La ciudad esfumada (5)

VÍCTOR PAZ OTERO

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La fundación de ciudades por parte de los españoles en América, lo decíamos en nuestra pasada columna, imprime sobre muchas de ellas, una especie de impronta cultural casi indeleble e irrenunciable que en muchos casos condicionara su destino histórico.

Le interesa leer… ‘La ciudad esfumada (4)

Para tener una visión de conjunto y casi “totalitaria” de lo que fue o pudo ser esa alucinante epopeya de la conquista y posterior colonización de nuestro mundo, acudiré, en esta ocasión, a una visión literaria contenida en una de mis novelas históricas. Así puedo darle algo de contexto socio cultural al proceso de configuración de nuestras sociedades dentro del marco de la dominación española.

“los aborígenes vieron la mar Océana azul e inmóvil surcada por las tres carabelas de Colon. Las vieron arribar a nuestras costas. Vieron descender de sus entrañas de madera a ese puñado anhelante de aventureros intrépidos que habían venido desde las otras orillas del espacio y del tiempo para fundar un mundo que tuviese la imagen y la semejanza de su codicia y el tamaño de sus sueños enmarañados. Vieron con toda nitidez que ese grupo de seres, reclutados en los hospicios, en las cárceles y en los burdeles, en los extramuros de la miseria y de la locura, vieron que esos hacedores pero desheredados de la guerra, prófugos de la justicia, hijos del desprecio y del bandidaje, que aquellos caballeros de la codicia, ávidos de sangre y de aventura, eran los hombres que iniciaban un ciclo atormentado y alucinado para su segunda y atormentada historia. Vieron en imagen de maravillosa transparencia que aquel grupo de enloquecidos frenéticos eran fundamentalmente hombres que pertenecían a otro tiempo. En sus facciones, en sus armas, en sus vestidos y en sus lenguajes, se ponía en evidencia que provenían de un tiempo cultural y tecnológico que entre ellos no existía. En sus formas de pensar, sentir y actuar, se ponía siempre de manifiesto que su tiempo conceptual y moral tenía otras referencias y otros significados. Significados que ellos, pertenecientes a las ensimismadas poblaciones aborígenes, desconocían de forma absoluta. El tiempo indígena de ellos era un tiempo cosmogónico y circular, un tiempo sin lucro, un tiempo mágico edificado fuera de toda medición o comprensión racional, un tiempo donde el hombre individual no tenía ni existencia ni cabida. Ellos, como indígenas existían encadenados a los eslabones y a los aconteceres de grandes ciclos mitológicos y eran como parte y forma de una inmensa substancia colectiva donde a veces solo los dioses tenían las difusas formas de algo semejante a una personalidad, pero que en nada se parecía a esos hombres de carne y hueso que habían llegado al tiempo de su presente queriendo aniquilarlos. Pero ahora y, hechizados por el estupor, empezaban a ver esa vasta, secuencial y enloquecida progresión de imágenes y al verlas comprendían, que en buena parte, su nueva historia sería un torturante azar, una orgia de sangre y una perpetua trasgresión de su universo. Empezaron a sentir y a comprender que el arrogante e inverosímil desfile de aquellos despiadados aventureros era un castigo y una lluvia maldita enviada por sus propios dioses vencidos.

Cuando los vieron avanzar montados en sus vibrantes corceles que también se les antojaron dentro de su estupor como criaturas y elementos que también creyeron provenían de un espacio inimaginable e inadmisible para su asombro y cuando vieron y palparon que desde esas bestias sudorosas y descomunales empezó el destrozo brutal de su frágil y silencioso universo padecieron un terror mudo que hasta carecía de palabras para narrar la inmerecida epopeya de su desgracia, la que comenzaría a perpetuar la profundidad de su lamento. Vieron un sinnúmero de espadas, de arcabuces y de cruces ensangrentadas. Escucharon el galope destructivo y arrasador de su codicia por el oro. Vieron y sintieron el olor de la sangre de aquellos crímenes inenarrables que servía para edificar sobre la materia inocente de su tiempo indígena las formas avasallantes y expoliadoras del tiempo de ellos, de ese tiempo que nunca estuvo esclavizado por la mezquina medición de los relojes. Cuando vieron dilatarse sobre el asombro de su mundo la imposición de ese otro tiempo que el cual llegaron los del bandidaje opresivo pudieron imaginar que la infamia gobernaría su próximo destino. Cuando vieron como los arrojaban a patadas y a trueque de espejitos del tiempo natural y mágico donde hasta entonces habían vivido, comprendieron y sintieron que aquellos seres habían llegado para destrozarles el alma.( Continuara en próximas columnas).