La tensa calma con la que viven los indígenas del norte de Cauca

Los avances del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc han traído tranquilidad a estas comunidades que frecuentemente fueron golpeadas por la guerra. Sin embargo, los asesinatos y las amenazas contra sus miembros van en aumento.







Por: VerdadAbierta.com

Especial para El Nuevo Liberal

Indígenas Nasa en el municipio de Toribío, uno de los municipios más hostigados por las Farc en el país. / Foto: archivo Semana.

Los indígenas Nasa, que en su gran mayoría habitan en el norte del departamento de Cauca con 19 resguardos, se habían habituado a vivir en una guerra que consideran ajena. Dentro de sus planes de vida, como llaman a sus programas de gobierno, incluyen diferentes estrategias para afrontar las consecuencias del conflicto, como adecuar sitios de refugio permanente, educar en riesgo de minas antipersonal e, incluso, crearon un observatorio de derechos humanos.

No obstante, a partir de julio del año pasado, cuando las Farc instauraron un tercer cese unilateral al fuego desde que están negociando el fin del conflicto con el Gobierno Nacional en Cuba, los Nasa empezaron a respirar tranquilidad y a planear cómo enfrentarán los retos de un eventual escenario de posconflicto.

Sin embargo, a pesar de que la tranquilidad en la zona ha ido mejorando sustancialmente durante el último año, los habitantes de varios municipios del norte de Cauca han vivido momentos de tensión, como la emboscada de una cuadrilla de las Farc el 15 de abril en la vereda La Esperanza de Buenos Aires que dejó 11 soldados muertos, que condujo al final del cese al fuego propuesto por esta guerrilla desde finales de 2014. Este ataque trajo como respuesta la reanudación de los bombardeos por parte del Ejército, en los que murieron siete guerrilleros en Guapi, en la costa de este departamento. Como consecuencia, volvieron los hostigamientos a diferentes regiones del país, y el departamento de Cauca fue uno de los más afectados.

Una vez superada esa escalada de la guerra con el nuevo cese al fuego anunciado a mediados de 2015 que sigue vigente, los Nasa empezaron a disfrutar de ambiente de tranquilidad, pero las agresiones contra sus integrantes continuaron. “2015 fue bastante particular. Si bien tuvimos una reducción sustancial de acciones bélicas en nuestros territorios, se mantienen unas afectaciones muy grandes contra la comunidad, entre ellas los homicidios. El año 2014 lo cerramos con 14 homicidios, pero el pasado terminó con 42”, explica Edwin Mauricio Capaz, coordinador del Tejido de Defensa de la Vida de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (Acin).

Por otro lado, la forma como fueron cometidos parte de los asesinatos hacen temer a los líderes indígenas una nueva incursión o “persecución de grupos paramilitares”. “En el primer trimestre de 2015 los homicidios se dieron con unas características comunes: fueron muy parecidos a las épocas del paramilitarismo, entre 2002 y 2005, pues estuvieron antecedidos de tortura y desaparición forzada. Ocurrieron en el corredor entre Santander de Quilichao y Corinto”, señala Capaz.

Además de esta clase de homicidios, también causan temor las constantes amenazas y señalamientos que sufren los líderes Nasa, particularmente de bandas criminales o “grupos paramilitares”. En esta región se han vuelto frecuentes los panfletos firmados por Águilas Negras, Los Rastrojos y el Clan Úsuga. El más reciente llegó la semana pasada al resguardo de Canoas, en Santander de Quilichao, en el que los Úsuga anunciaron una inminente “limpieza social”.

“Aquí nos amenazan por defender nuestros territorios, reclamar nuestros derechos, exigir el cumplimento de acuerdos que hizo el Estado y oponernos a la minería ilegal. Denunciamos todos estos hechos, pero las autoridades no hacen nada y dicen que no hay grupos paramilitares en la región”, le dijo a VerdadAbierta.com un líder de la Acin que pidió mantener en reserva su identidad. En total, los indígenas del norte de Cauca recibieron 41 amenazas individuales y 9 colectivas a lo largo de 2015.

Los campos minados y contaminados con material de guerra sin explotar también es otro dolor de cabeza para los indígenas. El año pasado murió una niña en la zona rural de Buenos Aires y seis personas más resultaron heridas con material explosivo. “Con la tranquilidad que hay por el cese al fuego, la gente ha empezado a salir más y se encuentra con capos minados o con artefactos sin explotar, por eso una estrategia fuerte que realizaremos a lo largo de este año es reforzar la educación en esta clase de riesgo”, indica el coordinador del Tejido de Defensa de la Vida al respecto.

A pesar de que en febrero del año pasado las Farc anunciaron que no reclutarían más a menores de edad, un reciente informe sobre derechos humanos de la Acin señala que tres niños fueron reclutados por ese grupo armado, pero fueron recuperados por las autoridades indígenas. “En Jambaló fueron recuperados dos niños y en Santander de Quilichao otro. El reclutamiento no cesó en 2015, pese a los anuncios de las Farc. Se mantuvieron y hubo que hacerle frente”, cuenta una fuente de la Acin, quien agrega que el año pasado atendieron a otros 15 menores de edad que se desvincularon de la guerra.

Además del conflicto armado, los indígenas del norte de Cauca también han sido afectados por los enfrentamientos con el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía, a raíz de su denominada Minga de Liberación de la Madre Tierra, con la que exigen que el Gobierno les cumpla los acuerdos alcanzados en materia de tierra, pues argumentan que necesitan un lugar en la parte plana del departamento para subsistir. Como medio de presión, las comunidades se han tomado por la fuerza varias haciendas de ingenios azucareros que son consideradas como territorio ancestral, lo cual ha desencadenado en sendos enfrentamientos con el Esmad.

Producto de esas tensiones, 203 indígenas han resultado heridos, y según señala el informe de derechos humanos de 2015 de la Acin, cinco fueron con armas de fuego y uno con arma blanca. El 10 de abril falleció el joven Siberstón Gabriel Paví por heridas de arma de fuego. A día de hoy los indígenas están a la espera de que el Gobierno les cumpla con al menos 20 mil hectáreas.

De firmarse un acuerdo con las Farc, para que en esta región se consolide la paz se deben solucionar los problemas de tierras que tienen las comunidades afro, indígenas y campesinas; finalizar la violencia que “proviene de grupos paramilitares”; respetar la autonomía de las comunidades étnicas e implementar los acuerdos de su mano; y desarrollar proyectos para jalonar la difícil economía de este departamento. El departamento de Cauca, sin quererlo, siempre fue un escenario vital en la guerra, también será un desafío enorme para alcanzar la paz.