Los matricidas, Popayán, la Alcaldía, la Universidad

MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE

A Popayán, Madre fecunda, no dejan de llegarle hijos a diario y a todos los acoge con amor. Les brinda su calma, su clima y los arrulla con su historia, porque la historia para esta señora blanca, es su leche alimenticia que nos brinda para ayudarnos a crecer y enfrentar el futuro. De todas partes de la Tierra, por todos los caminos posibles, llegamos hijos preñados de virtudes y defectos, y la Madre fecunda abre sus puertas, nos acoge y muestra una forma de vivir… pero no todas las generaciones, ni todos los hijos se conectan con el espíritu de su madre, aprenden a amarla, o les importa su destino.

Popayán brinda a sus hijos una fascinación y una propuesta de vida.  Pero hay hijos adolescentes que aludiendo razones de un pensamiento modernista o el ejercicio pleno de su libertad, quieren matar a su madre. Son hijos dispuestos a contribuir a la historia de la destrucción de mitos que podrían aplaudirse si en su ejercicio no encarnaran el deseo de construir destruyendo, de sobresalir desdeñando, o de erigir una ciudad distinta pisando las creencias de quienes amamos La Ciudad Blanca que ya tenemos.

Los hijos adolescentes de Popayán piden rabiosos una ciudad con identidad diferente a la tradicional, o al menos con una proyección distinta a la que hoy tenemos. Opinan que la ciudad de hoy no es más que ruina moral y económica, está en crisis y su modelo cultural está agotado; y por lo tanto, están dispuestos a matar a la madre, crear nuevos entornos y preñarla de genealogías distintas. Y para hacerlo suelen pintar de colores las tradicionales casas blancas, le prenden fuego a la pileta de Santo Domingo, rayan con grafitis las estatuas, desprestigian al otro por sus prácticas religiosas y sociales, o simplemente porque sus abuelos ayudaron a forjar la historia de la ciudad.

Los matricidas, como se le llama a quien mata a su madre, exigen rupturas y transformaciones. Y para ello están dispuestos a imponer sus ideas desplazando al otro desde la violencia con acciones que apuntan a provocar a sus hermanos señalándolos de falsos moralistas y de dudosa cultura intelectual.

Cambiar el modelo de ciudad que tenemos por un proyecto que implique la opinión y creencias de lo que es modernidad, desarrollo y progreso de un grupo social emergente merece un debate serio y no una guerra de guerrillas silenciosa y afrentosa como la que padecemos. Pretender  cambiar el modelo de ciudad que tenemos para romper con su pasado, con las tradiciones y los cánones oficiales impuestos por años, es un proceso y no se logra dañando bienes institucionales o desvalorando las ideas del otro con saña. Dar un debate sobre el modelo para una nueva ciudad no debería ser rechazar, criticar, señalar, condenar, destruir, o erradicar lo que la Madre representa, porque eso tan solo refleja vandalismo y resentimiento social.

Los inconformes, los matricidas, los anarquistas y los intelectuales de izquierda que pregonan la destrucción de todo y abogan por una historia moderna para Popayán pueden tener razón en sus apreciaciones y deben ser escuchados en debates serios y escenarios adecuados; pero lamentablemente caminan acompañados de una legión de oportunistas que no tienen más propósito que hacer negocios, y si para conseguir dinero hay que vender o matar a la madre, pues la venden y la matan.  Hay un tipo de comerciantes señores, que están dispuestos a destruir símbolos, arte, cultura y tradiciones por cualquier cosa que les produzca dinero para alimentarse hoy, porque el pasado lo desconocen y el futuro no les importa.

El debate sobre cuál debería ser al destino de la Popayán que queremos, se está dando hace rato de manera lenta y solapada en medios de comunicación, publicaciones, redes sociales y escenarios desiguales. Definir el futuro de la ciudad, revisar las visiones de ciudad, debería ser un proyecto cultural de la administración municipal e instituciones universitarias en escenarios  adecuados y con discursos pensados, porque no se trata de un cruce de ideas vanas entre iluminados inconformistas contra espíritus tradicionales, se trata de escuchar los argumentos en los discursos y el disenso natural entre hermanos en pro del bienestar de una madre común: Popayán.

Es claro que Popayán tiene que vivir un proceso de transformación, que tenemos que adecuarnos a realidades imperantes; pero creo que también hay que ser claros en que esos cambios y rupturas no tienen por qué producir violencia, ni odios entre hermanos; y menos, mucho menos, manipulaciones de comerciantes actuando en busca de lucrarse destruyendo el patrimonio histórico que nos abriga.

Pero eso señores, necesita un escenario adecuado y la alcaldía y las universidades están en mora de ofrecerlos.