Héroes espurios

ANA MARÍA RUIZ PEREA

@anaruizpe

Cada media hora una mujer es violada en Colombia, según cifras Medicina Legal. Con esa verdad convivimos a diario, a eso debemos sobrevivir pero, sobre todo, es una verdad que estamos aprendiendo a no esconder.

La periodista Jineth Bedoya, mujer valiente como pocas, nos ha enseñado que #NoEsHoraDeCallar, al hacer de su propia experiencia una razón para empoderar a las mujeres víctimas de violación, para que no guarden silencio, para que rompan con el miedo y la vergüenza y busquen caminos de sanación en voz alta. “Una violación nunca se supera. Pero uno aprende a manejar el dolor, y puede aprender a transformarlo” dice Jineth.

Las tamboreras de Popayán son un ejemplo del poder transformador de la música en las almas golpeadas. Ellas, mujeres afro, mestizas e indígenas, víctimas todas de violencia sexual, tocan tambores para crear conciencia y lanzar un clamor para que no se repita más la atrocidad que ellas vivieron. Como ellas, muchas mujeres desde la música, el teatro, la pintura o el tejido, construyen resiliencia, hombro a hombro, de la mano. Pero no es fácil.

El 80% de las violaciones son cometidas en menores de edad. Frenar a los depredadores que acechan desde cualquier rincón del hogar – donde ocurren la mayoría de las violaciones– y atender la salud física y mental de estas niñas tendrían que ser acciones de la mayor prioridad para el Estado, así como implementar una política pública seria, que enseñe en los colegios y en el hogar qué es el sexo y qué es el género, qué es el consentimiento, qué es el respeto, qué es la diferencia. ¡Ah! Pero claro, esto no se puede hacer porque hay quienes opinan que es “ideología de género”. Así nunca podremos frenar esta epidemia que arrasa con los sueños de las niñas; y menos, si de remate se les obliga a parir y a criar. Una sociedad sana necesita #NiñasNoMadres

Para empeorar la difícil circunstancia de ser niña o adulta en las condiciones de machismo, desigualdad y desprotección de Colombia, están las atrocidades de la guerra. Para ilustrarlo, traigo a colación una sentencia proferida por el Tribunal de Justicia y Paz de Medellín en enero pasado, donde además de determinar las penas para un grupo de paramilitares desmovilizados en Ralito, el magistrado se esfuerza por explicar las causas y consecuencias de la guerra en el territorio chocoano, las razones de la alta vulnerabilidad de sus habitantes, y la manera como se impuso, entre 2000 y 2004, el dominio del Bloque Pacífico – Héroes del Chocó sobre los habitantes de este recodo de selva abandonado de Dios, de la ley y del Estado.

Narra la sentencia que un día cualquiera llegaron unos 100 hombres de las AUC a Bebará, en el municipio de Medio Atrato. Expulsaron a los hombres del pueblo bajo amenaza de muerte e instalaron sus hamacas en las dos puntas del caserío para vigilar la entrada y salida de toda alma, mientras ellos, blancos y mestizos, violaban sistemática e indiscriminadamente a las mujeres del caserío, niñas o adultas, incluida una con discapacidad cognitiva. Así, por un mes completo.

Dice el magistrado en la sentencia (Pg. 519) “La violencia sexual tenía como objetivo específico a las mujeres negras y lo fueron no sólo por su género, si no particularmente por su etnia y su raza. No fue una forma de represalia o castigo a las mujeres del enemigo, como suele suceder en los conflictos armados, sino que tenía sus raíces en la historia de discriminación, servidumbre y esclavitud a que han estado sometidos los hombres y mujeres de las comunidades negras y sus características genéticas”.

Estos sátrapas, autodenominados Héroes del Chocó, eran hombres paisas en su mayoría, al mando de Rodrigo Alberto Zapata Sierra, alias Ricardo o Cara´e Mondá, lugarteniente de los hermanos Castaño, quien dentro del mismo proceso de Justicia y Paz contó cómo Santiago Uribe Vélez, entre otros prósperos comerciantes de las montañas antioqueñas, financió a la organización a su cargo.

Hoy que el Pacífico arde y resiste en un paro que no cesa, las atrocidades cometidas contra las mujeres del Chocó son una excusa más para gritar con ellos a coro que “El pueblo no se rinde, carajo!” y suscribir estas palabras del fallo (pg 522): “Esta sentencia es un reconocimiento del sufrimiento de las mujeres negras víctimas de violencia sexual, pero también un homenaje a su capacidad de soportar el dolor, a su fortaleza para seguir adelante y a su entereza para enfrentar el futuro con dignidad, dar a luz y levantar a sus hijos fruto de la violencia, con el mismo afecto y ternura que los demás y sin discriminación alguna”.

A todas las mujeres que han sufrido el abuso sexual en cualquier momento de su vida, abrazo de corazón. #NoEsHoraDeCallar