POR FERNANDO SANTACRUZ CAICEDO
Especial para EL NUEVO LIBERAL
La Voz ordenó: “Sea la luz”; y, del vientre materno, emergió MATILDE irradiando esplendor desde las gélidas cimas de Huila -Tierradentro, Cauca, 25/05/1910-, diminuto caserío Nasa, situado a orillas del gran volcán-nevado y del torrentoso río Páez, aldea colmada de insufribles necesidades, situación que esta Sibila Iluminada denunciaría, posteriormente, en sus poemas “Éxodo”, “Pasa el viento”, “Por todos los silencios”, “Los ríos han crecido”, “Afuera, las estrellas”, “El mundo es una calle larga” y “Memoria del viento”, cantares que develan las desgracias padecidas por los aborígenes y gentes humildes de Colombia. Fue su poemática beligerante. La Sacerdotisa habló primero en lengua páez, luego en castellano. Su madre, que era Maestra, le enseñó las primeras letras. Su entorno, conformado por raudales y montañas agrestes, las penurias familiares y sociales, y su extraordinaria sensibilidad humana, fueron cincelando su carácter férreo, autónomo, rebelde y libertario.
En 1920 Colombia era un país predominantemente rural. Surge, por ese entonces, la urbanización, la industria, los sindicatos obreros y sus protestas, los bancos y la especulación financiera, la revolución industrial y el despertar de la consciencia popular. Coetáneamente, triunfaba la Revolución Bolchevique en Rusia y se consolidaban las vanguardias filosóficas, literarias y artísticas en Francia, que incidieron sobre el pensamiento colombiano. Consecuencialmente, brotaron discernimientos y actitudes contestatarias contra el incipiente capitalismo, la opresión y la injusticia, circunstancias que acrisolaron la sensibilidad social y el humanismo de MATILDE ESPINOSA.
Entre las manifestaciones literarias, la poesía es su más exigente ejercicio. ¡Matilde fue una de sus grandes bardos! Cumplió su aspiración: “interpretar en poesía la tragedia popular”. Reprodujo la acritud de la violencia. Sus poemas son cantos a la vida, la verdad y la dignidad, dardos contra la desigualdad, reprobaciones al racismo y al machismo, himnos a la concordia. Con justeza se la cataloga como “Precursora de la Poesía Social” en Colombia, pero sus composiciones trascienden cualesquiera ideologías políticas y auscultan el subfondo del alma humana.
Por su compromiso con los desvalidos y abandonados, con los perseguidos y desplazados de la tierra, simpatizó con los ideales del Partido Comunista Colombiano. En un país confesional, santurrón y chovinista, como el nuestro, donde la regla ha sido la “resignación y la pavura”, MATILDE abanderó la lucha por la conquista del derecho al voto femenino; coadyuvó en la organización de sindicatos y realización de mítines y huelgas, exponiendo su vida y libertad ante regímenes decididamente reaccionarios.
Su obra comenzó a publicarse a mediados de 1950. Ella dista años luz de la poesía tradicional romántico-cardiaca. La suya fue una visión revolucionaria del verso, por su temática y estructura, un faro luminoso que alumbró vigorosamente la penumbra de toda la lírica pretérita. Desde 1990, con la publicación de “Estación desconocida”, MATILDE renovó su concepción y finalidad de la poesía, orientándola hacia la búsqueda espiritual, pero conservando siempre su condición de luchadora impenitente. Escribió los poemarios “Memoria del viento”, “Los héroes perdidos”, “La tierra oscura” y “Uno de tantos días”.
MATILDE fue Precursora, Renovadora y Punta de Lanza de la poesía social. Dijo que “el origen de la palabra está en los sueños”. Sintió el dolor ajeno “con la intensidad que otros poetas reservan para cantar el amor romántico”. Sobre su autenticidad literaria, le escribió el reconocido poeta payanés Rafael Maya: “Si hay escritora auténtica, eres tú. Y a la autenticidad sólo tienen derecho personas como tú, ajenas a la farsa literaria, ajenas a la vanidad, ajenas al vano ruido de la lisonja. Tú no engañas. Eres fiel a ti misma como el cielo es fiel al azul incomparable de su altura”. Partió a la eternidad desde Bogotá, el 19/03/2008.