Popayán inmortalizada en la historia y la leyenda



ÁLVARO GRIJALBA GÓMEZ

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Como asentamiento humano natural, Popayán, nuestra amadísima Ciudad, tiene una ignota edad que supera seguramente los cuatrocientos ochenta y dos años de la llegada de los españoles conquistadores a este hermoso Valle de Pubén, circundado por tres serpenteantes ríos, hermosas colinas, montañas y coronado por el gélido Puracé, en el que vivían felices los ancestrales pubenenses con todo lo necesario que la riqueza de este excepcional paisaje siempre ha brindado, y enamoró igualmente a la avanzada de Sebastián Moyano de Belalcázar encabezada por los lugartenientes Juan de Ampudia y Pedro Añasco.

Hace 482 años, los conquistadores llegados desde la Provincia de Quito a este hermoso valle de pubenenses, se establecieron en la llamada Loma del Azafate, donde en el siglo pasado funcionó el famoso otrora Molino Harinero de Moscopán, cuya antigua edificación se encuentra abandonada.

El sábado 13 de enero de 1537, se funda la Ciudad de Popayán, se ordena en nombre del rey y del gobernador, se edifique en solar cercano al sur de la futura plaza, la iglesia mayor de esta Ciudad y se le ponga por nombre el de Nuestra Señora del Reposo.

Así nació para el mundo hispánico nuestra Ciudad, la cual a través de sus cuatro siglos y ochenta y dos años de existencia como tal, ha ido construyendo su propia historia, grabada en los mármoles de la inmortalidad patria con letras de oro, rubricada con la sangre de sus héroes y guerreros, la inteligencia de sus sabios, la inspiración de poetas y letrados, la fe de virtuosos sacerdotes, la dignidad de eximios presidentes, y el amor de miles de ciudadanos de bien.

La Ciudad está marcada de historias y leyendas por ejemplo aquella, de cómo las niguas de Popayán dieron origen al Quijote de la Mancha.

Ocurre que el médico y científico Pierre Crouchet, nacido en Boulogne, Francia, el 14 de septiembre de 1876, como jefe de la Comisión Científica del gobierno francés para estudiar endemias tropicales, fue invitado por el dictador mexicano Porfirio Díaz para hacer estudio de la malaria en su país, y allí conoció el “sarcopsilla penetrans”, de la orden de los sifanápteros y familia de los pulíciros, conocido con el nombre vulgar de “nigua”, y después de muchas investigaciones, análisis y observaciones en su laboratorio con perros y conejos, comprobó que atacados por este animalito demostraban mayor inteligencia y agilidad en sus movimientos, llegando a la conclusión que la “nigua” produce unas toxinas que siguiendo por el sistema linfático a semejanza de la hidrofobia, llegaba hasta el cerebro y se localizaba en cualquiera de sus circunvoluciones aumentando su actividad, igualmente cuando se producían tempestades.

Dentro de sus investigaciones en 1915 Crouchet conoció en La Habana Cuba, al General de División José Rogelio del Castillo Zúñiga, payanés, prócer de la independencia cubana, quien le dijo que en su tierra natal Popayán, sería donde podría obtener mejores resultados en sus investigaciones, ya que era la tierra clásica de la niguas y las tempestades.

En 1925, después de visitar Egipto en donde comprobó, en momias de algunos faraones, la existencia de este bicho desde épocas prehistóricas, arribó a Popayán donde sus serios estudios entomológicos lo llevaron a concluir que la etiología del “ingenio y el talento” de los payaneses, comprobada en más de dos mil casos observados por él, era causada por las niguas.

Cuenta la historia que en septiembre de 1598 llegó a Popayán, proveniente de España, Don Jerónimo de la Rivera y Pimentel, noble y arruinado castellano, designado por el Rey como Inspector de los Quintos Reales, quien lo único que dejó allá en su tierra natal, fue un gran amigo en Alcalá de Henares de nombre Miguel de Cervantes Saavedra, apodado el Manco.

Poco duró la estadía de Don Jerónimo en Popayán pues atacado implacablemente por las niguas, enfermo, solitario y maltrecho, ese mismo año regresó a su tierra y casi arrastrándose llegó a pedir posada donde su amigo el de Cervantes, quien generosamente lo recibió en su casa y lo atendió hasta su muerte el 25 de enero de 1599.

Dejó este amigo por herencia a Don Miguel, una epidemia de niguas que invadieron su casa, perforaron sus pies y los glúteos, que lo tumbaron en la cama con altísimas fiebres que le producían absurdos delirios de todo tipo que lo impulsaron a escribir las extravagantes historias mejor escritas de todos los siglos como él solía decir.

Esto fue obra de las “niguas de Popayán”, dice el profesor y científico Pierre Crouchet, que habían hecho su recorrido y su trabajo en el organismo de Cervantes y cuya resultante fue nada menos que ‘El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha’.

¡Feliz Cumpleaños Popayán!