Los demás de los demás

CHRISTIAN JOAQUI

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En una vieja canción que siempre escuchaba mi papá, el famoso cantautor argentino Alberto Cortez recordaba la permanente crítica que hacemos con respecto al comportamiento que adoptan los demás. Es frecuente encontrarse con conclusiones como: todos los políticos son corruptos; los que gobiernan no hacen nada; la gente es indolente; la plata que gastan en la visita del papa deberían darla a los pobres…

Siempre será más difícil escrutar nuestro propio comportamiento, porque la defensa que no tienen los demás, sí la tenemos nosotros mismos. Cuando difícilmente encontramos que nuestro comportamiento es contrario a nuestro deber, es fácil, a menudo, encontrar una justificación.

Nos la pasamos indignados con el Congreso de la República, con las altas cortes, con el Gobierno Nacional, con los partidos políticos. Las recientes encuestas sobre reconocimiento y favorabilidad nos informan que las instituciones políticas gozan de muy poco favor popular.

En campaña política nos gusta que nos digan lo que queremos escuchar. Que cada uno de nosotros somos personas excepcionales, trabajadores, honrados, éticos, justos… y que por eso es necesario llegar al poder con personas como nosotros: honestas, trabajadoras e impolutas.

Los candidatos a la Presidencia de la República rehúyen a sus propios partidos, para buscar el apoyo popular a través de la inscripción de sus candidaturas mediante firmas. El discurso que subyace a esa estrategia es la misma: son los demás los malos y nosotros, los buenos, somos más.

¿De verdad, será que los demás son los malos, mientras cada uno de nosotros caminamos en la perfección moral, viendo estupefactos e impotentes este mundo lleno de maldad?

Creo que nuestro Estado, nuestras instituciones políticas no son más que una una muestra de lo que somos en realidad. El Congreso de la República es una representación exacta de nosotros mismos.

Por eso, probablemente, para muchos congresistas, nosotros, los demás, somos también un pueblo corrupto e ignorante que es necesario conducirlo mediante leyes que induzcan a buscar el bien y a rechazar el mal.

Volviendo a Alberto Cortez, quizá sea necesario recordar que cada uno de nosotros hace parte de los demás, de los demás.