¡Salud!

Ana-María-RuízANA MARIA RUIZ PEREA

@anaruizpe

Celebro feliz la liberación de Salud Hernández, Diego D´Pablos y Carlos Melo no solamente porque su se­cuestro por el ELN fue una violación a la libertad de prensa, al derecho que todo periodista tiene a informar y al que todos tenemos a ser informados; no solamente porque teníamos el corazón en la mano ante la incertidumbre que se cernía sobre el proceso de paz con los Elenos y el ruido que esto creaba alrededor de los acuerdos con las FARC; no solamente porque Salud está en mi cadena del cariño y de los afectos. Celebro porque en medio de la polarización este hecho puso a hablar a tirios y troyanos de la necesidad de proscribir el secuestro de una vez por todas y para siempre como práctica infame de la guerra colombiana.

Salud Hernández-Mora conoce este país como pocos co­lombianos, lo ha recorrido en chalupa, en moto, en jeep y a pie. Reportera hasta los tuétanos, sabe que no es desde su escritorio en Bogotá como se hace el oficio, sino hablando con la gente, mirando la realidad a la cara, entendiendo las dinámicas que se cuecen en las comunidades que sufren la violencia, el abandono, la miseria y el poderío de coman­dantes ilegales que ejercen su tiranía armada. Lleva casi 20 años haciéndolo, lo suyo es una vocación sin tregua.

Pero de todas las plagas de la guerra que ha visto y repor­tado, la del secuestro es tal vez la que más le ha tocado el alma. Ha conocido de primera mano el drama de miles de personas víctimas de esta aberración, entiende como pocos ese paréntesis nefasto que se abre en la vida de una persona cuando su pariente, su amigo o su colega está secuestrado, y ha apoyado los esfuerzos de la Fundación País Libre por acompañar el dolor y las secuelas emocionales del delito. Que ella misma haya sido retenida en contra de su voluntad por unos días pareciera una paradoja, pero no es más que una vuelta de tuerca de la vida.

En nombre de la necesidad de que ella volviera sana y sal­va, un clamor que se escuchó al unísono durante toda la se­mana, sus amigos políticos llamaron a absurdos como ade­lantar un rescate a sangre y fuego, bombardear la zona y, de paso, acabar de un plumazo con cualquier esfuerzo de paz. Quienes convirtieron la vida de Salud en moneda de cambio fueron los uribistas, que salieron raudos a decir lo que cos­taba ese secuestro para el país, a aprovechar esta desventura para torpedear el camino de la paz que se está andando.

“Mi secuestro fue absurdo y estúpido”, dijo Salud al salir, y es cierto. Dejó en evidencia una vez más la miopía de los Elenos, su desarticulación interna, su torpeza histórica, nada nuevo. Pero de estupideces está plagada la historia de nuestra violencia, infinitamente más desgarradoras que este caso, y no por eso los esfuerzos de paz pierden sentido. “No vayan a cometer la bu­rrada de suspender la mesa de diálogo” le dijo Monseñor Luis Augusto Castro la noche de la liberación de Salud al presidente Santos, a Frank Pearl y a todos los que intentan avanzar en el diálogo con el ELN, palabras sensatas de buen conciliador.

Seguramente la mesa con el ELN no se levante, pero con este suceso recibió un mandato claro de la sociedad colom­biana, que gritó desde Colombia para que se escuchara bien clarito en el Ecuador, que no estamos dispuestos a resistir jus­tificación alguna del secuestro, ni ideológico ni económico. Que los colombianos cerramos filas alrededor del respeto por la dignidad humana, y exigimos que se proscriba el secuestro para pasar esa página de la ignominia ya, y para siempre.

Ya lo vimos y lo vivimos todo en relación con el secuestro. Fuimos el primer país del mundo en número de secuestros por año, tuvimos la mayor cantidad de personas secues­tradas al tiempo, cargamos el dolor de que se llevaran por años y años enteros a tanta gente a malvivir entre los bi­chos de la manigua, llevamos el peso de miles de personas desaparecidas que murieron en cautiverio de quienes sus captores no dan razón para al menos tener la humanidad de darles sepultura y permitir el duelo.

Este no es el único capítulo de la perversión de la guerra, pero sí el que tenemos sobre el tapete. El frente del ELN que se llevó a Salud envió un mensaje que ella con valentía se negó a leer ante los micrófonos, y con eso el verdadero mensaje se volvió aun más poderoso: el secuestro es in­aceptable. Y punto.