Lo que debe cambiar

GUILLERMO PÉREZ LA ROTTA

Profesor Titular

Universidad del Cauca

Se avecina la elección de nuevo Rector en la Universidad del Cauca y una vez más nos debatimos entre la esperanza y el desencanto. Porque el curso de la historia pareciera convencernos de que las posibilidades del cambio son restringidas, debido a la forma como se controlan los centros de poder locales y nacionales. Pero entonces se echa mano de lo que hemos aprendido también de esa misma historia, reciente o pasada, y uno se anima otra vez a pensar en el cambio.

Al meditar en lo nuevo decimos que debiera cambiar la forma en que se elige al Rector, por estar sobredeterminada por una imposición de intereses politiqueros espurios. Y el criterio es noble: lo público no es una vaca lechera para hacer negocios y sacar provecho particular. Pero eso, por ahora no va a cambiar. Y pensando en un nuevo Rector, decimos que aunque la vieja política se entrometa, hasta de forma personal, como parece darse hoy con la elección del representante del Presidente Santos en el Consejo Superior, en todo caso ponemos en el horizonte una cadena de imperativos, al estilo del viejo Kant. Debiera cambiar la manera que han tenido los rectores de comunicarse con las fuerzas vivas de la Alma Mater: oyendo para desconocer las críticas o sugerencias, y entonces dar paso a una real participación en la deliberación sobre acciones universitarias. Debiera cambiar el sentido de lo académico, hoy desnaturalizado por una contradictoria política de calidad que busca acreditación formal, pero que en lo esencial recarga al profesorado para que de clases como si estuviera en una fábrica de profesionales, sin poder investigar, sin poder pensar, y sometido a la implacable máquina de una administración deshumanizada. Esto tiene relación con la desnaturalización de la Formación Humanística, que esta administración adelantó de forma anárquica, desconociendo las críticas constructivas que muchos hicimos, con el resultado final de convertir esa formación en una especie de mamarracho al servicio del ahorro de dinero.

Debiera cambiar una política de regionalización que, como me lo explicó un profesor que estuvo inicialmente vinculado a ese proyecto, no debe estar centrada en producir plata ofreciendo baja calidad, y deslizando de paso la privatización que tanto le interesa a los gobiernos nacionales. Una regionalización que le reclame al gobierno nacional por la astronómica deuda económica que tiene con las universidades públicas, y exija dinero para educar al pueblo. Regionalización que no sea producir profesionales en serie, como parece ocurrir con los programas de derecho, que se han multiplicado, -¿tendrá eso que ver con las filiaciones del actual Rector con esa carrera?-, sino que atienda a las necesidades de las regiones para asesorar proyectos de desarrollo humano, económico y social.

Debiera cambiar la indiferencia anómica del profesorado de la institución, que permite en buen grado que las directivas hagan lo que quieran. Debiera cambiar el estilo autoritario para definir labor académica desde la oficina de un vicerrector, debiera cambiar el trato desconsiderado que en muchas ocasiones se sigue dando sobre el personal administrativo, debiera cambiar la maratónica cadena de honores y medallas que se ofrecen a los amigos y a las clientelas políticas, como ejercicio típico de una ciudad provinciana que ensalza a toda clase de padres de la patria. Debiera cambiar la frágil y entrecortada política de publicaciones que se demora meses en nombrar a un editor y entrega exiguos recursos económicos para tan importante empresa. Debiera cambiar el alma y el estilo, en busca de lo auténticamente universitario, de la investigación y la academia, para dejar de lado a los mercaderes y dictadores.