Por deporte

ANA MARÍA RUIZ PEREA

@anaruizpe

Colombia está lejos de ser una potencia deportiva, pero cada vez la distancia para acercarse a lograrlo se ha ido acortando. #NoRecortenMisSueños, el hashtag del reclamo de varios deportistas al gobierno por el recorte en la ley de presupuesto, despertó la solidaridad de un país que comienza a valorar el peso específico del deporte en la formación de ciudadanía y a reconocer que somos una mina de verdaderos tesoros, diamantes en bruto que requieren un sistema de apoyo que acompañe desde la infancia la formación de los medallistas del futuro.

En mi infancia, los nombres de los ídolos deportivos aparecían de manera tan esporádica, que es imposible olvidarlos: después de Cochise, Kid Pambelé y Rocky Valdés fueron por años nuestro único orgullo deportivo, y el único medallista olímpico, por décadas, fue el tirador Helmut Bellingrodt en los años 70. Las medallas olímpicas, que son el rasero más universal para calificar el nivel deportivo de un país, nos han llegado de a poco. Imposible olvidar la emoción de la primera medalla de oro de Colombia, en el año 2000, cuando María Isabel Urrutia levantó 245 kilos en los olímpicos de Sidney: “Gracias María Isabel por enseñarnos para qué sirve la fuerza”, decía algún anuncio de prensa que saludaba a la gran pesista colombiana, mientras el país atravesaba una de las épocas de más cruda violencia.

Pasaron 12 años para sentir por segunda vez la felicidad del oro olímpico, que llegó con Mariana Pajón saltando en su BMX, en 2012. El año pasado nos triplicaron los instantes de felicidad colectiva Caterine Ibargüen, Óscar Figueroa y la gran Mariana que por segunda vez se bañó en oro olímpico. Triunfos que despiertan el más puro sentimiento de orgullo nacional, que construyen país.

Si Rigoberto Urán no hubiera tenido un espacio para aprender cómo se pone todo el rendimiento en los pedales, no habría sido medalla de plata en ciclismo en Londres 2012, ni tampoco, seguramente, habría llegado al podio del Tour de Francia este año. El deporte, ya lo aprendimos, no se trata de unos esfuerzos individuales contra el hambre y los obstáculos de la pobreza para destacarse en una disciplina. Es una actividad de financiación permanente, de creación de equipos de trabajo, de fomento desde la primera infancia.

El fútbol, por ejemplo, requiere como todos la financiación estatal primaria, antes de convertirse en un asunto, o mejor, en un gran negocio privado. La selección Colombia nos hizo soñar con la Copa Mundo en 2014, nos unió en un solo grito emocionado de gol; esos chicos, ahora jugando en equipos europeos, reciben en un día de sueldo el doble del presupuesto anual de cualquier liga deportiva municipal del país. Sin embargo, si el Estado no construye canchas en los barrios, no habrá más James, ni Ospinas, ni Cuadrados. Así de sencillo.

La caída en el precio del petróleo obliga a recortes en muchos sectores, explicó el Presidente Santos ante el reclamo airado de los deportistas por el recorte. Efectivamente, en la ley de presupuesto para 2018 hay recortes en casi todos los ministerios. Pero ¡oh misterios insondables del presupuesto nacional! ¿Cómo se explica que el año en que se desmovilizan las Farc, y el numero de enfrentamientos de la fuerza pública disminuye radicalmente, así como el número de muertos o heridos en combates, el Ministerio de Defensa sigue manteniendo una asignación presupuestal en aumento?

Y lo más grave. El presupuesto se aprueba y se distribuye a los ministerios que a su vez lo entregan para la ejecución de sus planes y políticas y ahí, en la red de la ejecución, se va perdiendo, millón a millón, cada peso de los 50 billones que, según calcula la Contraloría General, se chupa la corrupción en un año. Es decir, que se puede calcular de antemano que de los 235 billones que vale el presupuesto de 2018, se van a ejecutar unos 185 billones. Lo demás, engordará los bolsillos de funcionarios y contratistas impunemente corruptos. ¿Cuántas ligas deportivas se financiarían con la plata de la corrupción?

La paradoja es que, después del escándalo, se aclaró que el recorte para deporte se hará a las obras de infraestructura, que son  justamente el hueco por donde se escapa la mayor cantidad de recursos del sector en corrupción. No sabe uno, al final, si alegrarse entonces por este recorte que significará un poquito menos de plata para la cadena de beneficiarios del desfalco a los recursos del Estado. Así estamos.

Si en Colombia se dejara de robar por deporte, estaríamos más cerca de convertirnos en potencia deportiva y así nos acercaríamos, sin duda, a ser una sociedad más incluyente.