¡Popayán ama su Semana Santa!

Alvaro GRijalba G. WEBÁLVARO ORLANDO GRIJALBA GÓMEZ

[email protected]

La Cuaresma para el mundo Católico representa la preparación para la gran fiesta de la Pascua, que es la Resurrección de Jesús. Ésta empezó el pasado Miércoles de Ceniza y terminará el próximo Jueves Santo con la Misa de la Cena del Señor o Institución de la Eucaristía.

Es un tiempo de reflexión, de conversión espiritual, de cambio de vida de los verdaderos creyentes, es uno de los caminos para reencontrarnos con Jesucristo, es el tiempo del perdón, la reconciliación y la renovación para toda la Iglesia.

Es un tiempo litúrgico que dura cuarenta días que bien pueden simbolizar, los cuarenta días del diluvio o recordarnos los cuarenta días que ayunó Jesús en el desierto, es la antesala para la celebración de la Pascua.

La Cuaresma es época de desalojar de los corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos, los resentimientos que se oponen a los principios de la doctrina Cristiana y la fe en el Hijo de Dios quién a través de su vida, pasión y muerte en la Cruz, buscó la redención del mundo y demostró su amor por la humanidad.

Para todos los payaneses quienes cada año cargamos sobre nuestros hombros los símbolos del calvario de Jesús el Hijo de María, lo espiritual debe ser lo primordial, además de los hermosos y suntuosos arreglos de nuestras andas, sitiales y bellas imágenes, que representan los momentos más sublimes de la pasión de Cristo, pues tenemos que sostener y engrandecer nuestra centenaria y hermosa tradición semanasantera, maravilloso Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, representado en nuestros inigualables e imponentes desfiles procesionales.

Lo que debemos rescatar, es el verdadero sentido religioso de la Semana Santa, fundamentalmente al aumento de nuestra fe y fervor por Jesucristo nuestro Señor, y a ello es a lo que nos deben conducir tan bellas y extraordinarias expresiones de nuestra tradición cristiana.

La grandeza que representa la Semana Santa para el pueblo payanés, no tiene discusión alguna, los payaneses debemos defenderla, custodiarla, apoyarla y desde el sitio en el que nos encontremos, aportar a su engrandecimiento con profundo amor y sentido de pertenencia por tan inmenso patrimonio, que no solo pertenece a payaneses y colombianos sino a la humanidad toda.

Durante la Semana Santa, Popayán desglosa su espiritualidad centenaria para mostrarla en templos y calles de paredes blancas, románticos faroles y balcones ataviados de geranios en flor, de cirios encendidos que caminan de las manos de la fe, de olores y aromas de inciensos que suben al cielo en noches de luna llena, que acompaña los esplendentes pasos de sus nocturnales procesiones.

Cargueros de túnicas moradas y alcayatas, llevan sobre sus hombros la historia religiosa de un pueblo henchido de glorias, en añosas andas de madera, portando efigies de adoloridos y sangrantes Cristos, de preciosas y celestiales Dolorosas, del Señor Caído y su Ángel de Pasión, del lacerado Ecce Homo, de Magdalenas y Verónicas, de Insignias y la Muerte, de la Piedad y el Sepulcro, y de una iconografía religiosa de incalculable valor e inigualable hermosura.

El comportamiento social de todos, absolutamente todos quienes habitamos esta nuestra amada Ciudad, debe ser ejemplar e intachable, para mostrarnos al mundo como lo que realmente somos, la Ciudad culta y religiosa de Colombia, que acoge al turista con afecto, cordialidad, simpatía, cariño y respeto.

Los payaneses debemos ser modelos de religiosidad, amor y recogimiento por nuestra Semana Santa y sus procesiones, guardando el debido comportamiento y silencio durante los desfiles sacros, educando y corrigiendo a quienes no lo hacen, para que nuestra Semana Santa siga siendo considerada la máxima expresión de la cultura cristiana del pueblo colombiano.

¡Popayán ama su Semana Santa!