenemos la culpa de todo. El gobierno nacional debería ser consciente del estado en que está el acceso por el lado del Cauca, a este hito mundial. O ¿será que los huilenses se quejan más duro y les oyen?; O ¿tienen gente que los representa con mayor sentido de responsabilidad y pertenencia?; Cualquiera que sea la explicación, se siente la diferencia.

Completamos nuestra ronda turística recorriendo Pitalito (ciudad progresista y amable como todas las del Huila), Timaná, Altamira, Garzón, etc. hasta llegar a La Plata, en medio de un paisaje verde, productivo, para tomar la carretera: La Plata-Inzá-Paramo de Guanacas-Totoró-Popayán. La carretera está en perfecto estado del lado del Huila hasta el límite con Cauca, en Puerto Valencia, donde comienza de nuevo el viacrucis caucano: alcantarillas sin terminar, muros y gaviones incompletos, tramos alternos sin construir, pasando por Inzá, hasta llegar a otra vergüenza nacional: El Viaducto de Córdoba. (Km 70 + 800, en sentido Popayán-Inzá). Allí yace la gigantesca estructura del puente, como un cadáver insepulto, oxidándose y dos “máquinas amarillas” para desvarar los vehículos que se “pegan” en un barrial inmarcesible.

Debo confesar que me llama profundamente la atención que los problemas, la desidia, la pobreza, las carencias y todo tipo de dificultades conozcan con tanta precisión las líneas fronterizas del departamento. Especialmente con Huila y Nariño con quienes, por decirlo de alguna manera, crecimos y nos criamos e íbamos tan parejos. Pero hoy la ventaja que nos han sacado estos vecinos es irrecuperable.

Coletilla: Imposible no mencionar, a raíz de este tema, al entrañable amigo José Rodrigo Sánchez Astudillo quien, desde el cargo que ocupara, ya en la Cámara de Comercio del Cauca, ya en la Corporación Nasa Kiwe, ya en el Consejo Gremial del Cauca y otros, dio mil batallas por asuntos como estos, con un amor insuperable por su tierra, dejando atrás dolores propios y rencores ajenos, transformándolos en su fuerza de trabajo sin descanso. Rodrigo hizo muy bien la tarea y se la agradeceremos siempre. Un afectuoso abrazo a su madre, a sus hijos, y a sus hermanos.