María Cecilia Baldrich

GLORIA-CEPEDA-VARGASGLORIA CEPEDA VARGAS

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Al mencionar a quien hasta hace poco se desempeñó como miembro del Concejo Municipal de esta ciudad, doctora María Cecilia Baldrich, lo hago nombrándola como lo que fue: servidora de los intereses ciudadanos en un marco ético y profesional intachable.

Quizá debido al carácter presidencialista de nuestro gobierno, los Concejos Municipales no susciten la atención que merece su función. Creados por la constitución de 1886, sus miembros ejercen el control político de la administración municipal, estudian los proyectos pertinentes, dictan las normas necesarias para el control, la preservación y defensa del patrimonio ecológico y cultural del municipio, eligen al personero, reglamentan los usos del suelo, determinan la estructura de la administración municipal, aprueban el presupuesto de rentas y gastos, autorizan al alcalde en la firma de contratos y dan vía libre a la ejecución de los planes y programas de desarrollo económico, social y de obras públicas.

Actores claves para el crecimiento de la democracia en el ámbito local, estos órganos colegiados representativos de los intereses de los ciudadanos como sujetos de derechos y deberes, constituyen el corazón administrativo del municipio. Por lo tanto, la responsabilidad que sus miembros asumen es directamente proporcional al nivel de vida ciudadano y deberían ser elegidos de acuerdo a lo que dicen representar.

Esto para expresar el asombro que experimenté al enterarme de que la doctora Baldrich había quedado fuera en la lista de ediles elegidos el 25 de octubre. Dadas sus ejecutorias democráticas y la transparencia con que se desempeñó en el ejercicio de sus funciones, creí que por simple ley de causa y efecto, Popayán se guardaría las espaldas y podría seguir durmiendo tranquila acogiéndola de nuevo como guardiana y amiga. Y no se trata en este caso de ese tejemaneje entre político y subjetivo que suele aflorar en cualquier comentario post elecciones. Me refiero a uno de los ediles que con su manera de proceder, respeto a la ley y formación académica, cumplió a cabalidad con su deber.

El Concejo Municipal de Popayán tuvo en María Cecilia Baldrich una funcionaria de excepción que supo predicar con pensamiento y conducta coherentes, lo que significa hacer política con el corazón y la cabeza bien puesta. Fue aliada incondicional de las causas y los ciudadanos de bien e inauguró, para fortuna de la ciudad, “una nueva manera de hacer política”, como lo dijo alguna vez.

Al margen de los requisitos exigidos por la constitución para ser elegido miembro del Concejo Municipal, deberían primar las condiciones éticas y la formación académica del elegido, unidas a su conocimiento de la ciudad, independencia de criterio y vocación de servicio. Con la exclusión de la doctora Baldrich de ésta, la tribuna popular por excelencia, pierde la ciudad y sobre todo nuestra maltrecha democracia tan necesitada de “nuevos aires”, como dijo el poeta.