No más Farc

PH.D. DIANA PATRICIA ARIAS HENAO

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La desmovilización de las Farc no significa el fin del conflicto armado, el cual, se extiende a otros actores y variables, como el Eln que habla de paz mientras mata o las Bandas Criminales que ejercen narcoviolencia como producto de la metamorfosis paramilitar. Dichos escenarios representan posibilidades de reinserción criminal a los reductos de las Farc que desde las sombras rechacen acogerse al proceso liderado por Santos. El conflicto tan sólo desde 1985 ha causado unos 250 mil muertos, más de 50 mil desaparecidos y alrededor de 8 millones de víctimas. Alarmante, más sabiendo que la mayoría de los homicidios que ocurren en Colombia son ajenos al conflicto.

Sin embargo, acabar con el slogan Farc, representa desarmar a la guerrilla más numerosa de América, que empezó con 48 guerrilleros, llegó a tener unos 20 mil, y que en la actualidad se estiman en 8 mil. A pesar de formalizarse en 1964, ya desde el bogotazo (1948), células campesinas e indígenas y otros miembros del partido comunista, se expandieron nacionalmente por la violencia política desplegada entre los de entonces tradicionales partidos liberal y conservador. En el recorrido, la guerrilla definitivamente se prostituyó decantando en accionares terroristas y otros crímenes internacionales, con activos en empresas narcoviolentas y, como resultado un justificado pero influenciado rechazo social, lo que les asegura su fracaso político.

Una vez acordados temas agrarios, sobre narcotráfico, relativos a la participación política y las restricciones internacionales para ejercerla, la creación de la Justicia Especial para la Paz y de la concepción de un Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, sólo basta esperar a que el 20 de julio, día de la “Independencia Nacional”, se firme el acuerdo final. Seguramente la Corte Constitucional dará el visto bueno al plebiscito, que no dejará mucho margen de error para alcanzar el bajo y polémico umbral del mecanismo refrendatario. Será alcanzado, incluso, con los escasos 20 puntos de aceptación al gobierno Santos.

Así, emburundangados de discursos de paz deseamos que se cumpla el fin de las hostilidades anunciado el 23 de junio con bombos y platillos, con presencia de la ONU y una fila de dignatarios en La Habana. Donde rechinó en la ridiculez la presencia de Venezuela como país garante del proceso así como los honores rendidos por las Farc a Hugo Chávez. Chile, Cuba y Noruega, reflejaron la posición diplomática de la sociedad internacional, limitándose al acompañamiento en los requerimientos que les haga Colombia.

Días antes de que Ban Ki-Moon le diera mayor credibilidad al anunciado fin del conflicto, Santos desparpajado alarmó al pueblo con la posibilidad de guerras urbanas y el incremento de impuestos, en caso de no lograrse la paz. Por eso no le quedó de otra que plagiar a Voltaire, sosteniendo que pese a estar en desacuerdo con la guerrilla y haberla combatido a lo Manimal, defenderá con todas sus fuerzas el derecho a que estas se expresen.

Los guerrilleros se concentrarán durante 6 meses en 23 zonas rurales y 8 campamentos donde portarán armas, uniformes y se suspenderán las ordenes de captura, y mientras que la ONU monitorea, realizarán jornadas productivas y de capacitación, hasta que se cumpla con la entrega total de las armas.

La coyuntura implantó al Dios posconflicto, y las élites socio-económicas aprovechan el cuarto de hora comercial y político de la paz, abriéndose una vez más sin censura a la inversión extranjera y la dominación política.

Siendo claramente entendible que si el conflicto constituyó el discurso para la construcción política en Colombia, ahora lo es la paz. Nos preparamos para ver el salto mortal de las Farc en la nada puritana arena política. Un ambiente cómodo para almas contaminadas y turbias. No obstante, éste escenario polémico de justicia alternativa es propicio para poder seguir arrebatando actores del juego de la muerte, esa que desea la oposición política y que alimentan los medios de comunicación, cosechando falsos rumores sobre el proceso de paz, sin duda histórico.

La corrupción ha engendrado muchos tipos de asesinos y de víctimas poco importantes, excepto para el amarillismo informativo. Es vital que no se perdonen los crímenes atroces, tal y como esta previsto, pues como lo dijo Gaitán: Nada más cruel e inhumano que una guerra. Nada más deseable que la paz. Pero la paz tiene sus causas, es un efecto. El efecto del respeto a los mutuos derechos.

Facebook: Diana Patricia Arias Henao – Twitter:@dianaariashenao.